April 19, 2024

La última carta de los sitiados en San Isidro

La última carta de los sitiados en San Isidro

La defensa de un reclamo justo seguirá siendo una postura que muy pocos se atreverán a adoptar. Para eso hay que convertirse en héroe, quizás dentro de una celda tapiada, después de ser juzgado por un tribunal espurio, o mártir

(Foto: Facebook/Héctor Luis Valdés Cocho)

LA HABANA, Cuba. – Siempre faltarán palabras para describir el coraje y la entereza del grupo de jóvenes miembros de la sociedad civil independiente que se mantienen parapetados en el inmueble ubicado en la calle Damas #955, sede del movimiento San Isidro.

El grupo de disidentes exige la liberación del rapero, Denis Solís, arrestado el 9 de noviembre y condenado en juicio sumario a ocho meses de prisión por el presunto delito de Desacato.

En los días previos a la decisión de agruparse en la casa del artista visual Luis Manuel Otero Alcántara, coordinador del referido movimiento, la mayor parte de los que allí permanecen enfrentaron arrestos, amenazas e incautación de sus teléfonos en cada de una de las protestas pacíficas que se llevaron a cabo frente a la estación policial situada en la intersección de las calles Cuba y Chacón, en el municipio de Habana Vieja.

Junto a la abnegada postura en contra del encausamiento de Denis, mediante un juicio sumarísimo, traigo a colación una realidad lamentable que, en cierta medida, lastra los esfuerzos emancipadores, más allá de las exigencias por la libertad inmediata del artista encarcelado.

Por un lado, ningún gobierno democrático, a excepción del estadounidense, se ha interesado públicamente por el caso. Ni las agencias de prensa acreditadas en La Habana y ni ninguno de los diarios más influyentes han publicado siquiera una breve nota sobre hechos que constituyen violaciones flagrantes de los derechos humanos, tales como detenciones arbitrarias, uso excesivo de la fuerza, quebrantamientos de la ley de procedimiento penal, entre un rosario de transgresiones que, lamentablemente, se han convertido en parte de la rutina.

Por otro, sigue faltando el imprescindible apoyo popular para alcanzar el éxito de las iniciativas prodemocráticas. La gente se limita a observar, casi siempre en silencio, el despliegue policial o cualquier acción represiva contra personas indefensas. A veces se atreven a sacar sus teléfonos para tomar videos de un arresto violento, una golpiza sin compasión o de la irracionalidad zoológica de un acto de repudio. Eso, sin garantías de que las imágenes puedan ser vistas en algunas de las plataformas digitales.

El miedo dicta las pautas. No basta con la solidaridad del vecindario mostrada en tiempos de relativa calma: lo más importante es el apoyo en medio de la tormenta. Eso, desafortunadamente, no es lo que acontece. Sobran ejemplos para demostrar que no describo algo imaginario, sino un patrón de conducta con fugaces e irrelevantes variaciones.

Sería muy egoísta criticar la pasividad y los respectivos acomodos de la mayoría de los cubanos a situaciones de carencias extremas, creadas por la ineptitud y el capricho de los mandamases. Existe un descomunal aparato represivo que basa su funcionamiento en estrategias punitivas de baja intensidad sin descartar el uso de la fuerza bruta si las circunstancias lo requieren.

Las similitudes del socialismo criollo con cualquiera de las decenas de centros penitenciarios desperdigados por toda la geografía nacional no son meras analogías: se trata de una verdad fácilmente comprobable desde una perspectiva imparcial y equilibrada.

La resignación y el juego de las apariencias, según convenga, son los efectos de una causa, no elecciones fortuitas. El objetivo es salvarse de alguna manera. Puro instinto de conservación.

La defensa de un reclamo justo seguirá siendo una postura que muy pocos se atreverán a adoptar. Para eso hay que convertirse en héroe, quizás dentro de una celda tapiada, después de ser juzgado por un tribunal espurio, o mártir.

En medio de esta atrofia cívica, no hay muchas alternativas. Queda la inmolación o la continuidad de una lucha desgastante y sin un final predecible. La determinación de acudir a la huelga de hambre y de sed por parte de algunos de los activistas apostados en la casa de Luis Manuel es el último recurso al que acuden para lograr su objetivo.

Ojalá que no sea en vano. Aguantar esas privaciones por largo tiempo demanda unos niveles enormes de concentración para resistir o morir. Es un desafío de gran magnitud. Quizás sea la última carta de un grupo de hombres y mujeres comprometidos con la lucha por la libertad plena.

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Jorge Olivera Castillo

Jorge Olivera Castillo. Ciudad de la Habana, 1961. Periodista, escritor,
poeta y editor de televisión. Durante 10 años trabajó como editor en la
televisión cubana (1983-1993). A partir de 1993 comienza su labor en las filas de la disidencia hasta hoy. De 1993 a 1995 como secretario de divulgación y propaganda del sindicato independiente Confederación de Trabajadores Democráticos de Cuba (CTDC). A partir de 1995 labora como periodista independiente. Fue director de la agencia de prensa independiente Habana Press, de 1999 hasta el 2003. El Instituto Lech Walesa publicó en 2010 su libro de poemas Cenizas alumbradas en edición bilingüe (polaco-español). También en el 2010 la editorial Galén, publica en edición bilingüe (francés y español), su libro de poemas En cuerpo y alma, editado en el 2008 por el Pen Club checo.