Desde que a fines de julio pasado el Gobierno cubano diera a conocer su Decreto-Ley No. 4 de 2020, suscrito por la Comisión Nacional para el Uso de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) en la Agricultura, la polémica en torno a la carrera oficial por ampliar el uso de tales cultivos en la Isla no ha hecho más que crecer.
Al mes siguiente de aprobada la legislación, la televisión oficial reportó la exitosa primera cosecha de maíz transgénico creado por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), con rendimientos de cinco toneladas por hectárea, cifra astronómica tomando en cuenta que el promedio nacional es de apenas media tonelada por hectárea.
De acuerdo con el doctor Mario Pablo Estrada García, director de Investigación Agropecuaria en el CIGB, el proyecto de siembra de maíz transgénico, que fue experimentado en 550 hectáreas, escalará en la brevedad: en la primavera de 2021 podrían sembrarse 8.500 hectáreas, de las que esperan obtener hacia agosto entre 40.000 y 50.000 toneladas.
La primera razón para ese despliegue es económica. “Cuando analizas qué importamos, solo cinco productos suman más de 1.200 millones: maíz, soja, arroz, leche y carne, fundamentalmente pollo. Y si sumas frijol, llega casi a 1.300 millones… El trigo no es tan caro, no se produce bien en el trópico, hay que comprarlo, pero el gasto no llega a ser de esa dimensión”, dijo el funcionario al sitio oficial Cubadebate.
“Cuba necesita 900.000 toneladas de maíz seco y 500.000 toneladas de soja (por lo menos, es lo que el país ha logrado comprar en el mejor año) para producir pienso para que haya cerdo, pollo, huevo y otros alimentos. Vamos a empezar a cebar pollo; hoy todo se compra, pero hay que producirlo aquí, tenemos que independizarnos. Se afectó la tilapia, porque también consume pienso. Bueno, ese maíz y esa soja sirven para elaborar el pienso necesario. Solo entre maíz y soja, estamos hablando de más de 500 millones anuales de dólares”, señaló.
“Si se mira el plan de desarrollo del Ministerio de la Industria Alimentaria hasta 2030, los planes que hay para el desarrollo de alimentos con soja son impresionantes. En el mundo hay helados, leches, yogurt y otros productos que son tan nutritivos como los basados en leche. Hay embutidos con un alto componente de proteína de soja. Muchos de los productos que importamos tienen soja. Y muchos programas de la industria cubana de alimentos están basados en la soja, ¿pero vamos a sustentarlos importando? Hay que producirla aquí. Hoy no hay un programa de soja en el país, se va a crear”, aseguró.
Estrada García da por superada la discusión acerca de los riesgos para la salud humana que tendría el uso de los cultivos transgénicos tanto como forrajes para animales destinados a la alimentación humana como por su uso directo en la mesa de los cubanos.
“La soja que compramos hace dos décadas, y la compramos en países como Estados Unidos, Brasil y Argentina, grandes productores de soja en el mundo, es transgénica. Igual sucede con el maíz. Todo el grano transgénico que Cuba consume ha sido aprobado internacionalmente para el consumo animal y humano. Aquí lo aprueba el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología del MINSAP al importarlo; se chequea que esté aprobado internacionalmente. No comemos nada que no esté aprobado internacionalmente y que no tenga menos de 20 años de seguridad comprobada, incluidos estudios de toxicología, ecotoxicología, nutrición, etc.”, explicó.
Asimismo, el experto subrayó otro elemento central de la estrategia oficial cubana: la soberanía tecnológica y alimentaria que supone el uso de OGM desarrollados en laboratorios locales.
“Gracias al desarrollo que ha logrado Cuba en la industria biotecnológica contamos con instituciones científicas capaces de lograr estos avances. Segundo, lo hacemos sobre variedades cubanas: se transforma genéticamente una variedad de maíz cubana. (…) Por tanto, tenemos la propiedad completa sobre esa semilla. Y no hay patentes extranjeras aquí”, aseguró.
También Armando Rodríguez Batista, viceministro de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), indicó que, pese a los planes de incremento de los nuevos cultivos, ese no es “el único camino, sino una alternativa más, y es muy importante su vínculo con el momento que atraviesa el país, impulsando la soberanía alimentaria sobre la base de la ciencia, la tecnología y la innovación, la producción nacional y la incorporación de la industria”.
El problema de fondo que los funcionarios no mencionan
Los argumentos de las autoridades evitan mencionar el problema de fondo que empuja al Gobierno a “huir hacia delante” para resolver la crónica escasez de alimentos que sufren los cubanos: la improductividad de un modelo agrario que impide a los agricultores ejercer libertades imprescindibles para el desarrollo de una agricultura eficiente.
De acuerdo con cifras oficiales, la agricultura cubana, tanto la estatal como la privada, aportan solamente un 3,7% al PIB, lo que explica que la Isla importe el 80% de los alimentos que consume.
Precisamente mientras el Gobierno hacía público su flamante Decreto-Ley sobre los transgénicos, la Liga de Campesinos Independientes y el capítulo cubano de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR) le proponían la iniciativa “Sin campo no hay país”, que hasta la fecha sigue sin respuesta.
