April 18, 2024

Hambre y sed: la muerte inútil del ganado en Cuba ¿Por qué en Cuba, un país que debe importar la mayor cantidad de los alimentos que consume, mueren de hambre y sed miles de reses todos los años?

Hambre y sed: la muerte inútil del ganado en Cuba

¿Por qué en Cuba, un país que debe importar la mayor cantidad de los alimentos que consume, mueren de hambre y sed miles de reses todos los años?

ganado mayor reses Cuba
Foto archivo

LAS TUNAS, Cuba.- Sorprendiendo a los cubanos en un prolongado aislamiento forzado y con las despensas vacías, la pandemia producida por el coronavirus SARS-CoV-2 eclosionó en Cuba el pasado 11 de marzo. En honor a la verdad, las alacenas permanecían huérfanas no por el coronavirus, sino como resultado del desabastecimiento crónico que, allá por el mes de septiembre de 2019, Miguel Díaz-Canel, presidente de la república designado por el general Raúl Castro, llamó “situación coyuntural”.

Verdad de Perogrullo es que el desabastecimiento alimentario sufrido hoy en Cuba no es resultante de la pandemia del nuevo coronavirus, ni de una “situación coyuntural” y sí de un prolongadísimo estado de necesidad producido por la ineptitud del régimen militar y su economía centralizada, incapaz de producir bienes y servicios de uso doméstico y exportables; ineficiencia imputada por el castrismo primero al embargo de Estados Unidos, y luego achacada por Fidel Castro al “desmerengamiento” de la extinta URSS.

Lo cierto es que el desabastecimiento en Cuba ya cumplió 58 años. Fue legitimado el 12 de marzo de 1962 por la Ley No. 1015, cuando entró en vigor lo que en cualquier lugar del mundo sencillamente llamarían Cartilla de Racionamiento, pero que en Cuba fue llamada con un sofisma rimbombante, “Libreta de Abastecimiento”, y, según dijeron sus creadores, el gobierno del entonces primer ministro Fidel Castro, estaba destinada a enfrentar el “bloqueo del imperialismo yanqui”.

De tal suerte, para proteger el rebaño nacional de ganado vacuno que en los años 50 del siglo pasado tuvo un promedio de una res por habitante, y según dijeron para garantizar una distribución equitativa de carne de res, apenas siete meses después de creada la “Libreta de Abastecimiento”, el 1ro de octubre de 1962, fue promulgada la Resolución No. 329, “Regulaciones sobre la matanza de reses”, congruente con lo dispuesto por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), del que Fidel Castro también era presidente.

Pero ni la “Libreta de Abastecimiento” ni mucho menos las “Regulaciones sobre la matanza de reses” sirvieron para que los cubanos al menos una vez a la semana, pudieran comprar un poco de carne y poner un bistec en la sartén. Como archiconocido es, la carne de res racionada fue transformada en picadillo racionado mezclado con soja, y las “Regulaciones sobre la matanza de reses” fueron más reguladas e incluidas entre los delitos contra la economía nacional del Código Penal, sancionándose hasta con diez años de cárcel por el delito tipificado cual “Sacrificio ilegal de ganado mayor y ventas de sus carnes”.

En Cuba la carne de res es un producto prohibido para la mayoría de los cubanos mientras las vacas mueren de hambre y sed en los potreros.

Como resultado de esas ordenanzas, y mientras los cubanos permanecen encerrados en sus casas amenazados por la COVID-19, sin apenas qué comer (largas y conflictivas son las colas para comprar desde un poco de pan hasta un cuarto de pollo importado de Estados Unidos), las reses mueren “accidentadas” por malos manejos, o de hambre en los potreros, sin pasto que rumiar ni agua para beber, que, como bien es sabido, es la peor administración de todas las posibles administraciones de un rebaño de ganado vacuno o de una piara de avestruces.

Pero todos estos años, reiteradamente, mueren en Cuba miles de reses por deficiente atención al rebaño; según fuentes oficiales, sólo en la provincia Las Tunas hasta finalizando el pasado mes de mayo murieron 7069 reses, la mayoría de ellas por desnutrición, pues los “tenentes” de ganado mayor donde ocurrieron esas muertes carecían de heno, ensilaje, pastos de corte y fuentes de agua seguras para el ganado llegada la sequía, que en Cuba viene a ser como la llegada del invierno en los países de clima frío.

