April 19, 2024

Díaz-Canel, destrabar la economía y los economistas cubanos: una reflexión.

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Díaz-Canel, destrabar la economía y los economistas cubanos: una reflexión

Posted: 03 Feb 2020 02:25 AM PST

Elías Amor Bravo, economista
Díaz-Canel acaba de declarar en una visita en Sancti Spíritu que “el sector privado es un complemento de la economía estatal”. Y yo me pregunto, ¿no será al revés? Lo cierto es que una vez superado el oscuro período de la “guerra fría” en todos los países del mundo, el estado es el que asume un papel subsidiario con respecto a la actividad privada y para ello se han creado, por los economistas, unas reglas, procedimientos y metodologías que han probado su utilidad y eficacia.
La anormalidad que representa Cuba, en estas condiciones, se convierte en un factor adicional para dudar sobre la credibilidad de la economía y un argumento esencial para explicar el fracaso de los últimos 61 años. No hay muchos economistas en el mundo que piensen igual que Díaz-Canel, incluso dentro de Cuba, donde la disensión es castigada.
La profesión, de forma mayoritaria, se decanta por la libertad económica, el respeto a los derechos de propiedad, la creación de patrimonios personales a partir del trabajo y el ahorro, la inversión productiva y rentable, el mercado como instrumento de asignación, la libre elección de consumidores y productores. Y en todo ese juego, el estado debe participar de forma subsidiaria, cumpliendo con eficacia sus tres funciones básicas: estabilidad económica, distribución justa de la renta y asignación de bienes y servicios no suministrados por el mercado.
Y poco más. Este modelo funciona, y se encuentra presente en todo tipo de países y sistemas políticos y económicos. Es el que rige en EEUU, pero igualmente en República Dominicana, Japón o España, Italia, República Checa, e incluso en Vietnam o China. Querer convertir lo blanco en negro, como pretende Díaz-Canel, es una torpeza y a la vez, un grave riesgo.
En ese sentido, choca que una de las frases más citadas por Díaz-Canel en los últimos tiempos es el concepto de “destrabar la economía”, que cada vez que tiene ocasión la menciona en sus visitas de trabajo por diferentes territorios cubanas. Al tiempo que habla de “destrabar”, pide a la gente, a los directivos de las empresas, a todo el mundo que aporten ideas y que ayuden a identificar qué factores impiden avanzar.
No hace muchos días, Díaz-Canel ofreció la posibilidad de realizar un ejercicio de pensamiento colectivo para elaborar “un banco de situaciones en las que existen esas trabas donde la burocracia puede obstaculizar el tipo de decisiones que se tienen que adoptar”. Disponer de ese banco de problemas para buscar los caminos que permitan ir eliminando, destrabando, ir soltando esas amarras, es una tarea primordial para Díaz-Canel. O al menos, eso parece.
Un paso importante ha sido pedir la colaboración de los economistas cubanos, los colegas de profesión dentro de la isla, que suelen realizar con tiento sus recomendaciones, casi siempre acertadas, por el temor a que se interpreten de forma alevosa por los dirigentes políticos y acaben siendo víctimas de la represión habitual. Ciertamente, hace bien Díaz-Canel al pedir a los economistas que elaboren propuestas para mejorar la situación de la economía, pero que no se olvide que después hay que llevarlas a la práctica, y eso exige una gobernanza en la que también se tiene que trabajar, y duro.
Un ejemplo es cómo abordar la política turística en la actualidad. Sin tener en cuenta la opinión de los agentes que operan en el sector, sobre todo los privados, difícilmente se puede acertar. En ese sentido, por ejemplo, de nada sirve potenciar determinados destinos en la isla, si los viajeros buscan otro tipo de alternativas y experiencias. Incluso el diseño de la gastronomía o actividades culturales tiene un impacto en la demanda. De todo ello, los agentes privados tienen información y mediante una colaboración con el estado, se puede avanzar mucho más y de forma sólida.