Esteban Ajete Abascal, líder de la Liga de Campesinos Independientes, recordó a DIARIO DE CUBA que “el punto más débil que tiene el campesino cubano hoy es que las tierras son usufructo del Estado, y cuando el Estado determine sembrar algo, hay que hacerlo o les retiran el título de la tierra. Ese es uno de los cinco puntos que estamos planteando: que se les entreguen títulos permanentes para que los campesinos siembren lo que quieran. Así que estamos a expensas de lo que el Gobierno quiera hacer”.
Para el líder campesino, la campaña a favor de los transgénicos forma parte de una tendencia que en las pasadas décadas ha transformado la explotación de la tierra en América Latina, con especial impacto en países como Argentina y Brasil.
“En el mundo entero esto es una variante que se ha utilizado para mejorar el rendimiento de los cultivos. En este caso, yo tengo mi punto de vista por la parte de la salud, pero no se trata de mi punto, sino de que hay que buscar una alternativa para paliar la situación de la hambruna, independientemente de la exigencia que le estamos haciendo al Gobierno con la campaña. Lo otro depende de que el Gobierno nos tenga en cuenta como campesinos independientes, con las semillas de diferentes variedades, etc”, señaló.
No solo Ajete Abascal ha cuestionado la estrategia oficial desde el punto de vista de la gente a pie de surco.
El agrónomo cubano Fernando Funes Monzote expresó en sus redes sociales que “hay muchas maneras de lograr la soberanía alimentaria para Cuba y ninguna de ellas son los transgénicos”, mientras que la investigadora Aleyda Marrero Terán advirtió: “La ambición por glorias científicas y por justificar ineficiencias que han frenado y frenan la producción agraria cubana, pueden conducir a errores que comprometan para siempre la posibilidad de lograr la agricultura prospera y sostenible que necesitamos”.
“Cuando aún no se ha logrado alcanzar los potenciales de las variedades con que cuenta el país, incluso con muy bajos insumos, no sé qué hacemos acudiendo a un transgénico o un híbrido vietnamita con un ‘buen paquete tecnológico’. Bienvenidos los transgénicos e híbridos cuando la eficiencia haya sacado de las variedades actuales todo su potencial”, agregó.
“Sin campo no hay país” demanda la entrega de títulos de propiedad en lugar de usufructos limitados a los productores; libertad para producir, vender e incluso exportar e importar, sin mediación estatal; y una moratoria de impuestos por diez años para trascender la crisis actual.
Con esas peticiones coincidieron los economistas Pedro Monreal, Julio Carranza, Humberto Pérez, Fidel Vascos y Joaquín Benavides, quienes lanzaron en el verano una carta abierta denominada “Propuesta de reforma y programa agropecuario en el corto y mediano plazo en Cuba”, en la que alertaron que “o se abandona de inmediato el sistema de monopolio estatal centralizado en la agricultura o enfrentaremos una horrible hambruna a corto plazo”.
“El Gobierno tiene que acabar de entender que este es un problema sistémico y que ninguna medida de mercurocromo adoptada ‘sin pausa pero sin prisa’ podrá conjurar la tormenta. Con talento, pero también con patriotismo, civismo y decencia, podemos prevenir esta tragedia”, señalaron.
Entre las principales propuestas del documento está liberar a los campesinos y productores locales de los compromisos obligatorios con las empresas del Estado, así como permitirles transportar y vender sus productos sin necesidad de contar con una licencia específica para ello.
También los especialistas sugieren orientar el papel de la empresa de Acopio al “abastecimiento mayorista de grandes volúmenes a distancia”, principalmente a grandes centros urbanos, como es el caso de La Habana, limitar al 50% las obligaciones de los productores con la entidad y eliminar “los precios máximos” estipulados en el pago a los agricultores.
Los transgénicos: ¿una nueva ‘Zafra de los Diez Millones’?
El viceministro del CITMA Armando Rodríguez Batista negó que la tecnología transgénica sea “el único camino, sino que es una alternativa más, complemento de la agricultura convencional”, o que vaya a ocurrir “una explosión en el uso de los OGM”.
Pero Mario Pablo Estrada García ha anunciado que el CIGB tiene ya “una patente de una semilla transgénica de soja cubana”, mientras trabaja en otra del mismo cultivo “que está en estudio, no en producción (…) Con la vista en el futuro, ha habido interés de varios países por adquirir la semilla cubana”.
Asimismo, aseguró que los investigadores cubanos están trabajando para tener una caña de azúcar transgénica, y también hay planes de trabajar con el frijol, que es vital en la dieta del cubano.
Ante tales anuncios, y de cara a la historia de los proyectos mesiánicos del castrismo, entre los que la Zafra de los Diez Millones, el Cordón de La Habana o la promesa incumplida del “vasito de leche” diario para cada niño hecha por Raúl Castro son presencias latentes en el imaginario nacional, el augurio que lanzan los transgénicos vuelve a hacer saltan las alarmas.
¿Será esta la nueva “solución salomónica” del Gobierno cubano para resolver la ausencia de alimentos en la mesa de los hogares cubanos?
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