El heno y el ensilaje no hay que comprarlo en Estados Unidos ni están sujetos al “bloqueo del imperialismo yanqui”; un buen heno sólo necesita pasto de buena calidad y sol, basta cortar la hierba cuando esté en sazón, ni muy tierna ni muy pasada y dejarla algunos días expuesta al sol, no muchos, sólo hasta que la hierba tome un color verde pálido y un olor que no es olor a paja seca, sino aroma de hierba bien curada. Cuando en los potreros no hay pasto fresco, bien sea por la nieve en Inglaterra o la sequía en Cuba, la hierba conservada en forma de heno huele bien, pierde pocos nutrientes, es apetecida por el ganado y está ahí, en el pesebre, para que los animales no sufran hambre. Eso lo saben todos los ganaderos, en el mundo todo.

Con el ensilaje sucede parecido al heno: no hay que comprarlo en Estados Unidos ni está sujeto al “bloqueo del imperialismo yanqui”, y hasta es más económico que el heno; un buen ensilaje se produce con restos de cosechas de maíz verde, caña de azúcar, o cualquier otra planta que produzca hojas y tallos aptos para comprimirse por prensado, ya sea dentro de un silo de trinchera, que es un simple hueco en tierras con buen drenaje, protegido de la lluvia, o sobre la tierra misma, cubriéndose con paja. El ensilaje obtenido de subproductos de cosechas no tiene tantos nutrientes como el heno de buen pasto segado en flor, pero el ensilaje es un forraje basto, que mantiene al ganado repleto, en rumia continua, haciendo andar nutrientes desde la quijada hasta la carne y la leche. Y la zafra azucarera en Cuba, aunque sea una mala zafra concerniente a la producción de azúcar, produce suficiente paja fresca y cogollos para hacer todo el ensilaje necesario, como para que las reses no mueran de hambre.

Los pastos de corte son útiles y en Cuba todos los buenos ganaderos siempre los han tenido, pero mientras más calidad tienen los pastos de corte más dañados por la sequía son; un buen pasto de corte debe ser resistente a la falta de lluvia y de regadío, y ningún cultivo es tan bueno, resistente a la sequía y agradecido con las debidas atenciones culturales como un buen cañaveral. Debidamente cultivado y fertilizado, sólo devolviendo al campo el estiércol del establo, aunque no proporciona muchas proteínas, solo las que pueden incorporarse suministrando algunos gramos de urea en condiciones tropicales y cuando los pastos naturales y los piensos formulados a base de granos faltan, no hay como un buen cañaveral para mantener al ganado saludable.

En cuanto al abasto de agua para el rebaño sabido es: ningún implemento, ni manual ni mecánico, extrae agua del subsuelo y la suministra al ganado de forma más económica y cotidianamente fiable que un molino de viento. Y pequeñas fábricas de molinos de viento hubo siempre en Cuba, no están sujetas a las leyes del embargo estadounidense.

El lector se preguntará, y con toda razón: si existen todas esas formas de proporcionar comida y agua al ganado en los difíciles días de sequía, ¿por qué en Cuba, un país que debe importar la mayor cantidad de los alimentos que consume, mueren de hambre y sed miles de reses todos los años?

En el próximo artículo procuraré dar respuesta a esa interrogante, digamos que desde el punto de vista ético y socioeconómico; porque la contestación esencial a esa pregunta el lector puede encontrarla en este mismo texto, cuando las fuentes oficiales al referir cifras de muertes en lugar de referirse a propietarios menciona a los “tenentes” de ganado mayor. La sola palabra “tenentes”, con todo y lo mal escrita, dice que los tenedores no son dueños del ganado y explica el porqué del hambre y la sed: la muerte inútil del ganado en Cuba.

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ACERCA DEL AUTOR

Alberto Méndez Castelló

Alberto Méndez Castelló

Alberto Méndez Castelló (Puerto Padre, Oriente, Cuba 1956) Licenciado en Derecho y en Ciencias penales, graduado de nivel superior en Dirección Operativa. Aunque oficial del Ministerio del Interior desde muy joven, incongruencias profesionales con su pensamiento ético le hicieron abandonar por decisión propia esa institución en 1989 para dedicarse a la agricultura, la literatura y el periodismo. Nominado al Premio de Novela “Plaza Mayor 2003” en San Juan Puerto Rico, y al Internacional de Cuentos “ Max Aub 2006” en Valencia, España. Su novela “Bucaneros” puede encontrarse en Amazon.