Lo peor de Díaz-Canel es que muchas veces, las cosas que dice, no se pueden entender bien. Es como si el tuviera miedo a algo o alguien. ¿Cómo que destrabar las fuerzas productivas no tiene que ver con la actividad del sector privado? Es impensable, y además tiene poco sentido, desvestir un santo para vestir a otro. Si realmente se quiere destrabar la economía, hay que dirigir todos los esfuerzos a los agentes privados, para que pasen a ocupar el papel de principal actor económico, como ocurre en el resto de países del mundo.
Y no mediante cesiones o arrendamientos de tierras, o fórmulas similares, sino por medio de un amplio y ordenado proceso de trasvase de derechos de propiedad del estado a los actores privados, con la creación de mercados en los que esos derechos de propiedad sean jurídicamente respetados. En ese nuevo diseño, el sector estatal debe limitarse tan solo a lograr que los procesos de privatización se realicen de forma transparente y dentro de la más absoluta legalidad, con el objetivo de dotar a los cubanos de medios de subsistencia complementarios al trabajo, que permitan orientar sus trayectorias personales y profesionales, sin necesidad de una dependencia del estado.
Díaz-Canel se tiene que dar cuenta, y para ello los economistas le asesorarán, que el sector privado no es complemento ninguno de la economía estatal sino todo lo contrario. Que el sector privado necesita libertad, por supuesto, pero también derechos de propiedad, acumulación, inversión, ahorro, libertad de empresa y mercado como instrumento para la asignación eficiente de recursos. Sus reformas, vistas desde estas perspectivas, están a años luz de lo que se necesita.
Si Díaz-Canel aspira a “desatar el sector estatal sin frenar al sector privado”, así como “encontrar los adecuados dimensionamientos que tiene que tener el Estado y que tienen que tener lo privado y lo cooperativo, y las adecuadas relaciones”lo tiene fácil. En América Latina, por ejemplo, sin ir más lejos, la relación entre lo estatal y privado alcanza porcentajes de 25% y 75% respectivamente en términos de producción, empleo y activos económicos. En Cuba, esa relación es justo la opuesta, 75% estado y 25% privado. Hay que desatar y mucho.
Y aquí viene la segunda cuestión. Que no piense Díaz-Canel ni un minuto que el proceso de unificación monetaria y cambiaria que prepara va a servir para estabilizar las condiciones económicas de la Isla permitiendo hacer muchas más cosas. Gran error. Es justo lo contrario. Para que se pueda unificar las monedas y el cambio con las divisas, lo que hace falta es estabilizar antes la economía, tanto a nivel interno como externo. Si la eliminación de la doble moneda es una prioridad para los dirigentes comunistas, que reflexionen sobre esta cuestión porque el tiro puede salir por la culata. La crisis que se ha instalado en la economía cubana desde el verano del pasado año, no es el mejor escenario para experimentos y el colapso económico de Venezuela, no está para andar jugando.
Cierto es que la circulación de las dos monedas es uno de los principales escollos para la economía, pero lo ha sido en los últimos 25 años desde que Fidel Castro decidiera crear el peso convetrtible para evitar una sonrojante dolarización de la economía cubana. La gestión de esa dualidad, desde entonces, ha sido un desastre, y cuando se elimine aparecerán los problemas que se han venido produciendo durante este tiempo. Si Díaz-Canel cree que “un paso experimental” es la devolución en pesos cubanos de las operaciones en CUC, allá el con lo suyo, pero la unificación requiere mucho más que este tipo de decisiones. El daño es grande y arreglarlo complicado.
“Si uno ve la lista de políticas que se han aprobado, el país ha cambiado mucho en diez años, en los últimos quince años, y seguirá cambiando, y seguirá cambiando para bien”, auguró el gobernante.
Sobre las propuestas de los economistas de analizar los modelos económicos de China y Vietnam -países de ideología comunista pero economías liberalizadas- para adaptarlos a Cuba, Díaz-Canel comentó que se han estudiado las experiencias de esos países, pero recordó que ninguno de ellos ha estado sometido a un embargo durante seis décadas.