November 13, 2024

ECONOMÍA ‘Perdemos, no es justo’: trabajadores cubanos de misiones en el exterior sobre la unificación monetaria

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EDUCACIÓN

‘Todos seremos pésimos universitarios’

JORGE ENRIQUE RODRÍGUEZ | La Habana

En el hogar de Ismaray Zaldívar, una joven de 17 años de edad, las discusiones se volvieron el pan de cada día desde que el pasado 9 de septiembre las autoridades del Ministerio de Educación Superior (MES) anunciaron el comienzo de los exámenes de ingreso para el curso escolar 2021.

Sus padres no logran convencerla de seguir el plan original de la familia: que estudiara una carrera universitaria para obtener la Licenciatura en Arquitectura, como su padre y abuelo.

“Ser universitario ya no será algo excepcional. Ahora cualquiera podrá serlo sin importar su índice académico o lugar en el escalafón. Es bastante decepcionante que una persona asuma la vocación por estudiar y el esfuerzo por sobresalir, para que al final quienes no tienen el mínimo de interés y empeño por el estudio tengan el mismo acceso”, critica Zaldívar en referencia a las informaciones sobre la disponibilidad de carreras universitarias.

Las autoridades del MES anunciaron que todos los estudiantes que concluyen el doceno grado tienen asegurada este año —al menos numéricamente— una plaza en la Educación Superior, y que aprobar los exámenes de ingreso no será imprescindible, pues todas las opciones de estudios universitarios recorrerán el escalafón hasta el final.

“Tendrán prioridad”, recalcó el director de Ingreso y Ubicación Laboral del MES, René Sánchez Díaz, “los que aprobaron y luego los que no, pero las ofertas llegarán, incluso, hasta aquellos que no se presenten a las pruebas de ingreso”.

Familiares, estudiantes y académicos han criticado estas decisiones del MES, que catalogaron como regalo de carreras y masividad de universitarios.

“¿Dónde queda el premio por el esfuerzo, por la vocación, por el sacrificio del estudio?”, cuestiona María de los Ángeles Montoto, madre de una joven que también se sintió decepcionada al saber que malgastó los cinco meses de estudio y preparación personal.

“No es dramatismo, pero mi hija Laurita está realmente deprimida. Invirtió meses en prepararse para los exámenes de ingreso a la universidad. Dejó de hacer otras cosas a cambio de estudiar para alcanzar su anhelo de graduarse como universitaria, y resulta que ni siquiera hay que presentarse a esos exámenes para obtener una carrera. ¿Cómo es que tendrán los mismos derechos de acceso lo que han estudiado arduamente y los que no? ¿Cuál mensaje se está enviando a las nuevas generaciones con una decisión tan desacertada como esta?”, inquiere Montoto.

Sin aprender de sus propios fracasos, el régimen cubano insiste en su errada política de la masividad. El innegable descenso del nivel profesional entre los graduados universitarios en la Isla, es consecuencia de una retórica política de formar a profesionales no por vocación o por escalafones, sino masivamente. Los programas emergentes en Medicina, Pedagogía, instructores de Arte y trabajadores sociales han sido ejemplos puntuales.

En criterio del joven académico José Raúl Gallego, “no se puede confundir derecho de acceso universal y gratuito con eliminar los principios de selección sobre la base de capacidades y habilidades que debe haber desarrollado el estudiante que opta por una carrera universitaria”.

Las consecuencias que resultarán de este improvisado giro del régimen, que pone en riesgo al tejido profesional a futuro, es explicada por Gallego, quien ve en esta política de “regalar carreras” un nocivo precedente en muchos aspectos.

“En muchas carreras de universidades cubanas existe ‘promocionismo’, ya que la eficiencia terminal constituye un indicador para la evaluación de las carreras. Esto quiere decir que muchos de esos jóvenes a los que hoy se les otorga una carrera sin siquiera haberse presentado a pruebas de ingreso, puede que lleguen a graduarse; por lo que las consecuencias no quedan solo dentro del recinto universitario, sino que se extienden a la sociedad”, comenta.

Con el enfoque a futuro el joven académico advierte que “habría que ver cuáles son las carreras que se ofrecerán a esos alumnos que, al no presentarse o desaprobar los exámenes de ingreso, se ubiquen en los últimos lugares de los escalafones. Pero si se mantiene la tendencia de otros años, posiblemente sean carreras pedagógicas. Eso quiere decir que los estudiantes que no cumplieron con los requisitos mínimos de ingreso a la Educación Superior, podrían convertirse en los maestros de las futuras generaciones”.

“Es cierto que el país atravesó una situación atípica, que atentó contra la docencia y la preparación para las pruebas de ingreso, pero no creo que esta haya sido la solución correcta”, añade Gallego.

La apatía de adolescentes no está sustentada en el endeble triunfalismo al cual los empuja esta decisión del MES, sino al desapego por el estudio. Estudiar no será la motivación para un alumno en tanto, sin importar la perseverancia o índice académico, tendrá asegurado su ingreso al nivel superior de la enseñanza.

“Por ese camino todos seremos pésimos universitarios”, coincide Gabriel Argüelles, otro joven que invirtió tiempo en prepararse para los exámenes de ingreso para estudiar Historia del Arte.

