Elías Amor Bravo, economista
Los dirigentes castristas están acostumbrados a proclamar en los distintos foros internacionales lo que les da la gana, y recibir los aplausos de aquellos que les creen. Es como cuando hablan de derechos humanos o de libertades. Todo mentira. Ahora le tocó el turno a la agricultura y alimentación, a cargo del ministro del ramo, Rodríguez Rollero, quien en la 36ª Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, que se está celebrando en Nicaragua, dijo algunas cosas con las que no podemos estar de acuerdo, básicamente porque no son ciertas.
Conviene recordar que la FAO ha sido tradicionalmente un socio cualificado de los comunistas cubanos, y de hecho, le ha dado una relevancia que no se corresponde con los resultados que propone este organismo. Los coqueteos de Moratinos y ZP con Raúl Castro tuvieron mucho que ver con un eventual apoyo de Cuba a la candidatura del español a la FAO, pero todo quedó en nada. Vaya usted a saber.
En esta ocasión, fieles a la tradición, la conferencia regional de la FAO ha dado espacio a las autoridades comunistas cubanas para presentar algo que es ajeno a la realidad en que viven los cubanos,. Y si no, presten atención al discurso del ministro, repleto de mentiras y patrañas.
La primera mentira: “que Cuba trabaja con intensidad y máxima prioridad en la aprobación de políticas públicas para desarrollar la producción de alimentos”. Si eso fuera cierto, entonces lo hacen mal, porque los cubanos continúan pasando las dificultades de siempre para comer todos los días, e incluso, en el mejor escenario, no sería necesario importar alimentos por 2.000 millones de dólares que desequilibran las cuentas externas de la economía. Las políticas públicas aplicadas al sector agropecuario cubano no funcionan, y las 24 acciones o medidas, como parte de la Estrategia Económico y Social, aprobadas para enfrentar la crisis provocada por la pandemia, no van a dar ningún resultado, por mucho que se empeñe el ministro o el sun sun corda en decir lo contrario.
La segunda, “el acompañamiento de la FAO al gobierno cubano en la construcción del Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional”, aprobado en el Consejo de Ministros el pasado julio. ¿Dónde está ese acompañamiento? ¿En qué se concreta, en dinero, tecnología, recursos humanos, y lo que es más importante aún, cuál es su justificación? La respuesta a estas preguntas debería servir para aclarar si el apoyo viene fundado en las previsiones del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas que hace unos meses, anticipaba una crisis alimentaria en la Isla, similar a Haiti o en caso alternativo, obedece a algún tipo de consigna política.
Y yendo más lejos aún, ¿qué sentido tiene trabajar en la elaboración de un proyecto de ley para dar apoyo jurídico a esa tarea estratégica, si los agentes económicos que operan en el sector agropecuario carecen de los medios para cumplir con los objetivos. El ministro vende humo con este Plan, más o menos lo mismo de siempre desde hace 61 años. En Cuba, con su sistema económico social comunista, no hay nadie capaz de sentar bases para un desarrollo acelerado de los “sistemas alimentarios locales y el desarrollo territorial”. Por el contrario, cada vez que el gobierno mete mano en alguno de estos temas, los resultados acaban siendo peores.
La tercera, “la voluntad del gobierno cubano de situar a la producción de alimentos como un sector estratégico de la economía”. ¿Cuánto tiempo llevan diciendo esto mismo? Los resultados están a la vista. Por mucho que todas las semanas se reúnan los burócratas de la Dirección Superior del gobierno de Cuba para controlar e impulsar el programa de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional, el surco sigue sin cultivar y en Cuba continúa faltando lo básico, y además, la escasez empieza a ser injusta, por cuanto golpea con mayor fuerza a los que sólo tienen pesos cubanos. Los que pueden acceder a dólares, no pasan estas restricciones porque compran en las tiendas que venden en MLC, donde se encuentra casi de todo. A ver si esto lo pueden explicar ante la FAO.
