April 23, 2024

Revolución Cubana: Con los viejos por delante

Revolución Cubana: Con los viejos por delante

La vanguardia de la Revolución se cae a pedazos, se muere de hambre y se aterra pensando qué será del futuro si se cortan las remesas enviadas desde EE. UU.

Militares retirados fiscalizan la compra de pollo (Foto del autor)

LA HABANA. Cuba. – A principios de diciembre de 2020, en algunos barrios de La Habana la gente del Comité (CDR) estuvo indagando entre los jubilados que vivían solos, supuestamente para otorgarles “una atención” de parte del Gobierno. Varios viejitos en mi barrio se extrañaron de que a estas alturas las autoridades se acordaran de quienes entregaron sus mejores años a la construcción del socialismo para terminar, en el mejor de los casos, dependiendo de familiares emigrados o del favor de sus vecinos, pues las pensiones en Cuba son la mayor prueba del fracaso de la Revolución impuesta por Fidel Castro.

La movida ocurrió antes de que Díaz-Canel anunciara la “Tarea Ordenamiento” y poco después de la huelga de hambre en San Isidro que desembocó en el plantón frente al Ministerio de Cultura. Teniendo en cuenta que el castrismo no es gentil ni hace nada desinteresadamente, aquel repentino interés por los jubilados exhalaba el tufillo de la manipulación. Los “tanques pensantes” del régimen buscaban la manera de motivar a las generaciones desencantadas para que, una vez más, salieran en defensa del sistema.

En varias circunscripciones convocaron a gente mayor de 60 años, en un intento patético por despabilarles la esperanza y la combatividad. Mientras lo ocurrido en San Isidro era la comidilla de la ciudadanía, en las colas chocaban las opiniones de personas que ya peinan canas: algunas enfatizaban que “aquí no se rinde nadie” y otras les recordaban que emigrar es también una forma de rendición; así que Cuba se había rendido ya, por lo bajito, unas tres millones de veces.

El año 2021 ha empezado a puntapiés con los viejos. Bajo el azote de la unificación monetaria, excombatientes de las misiones en África intentan alinear el llamado a preservar las “conquistas” con una experiencia personal de años en el más completo abandono por parte de la dictadura y de sus propios hijos, a quienes descuidaron por estar haciendo Revolución en los tiempos de la confianza ciega en un futuro luminoso. No han faltado quienes, deseosos de sentirse otra vez importantes, han vuelto a vestir el uniforme militar para defender la patria contra el desabastecimiento “provocado por el imperialismo”, viendo en cada cola una reedición de Girón, y en cada colero un alzado del Escambray.

Tragicómico es observar a esas verdolagas museables tratando de controlar el caos en las filas del pollo, enredándose con los carné de identidad que se escurren entre sus dedos temblorosos. El fanatismo no los deja entender que su presencia multiplica las dificultades, mientras el chamaco asignado para apoyar en las labores de organización aprovecha esa lentitud desesperante y saca partido colando gente por 100 pesos, que otra cosa no puede esperarse de los pinos nuevos, deseosos de progresar a la sombra de un árbol podrido.

El 10 de octubre de 2020 marcó el retorno de los actos de repudio protagonizados mayormente por ancianos desdentados, harapientos algunos, fogueados todos en la práctica del absurdo; una tendencia que se mantuvo por la falta de disposición entre los jóvenes, pero también porque el régimen manipula el respeto y la compasión que inspiran las personas mayores, utilizándolas como un instrumento moral al servicio de un socialismo desmoralizado.

Viejas eran las que ese día cerraron el paso a la curadora Anamely Ramos, mientras le gritaban que la calle es de Fidel. Viejas, y bastón en ristre, las que montaron el “numerito” frente al edificio donde permanecían bajo arresto domiciliario la poetisa Katherine Bisquet y la artista visual Camila Lobón. Viejos que cargan una miseria espantosa y articulan consignas como si en ello les fuera la vida, si es que se le puede llamar vida a eso que los mantiene en pie.

Me pregunto qué opinan esos viejos sobre el efecto de la “Tarea Ordenamiento” en los comedores del Sistema de Atención a la Familia, donde subió el precio del almuerzo que siempre fue incomible y ahora es, además, impagable. La vanguardia de la Revolución se cae a pedazos, se muere de hambre y se aterra pensando qué será de ellos si por culpa de la pandemia ese pariente emigrado que los mantiene desde el capitalismo, se ve obligado a suspender o disminuir los dolaritos mensuales.

Ancianos, Cuba, Tarea Ordenamiento
La vanguardia de la Revolución, vigilando una cola de pollo (Foto del autor)

Puede parecer contradictorio, pero no todos los ancianos que se prestan a mítines de repudio son unos infelices dispuestos a hacer el ridículo a cambio de cualquier minucia. Los hay muy desvergonzados que se atarugan de fidelismo, y sin el menor aguijonazo moral llaman a sus familiares en el extranjero para llorarles dinero, asegurándoles que esto está cada vez peor.

Ahora que Marino Murillo desde su anchura ha declarado que la responsabilidad por los millones de ancianos que hay en Cuba no puede recaer en el Estado, será interesante ver con qué bríos se llevarán a cabo los próximos actos de repudio. Tal vez comiencen a utilizar jóvenes delincuentes, oportunistas sin un ápice de convicción pero con mucha violencia acumulada. Si no han retomado los actos de repudio de otros tiempos con toda su crudeza, es porque temen que el “pim pom fuera” se les convierta en una bronca multitudinaria y corra la sangre por las calles cubanas, en plena era de Internet. Ya llegaremos a eso de seguir las cosas por este rumbo.

Así luce la Revolución en su caída, con los viejos por delante como único testimonio del gran sueño que una vez involucró a millones. El “detallito” para los jubilados consistió, según me contaron, en agua de colonia, jaboncitos, paqueticos de detergente y otras baratijas que el castrismo compra al menudeo y revende a los cubanos hasta un 200% más caro. Todo fue repartido a juicio de los “cuadros” del barrio, para que nadie quedara desamparado.

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Javier Prada

La Habana, 1979. Graduado de Lengua Inglesa por el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, durante ocho años fue maestro en los niveles de enseñanza Medio y Superior, donde también debió impartir clases de Historia de Cuba debido al déficit de personal docente. Desde 2014 se desempeña como profesor particular de inglés. En su tiempo libre se dedica a la pesca y el dibujo. Actualmente incursiona en la prensa independiente.