El eco de San Isidro, o el día cero de la Libertad
Dependerá de la voluntad y capacidad de los cubanos mantener el ímpetu, y extenderlo a otros espacios cívicos. El régimen intentará no ceder, presionar y desarticular; pero se ha ganado en madurez política lo suficiente como para que esta ola de renovación ciudadana continúe sumando afinidades
LA HABANA, Cuba.- Al filo de las 9:30 de la noche, tras casi diez horas de espera, un grupo de 32 personas elegidas en representación del nutrido grupo de artistas e intelectuales que desde la mañana de ayer permanecían en las afueras del Ministerio de Cultura exigiendo un despacho con su titular Alpidio Alonso Grau, pudo acceder a la institución para entrevistarse con el viceministro Fernando Rojas. Antes de cruzar la verja, y luego de haberles prohibido llevar consigo sus teléfonos móviles, compartieron una serie de demandas con la totalidad de los asistentes.
Entre las exigencias figuraba el derecho a la libertad de expresión y creación; el derecho al disenso y al posicionamiento independiente; el cese del hostigamiento, la difamación y la persecución política contra cualquier ciudadano que se muestre en desacuerdo con las políticas del Estado; la revisión del caso de Denis Solís, y el derecho de Luis Manuel Otero a regresar a su domicilio, donde tiene prohibida la entrada.
El mitin ciudadano frente al MINCULT se produjo en respuesta a los sucesos que tuvieron lugar la noche del 26 de noviembre en la sede del Movimiento San Isidro (MSI), cuando fuerzas represivas allanaron la vivienda y se llevaron violentamente a las catorce personas que permanecían allí desde el día 18, algunas en huelga de hambre y sed, en protesta por el encarcelamiento arbitrario del rapero Denis Solís tras un juicio sumario por el supuesto delito de Desacato.
La brutalidad de la acción, y la cobardía con que se llevó a cabo —de noche, tras haber cortado el acceso a las redes sociales y aprovechando la celebración de Thanksgiving en Estados Unidos—, demostró que el régimen jamás tuvo la intención de negociar. La campaña de desprestigio contra los acuartelados en Damas 955, lanzada desde los medios estatales de comunicación, refrendó que contra cualquier oponente la postura del castrismo sigue siendo negar, despreciar, asesinar moralmente y reprimir hasta que solo quede el silencio.
Lo ocurrido en San Isidro fue la gota que colmó el vaso. Quienes ayer se plantaron frente al Ministerio de Cultura lo hicieron por la necesidad impostergable de poner punto final a la inconstitucionalidad que impera en Cuba, a la aplicación discrecional de la ley que convierte el derecho en delito y da luz verde al abuso policial. La libertad de expresión, creación y asociación; el derecho al disenso y la solidaridad no pueden ser material útil para los discursos con que el régimen se lava la cara ante organismos internacionales, mientras condena a su propio pueblo a la muerte cívica y reacciona con violencia desproporcionada contra quienes no se resignan a vivir de esa manera.
Respetadas personalidades de la cultura como Fernando Pérez, y artistas de la talla de Leoni Torres y Jorge Perugorría se presentaron para mostrar su apoyo, mientras los pacíficos demandantes aguardaban el desenlace luego de una jornada sin comer ni beber. Para evitar que se sumaran más simpatizantes, los esbirros desplegaron un cerco alrededor de la zona, tal como hicieran dos años atrás, cuando la performer Tania Bruguera y artistas del Movimiento San Isidro intentaron plantarse en las afueras de la institución para protestar contra el Decreto 349.
A pesar de la fuerte movilización de policías, agentes de la seguridad del estado y tropas de repudio, el número de asistentes fue en aumento y en la madrugada ya superaba las trescientas personas, con amplia cobertura por parte de la prensa independiente y extranjera. Un grupo de jóvenes que se había separado del mitin para conseguir provisiones, tuvo un enfrentamiento con la policía cuando intentaban regresar. Les rociaron gas pimienta en el rostro y tuvieron que correr para no ser arrestados.
Tras varias horas de negociación, finalmente los 32 representantes hicieron públicos los acuerdos alcanzados: abrir un canal de diálogo entre las instituciones y los artistas; interesarse con urgencia por la situación de Denis Solís y Luis Manuel Otero Alcántara; desarrollar una agenda de trabajo múltiple con todos los artistas; revisar la declaración de la AHS; respetar los espacios independientes de reunión de los artistas; reunión con el ministro de cultura la semana próxima; y garantías de que los asistentes al mitin podrían regresar libremente a casa, sin represalias por parte de las fuerzas represivas.
El mes de noviembre cierra con el pulso acelerado, síntoma de una Cuba turbulenta, asediada por la pobreza, el oprobio y la obcecación de sus dirigentes. Las personas que se dieron cita frente al MINCULT encarnan el “basta ya” que millones han gritado, algunos a toda voz, otros en un murmullo, muchos más con el pensamiento; pero todos desde el mismo dolor y hastío.
Aunque parezca poco, es mucho lo que se ha logrado si se toma en cuenta que la contraparte de anoche era la misma que en marzo pasado dijo querer “una Cuba sin Alcántara”. Aquel post sicario, indigno de funcionarios públicos en un país que se presenta como modelo de humanismo y justicia, jamás será olvidado.
Dependerá de la voluntad y capacidad de los cubanos mantener el ímpetu, y extenderlo a otros espacios cívicos. El régimen intentará no ceder, presionar y desarticular; pero se ha ganado en madurez política lo suficiente como para que esta ola de renovación ciudadana continúe sumando afinidades.
Es un hecho que las dictaduras no dialogan. No saben cómo hacerlo y no aprenderán; pero no importa ya. Al castrismo se le acabó el tiempo. Este remanente de autocracia solo se mantiene en pie gracias a la aplicación sistemática del terror y la represión como políticas de estado. Se ha quedado sin argumentos, la ciudadanía le ha perdido el respeto, su propia prensa le pone traspiés y hasta sus alcahuetes históricos prefieren pisar con cuidado. Otra Cuba amanece, rompiendo el molde que la mantenía pequeña y fruncida. La resistencia en San Isidro ha marcado el día cero de la Libertad.
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Anay Remón García. La Habana, 1983. Graduada de Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Durante cuatro años fue profesora en la Facultad de Artes y Letras. Trabajó como gestora cultural en dos ediciones consecutivas del Premio Casa Víctor Hugo de la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado ensayos en las revistas especializadas Temas, Clave y Arte Cubano. Desde 2015 escribe para CubaNet bajo el pseudónimo de Ana León. Desde 2018 el régimen cubano no le permite viajar fuera del país, como represalia por su trabajo periodístico.
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