May 14, 2024

Recordando a La Lupe Las canciones de La Lupe servían de desahogo a la gente, que, tras la euforia inicial con la revolución, ya estaba más que agobiada

Recordando a La Lupe

Las canciones de La Lupe servían de desahogo a la gente, que, tras la euforia inicial con la revolución, ya estaba más que agobiada

La Lupe Cuba
La Lupe. Foto tomada de Internet

LA HABANA, Cuba.- En este 2020 se cumplen 60 años de la grabación, en 1960 en La Habana, por la productora Discuba, del primer disco de Lupe Victoria Yolí, más conocida como La Lupe.

“Con el diablo en el cuerpo”, un calypso rock compuesto por Julio Gutiérrez, y que se hizo muy popular, dio nombre al disco.

Raras veces el título de una producción discográfica ha sido tan bien escogido. La Lupe, que al momento de la grabación tenía 24 años, en sus shows en el nigth club La Red, en El Vedado, cantaba como una posesa.

El escritor Guillermo Cabrera Infante, uno de sus numerosos adoradores, que allá por los primeros años 60 acudía frecuentemente a reverenciarla a La Red, la definía como “un fenómeno fenomenológico” y aseguraba que aquella mulata santiaguera, pequeña de estatura, pero inmensa en la emotividad, cantaba, “a la vez, como un ángel y como un demonio”.

Durante sus presentaciones, La Lupe era un volcán de sensualidad. Cantaba de un modo desgarrador, gemía, se retorcía, y en raptos de frenesí se quitaba los zapatos y aporreaba con ellos a su pianista acompañante mientras le apremiaba: “Más fuerte, Homero, más rápido”.

En los primeros años del régimen castrista, los shows de La Lupe en La Red, como en otra cuerda distinta a los de Freddy en el bar Celeste, eran la expresión de una Habana nocturna que se negaba a ser domeñada, que prefería el goce a la epopeya y regateaba palmo a palmo los pocos espacios de disfrute que iban quedando.

Las canciones de La Lupe servían de desahogo a la gente, que, tras la euforia inicial con la revolución, ya estaba más que agobiada, exasperada por tantos discursos, movilizaciones militares y consignas que hablaban de muerte.

Imaginen cómo le caería al régimen, siempre tan paranoicamente susceptible, aquella estrafalaria cantante que clamaba, en plena Crisis de los Misiles, con la capital erizada de cañones antiaéreos rusos: “Yo lo que quiero que caiga la bomba”.

La cantante se exilió en 1963. Primero se fue a México y luego se radicó en los Estados Unidos.

En New York fue prohijada por el percusionista Mongo Santamaría, con el que grabó, en 1964, un disco que se hizo muy popular, “Mongo introduces La Lupe”, y que contenía una excelente versión del número de Herbie Hancock “Watermelon man”.

Luego de sus desavenencias con Mongo Santamaría, La Lupe inició una fructífera etapa de trabajo con el famoso percusionista puertorriqueño Tito Puentes, con el que, entre 1965 y 1967, grabó cuatro discos que la lanzaron al estrellato entre el público hispano en los Estados Unidos y en América Latina y España.

La Lupe, que popularizó el ritmo bugalú y era llamada “la reina del latin soul”, fue la primera cantante latina que actuó en el Carnegie Hall y el Madison Square Garden.

Su popularidad declinó a inicios de los años 80. Murió de un paro cardíaco en New York, a los 56 años, el 28 de febrero de 1992.

La tormentosa vida de La Lupe ha inspirado varias películas, novelas y obras teatrales.

La Lupe, cuyas canciones estuvieron vetadas en Cuba hasta no hace mucho, es posiblemente la cantante más temperamental que ha tenido la música cubana.  Escúchela en Puro teatro, La tirana o Qué te pedí, y luego dígame si no supera en intensidad interpretativa a Moraima Secada, Olga Guillot o a la mismísima Elena Burke,  la Señora Sentimiento.

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ACERCA DEL AUTOR

Luis Cino

Luis Cino

Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956). Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.