“Que la educación en Cuba sea gratuita no puede suponer que todos puedan ser universitarios. Esto no puede interpretarse como una opinión excluyente sino de sentido común: no todas las personas tienen la capacidad o el talento para estudios superiores, del mismo modo que no todas las personas que practican deportes tienen aptitud para ser atletas de alto rendimiento. Considero que esta medida del MES es un error, y honestamente tengo la esperanza de que sea rectificada, porque está en juego el futuro profesional del país”, concluye Argüelles.

POLÍTICA

La crisis se profundiza y la población es quien la padece

OSMEL RAMÍREZ ÁLVAREZ | Holguín

Emilio desanda por todo el barrio con un candil de queroseno en sus manos para poder encenderlo. Pregunta quién tiene fósforos, hasta que después de muchos “No tengo, lo siento”, consigue encenderlo. Lo lleva dentro de una vasija más grande para evitar que se apague y tener que volver a la contienda de pedir el mismo favor.

Ahora puede finalmente prender su fogón de leña, con el que cocina desde que la hornilla eléctrica se le rompió. “No aparece una resistencia nueva ni en los centros espirituales. Tampoco la podría comprar si la hallara, porque oigo que en la calle las están vendiendo, cuando la encuentras, en 300 pesos. Y eso es exactamente lo que yo gano en un mes como jubilado, imagina”.

“No venden en la tienda ni fósforos. Hace dos o tres meses que los quitaron del censo (productos normados) para venderlos por la libre, a peso la cajita. Pero ni a medio por el censo ni a peso por la libre, nada, se desaparecieron. Nunca más han vuelto a venderlos. Tengo que desandar de casa en casa a ver quién me enciende el candil y así lo mantengo cuando apago el fogón. Pero de noche lo apago por miedo a un incendio”, explica.

Ana, su vecina, aunque todavía no se le ha roto la hornilla eléctrica tiene otras preocupaciones. Una de ellas es el temor de que se le acabe lo que todavía le queda de un litro de detergente líquido que vendieron por la libreta, hace más de un mes, y que guarda como un tesoro.

“Friego con agua de jabón, pero no puedo gastar el detergente en fregar porque lo estamos usando como champú. Todas las mujeres lo están haciendo así, porque este año no han vendido champú prácticamente y hay que inventar. Crema acondicionadora, ni soñarlo. Hay que olvidarse de la comodidad y la belleza por ahora”, comenta.

“Una vecina me regaló una pizca de champú de verdad, porque trabaja en la empresa Construcciones Militares y a los militares les dan una jaba con todo lo que necesitan: champú, cremas, jabones, detergente y cosas de comer. Pero lo dejé para mi niña, que va a comenzar la secundaria, y así puede llevar el pelo oloroso y bonito el primer día del curso, aunque sea”.

Por otro lado Kenia, una ama de casa sobreviviente del cáncer, nos comenta que “el arroz de la cuota que repartieron en Mayarí es horrible. Es de producción nacional y tiene una calidad pésima, un verdadero picadillo de arroz, no rinde nada. Normalmente en casa nos alcanza hasta el día 20, más o menos, pero este mes solo llegué al día 16. ¡Imagínate, en la calle está a 25 la libra! Esto no hay quien lo aguante”.

“Y las viandas están por las nubes también. Una libra de boniato está a cuatro pesos en este municipio rodeado de tierra y con una presa inmensa llena de agua. Se la pasan haciendo canales y túneles para el agua, pero nadie ve la producción. Estamos jodidos y no se sabe hasta cuándo”, concluye con un tono evidentemente desesperanzado.

Idania, que padece de gastritis y esofagitis por reflujo gástrico, lleva meses sin medicamentos sufriendo los dolores de estómago y dificultades para ingerir alimentos. “No me concentro en mi trabajo, tampoco puedo ser una madre todo el tiempo atenta a mis hijos, porque simplemente el dolor me vence”.

“Es terrible no tener medicamentos. Uno aquí está acostumbrado desde siempre a que falten semanas o un mes, y resolvías con alguien que te regalaba una pastilla. Pero ahora nadie tiene nada porque no hay. Y no hay forma tampoco de seguir una dieta acorde, comemos lo que aparece o no comemos. Ya esto es demasiado, ni cuando el Periodo Especial estuvo tan difícil la cosa con las medicinas”, añade.

El caso de Idania es el mismo de todos los enfermos de Cuba. Las farmacias, así como los mercados, están vacías. Es una etapa más aguda de la crisis endémica del sistema socialista radical que padecemos en Cuba desde 1959, por su propia naturaleza deformada, que es sin lugar a dudas la causa principal de nuestros problemas, ahora más agravados por los efectos negativos de la pandemia de Covid-19 en la economía y el recrudecimiento del embargo norteamericano, con las recientes medidas de Trump.

Es un escenario que muchos cubanos consideran el retorno a la etapa más crítica del Periodo Especial de los 90 y que, por otro lado, un sector de la oposición cree propicio para derribar al Gobierno mediante más medidas de asfixia económica, las que consideran que afectan más a los militares y sus negocios que al propio pueblo.

Pero la realidad muestra que los efectos en la población son cada vez más drásticos, en temas tan sensibles como la alimentación y los medicamentos, con posibilidades de alcanzar tal vez el grado de crisis humanitaria, de continuar este estado de cosas. El Gobierno, por su parte, tiene métodos de control social muy efectivos y una maquinaria propagandística muy hábil para responsabilizar completamente a sus adversarios de todos los problemas.