La cuarta, vender como iniciativas destacadas para obtener resultados concretos las majaderías comunistas de “programas tan dispares, como el de autoabastecimiento municipal; el relativo al desarrollo de la agricultura urbana, suburbana y familiar hasta nivel de comunidades y las familias y el desarrollo de los fondos exportables y su encadenamiento productivo con los productores agropecuarios y la industria nacional”. Pasar de las antiguas explotaciones agropecuarias cubanas de los años 50 que generaban todo tipo de productos para los mercados, a la cría de puercos en patios traseros y el cultivo de plantas en tiestos, en la actualidad, ofrece una imagen bastante ajustada de lo que significa el fracaso comunista en la agricultura.
La quinta, es falso decir una vez más en clave de propaganda que “Cuba desarrolla un programa de producción nacional de alimento animal como vía de sustituir las importaciones de piensos y materias primas, con el propósito de hacer sostenible la producción ganadera de la isla”. ¿Dónde está ese plan? ¿Cuáles son sus resultados? Realmente poco se sabe del mismo, y si piensan que pueden destinar yuca o malanga a alimentar al ganado tienen que pensar en un incremento espectacular de los rendimientos que, en las condiciones actuales, es inalcanzable. La imagen del ganado cubano, desnutrido y enfermo, ha dado varias veces la vuelta al mundo.
La sexta, por lo mismo de siempre, ¿de qué sirve volcarse en “ayudas a las empresas estatales del sector agropecuario y forestal”, cuando posiblemente, si el mismo apoyo se diera a los productores privados independientes, los resultados serían mucho mejores? El ministro debería haber dicho algo de la campaña de acoso y derribo que se practica contra los arrendatarios de tierras, a los que se cobran impuestos por dejar parcelas sin cultivas. Unas tierras que no son, ni serán, suyas, por las que deben pagar impuestos, aunque no generen renta.
Las ayudas que el ministro señaló a las cooperativas agropecuarias para darles mayor autonomía y productores individuales o campesinos; y los instrumentos de carácter crediticio, fiscal y financiero no ayudan a los productores agropecuarios a incrementar su producción, porque el origen de las deficiencias no está en el proceso productivo, sino en las bases que lo sustentan, algo que los comunistas cubanos no quieren entender, anclados en sus posiciones ideológicas obsoletas.
Si en vez de andar culpando al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de los problemas de la agricultura en Cuba, se dieran la vuelta a la realidad y observasen realmente donde se encuentra el bloqueo, no dirían tantas majaderías en los foros internacionales. Realmente, las limitaciones para la compra de insumos productivos, alimentos y financiación para implementar las políticas de desarrollo agropecuario se encuentran en la escasa capacidad para generar divisas de una agricultura que, ni siquiera, da de comer a toda la población. El bloqueo está dentro, no afuera.
Estos discursos castristas en los organismos internacionales suelen acabar con el tono triunfalista y la misma demagogia oportunista de siempre, que los hace falsos. ¿Cómo puede el ministro de agricultura de un país incapaz de dar de comer a sus ciudadanos, sumarse “a los esfuerzos para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible, en especial el ODS 2 “Hambre Cero”, y a apoyar la cooperación de la FAO para promover la elaboración y aplicación de políticas públicas que contribuyan a la seguridad alimentaria y la nutrición, eliminando la discriminación en todas sus formas, así como las desigualdades en la distribución y el suministro de alimentos”. Arreglen primero la casa propia, y luego, si tienen tiempo, la de otros. Parece lo más sensato.
La Conferencia Regional de la FAO, para los castristas, ha sido un trámite más. La prueba es que en Granma casi pasó desapercibida. Después de los aplausos, lo mismo de siempre. A perder oportunidades para la necesaria reconstrucción del sector agropecuario cubano a partir de una reforma en profundidad del marco jurídico de los derechos de propiedad. Sin ese paso, no hay camino posible al futuro.
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