Elias Amor Bravo, economista
El nacimiento de la televisión en Cuba se adelantó a muchos países de nivel de desarrollo superior, y fue el resultado de una historia de éxito, de dinamismo económico y de bienestar y prosperidad de la población. Aquel ya lejano 24 de octubre de 1950, se produjo la primera transmisión televisiva en nuestro país, cuando se produjo la salida a las ondas de la señal de Unión Radio-Televisión Canal 4, un momento en que otros dos países de América Latina, México y Brasil, daban los mismos pasos, integrando la tríada fundadora de la televisión en la región.
A partir de entonces, los cubanos se asomaron a las pequeñas pantallas con asombro, para disfrutar de una programación que, en muy poco tiempo, alcanzó niveles de calidad y excelencia, de la mano de los principales directivos del sector, auténticos responsables de aquel proceso innovador. Las ventas de equipos de televisión se dispararon gracias al auge de unas clases medias dinámicas y con un alto nivel de vida.
Posteriormente, la apertura del Canal 12, aumentó la oferta de materiales fílmicos en colores y una recepción experimental, que solo se realizó en La Habana, convirtió nuevamente a Cuba en el segundo país del mundo, esta vez solo después de Estados Unidos, en incorporar una tecnología para la trasmisión en color de los contenidos. Y así, el avance del medio no se detuvo, y en 1952 las emisiones se iban extendiendo por toda la isla, alcanzando la vecina Matanzas, Santa Clara, pero también otras más distantes de la capital, como Camagüey y Santiago de Cuba.
Este acercamiento se logró por medio de la tecnología del kinescopio: un procedimiento que posibilitaba simultanear la grabación de la programación realizada en vivo para su posterior repetición. Esta significativa expansión del medio televisivo hizo que de las nueve ciudades de América Latina donde existía la televisión en los años 50, cinco fuesen cubanas.
En el curso de aquella década mágica, Cuba se convirtió en una de las pioneras de la región en desplegar la televisión, con un notable desarrollo tecnológico y, sobre todo, de la cualificación de los profesionales que se asomaron al sector para desarrollar sus trayectorias laborales. Gracias a ello, años más tarde, los cubanos fueron capaces de trasladar aquella experiencia y conocimiento a otros países, donde actuaron como líderes del nacimiento y desarrollo del medio.
En Cuba, sin embargo, la televisión se convertía así en una industria moderna, sólida, que atraía inversiones extranjeras y que daba respuesta tanto a los intereses comerciales que financiaban sus distintos programas y espacios, como al gran público, cada vez más conectado a aquellos programas de grandes audiencias que empezaron a desplegar el potencial del medio.
El aniversario de la televisión cubana sirve para recordar personalidades que fueron decisivas para el éxito del medio en la isla, y que sin embargo, el régimen comunista ha querido enterrar para siempre en el olvido.
Por ello, ese blog va a tributar reconocimiento a Goar Mestre, un gran cubano sin el que sería imposible datar el nacimiento de la televisión en Cuba hace 70 años. Mestre, santiaguero, después de una trayectoria empresarial en el sector de la publicidad, fundó precisamente en diciembre de 1950 (dos meses después del nacimiento de la televisión) el Circuito CMQ, convertido en poco tiempo en el holding empresarial más potente de Cuba, integrado por siete canales de televisión y nueve de radio, así como otras 30 empresas más.
De modo que la red de TV y radio de Cuba debió mucho a este holding empresarial de capital cubano. Curiosamente, Mestre jugó un papel decisivo apoyando a la revolución contra Batista por su oposición a la puesta en marcha de la llamada Ley del retrato, con la que Batista pretendía regular la radiodifusión en Cuba, y debilitar la posición dominante del holding empresarial.
Su empeño le llevó a lograr en febrero de 1958, que Batista derogase la norma. Se podría decir que aquella fue la última victoria del sector económico y empresarial cubano contra la política, porque desgraciadamente, poco tiempo después se produciría la llegada de los revolucionarios que trastocó todo el proceso seguido hasta entonces, incluida la televisión.
De hecho, el destino de aquel holding privado radiotelevisivo, de propiedad y capital exclusivamente cubano, estaba sentenciado y a mediados de 1959 fue expropiado sin compensación viéndose Mestre obligado a exiliarse en Argentina, donde gracias a su experiencia continuó desarrollando una importante actividad empresarial en el medio televisivo, aportando su experiencia e incorporando a numerosos cubanos que huían de la dictadura comunista de Fidel Castro. El medio televisivo en Argentina debe mucho a Goar Mestre y su historia de éxito. Falleció en 1994,sin regresar a Cuba después de una historia de éxitos que ahora los comunistas cubanos quieren olvidar.
Lo cierto es que la televisión cubana no tiene mucho que celebrar del triunfo de la revolución el 1º de enero en 1959, porque las transformaciones que sufrió a partir de entonces, la retrasaron en contenidos, medios tecnológicos y calidad. Y eso que Fidel Castro fue consciente desde el primer momento del enorme poder del medio, en sus largos y apabullantes discursos trasmitidos en horarios de prime time.
De Cuba desaparecieron los profesionales, los actores, los creativos, en definitiva, todo lo que podía recordar al medio anterior a 1959 y en su lugar, apareció una televisión gris y mediocre, de contenidos ideológicos y políticos al servicio de los censores del nuevo régimen, con un vasto uso de la propaganda y la desinformación, sobre todo en los llamados informativos, en los que se eliminó cualquier vestigio de pluralidad. derivadas de las leyes revolucionarias.
Visto desde esta perspectiva, la televisión cubana es otro de los numerosos sectores de la economía cubana que probablemente se encontraría en un nivel mucho más avanzado que el actual, si no hubiera recibido el impacto negativo y disruptivo de las nacionalizaciones comunistas. Su 70 aniversario no puede olvidar la relevancia de la década transcurrida antes de 1959 sin la que no se puede entender su historia. Forzar el olvido de aquellos años y de las personas que lideraron el sector en la nación es un grave error. Comparar aquella televisión con la actual produce, cuanto menos, tristeza.
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