April 27, 2024

OPINIÓN El castrismo es terrorista desde sus orígenes ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles

OPINIÓN

El castrismo es terrorista desde sus orígenes

ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles

Una vez más el castrismo ha acudido al viejo truco del ladrón que grita por la calle: “¡Al ladrón…agarren al ladrón!”

Es lo que hacen ahora los jerarcas de una tiranía terrorista de pies a cabeza desde sus orígenes, al acusar de terroristas a los pacíficos jóvenes artistas del Movimiento San Isidro (MSI) e inventar acciones preparadas por el MININT para mentir y “probar” en la TV que son actos terroristas pagados desde EEUU. ¿Hasta cuándo?

Primero hay que preguntarles a quienes en el Comité Central del PCC escriben los editoriales en Granma, a Miguel Díaz-Canel y a Bruno Rodríguez Parrilla qué dirían si el Gobierno de Washington ataca deliberadamente y hunde frente a las costas de la Florida a un remolcador repleto de civiles desarmados y mueren ahogados 41 de ellos, incluyendo 10 niños. ¿Que fue un accidente?

¿Cómo entonces la dictadura de Raúl Castro se atreve a pronunciar la palabra terrorismo y acusa de terroristas a quienes sabe de sobra que no lo son?

Los jóvenes del MSI y los que los apoyan no tienen ni un tiraflechas, ni la intención de agredir a nadie. Solo reclaman, civilizadamente, lo que antes Fidel Castro y sus seguidores exigían a tiros, con bombazos y atentados terroristas, y matando civiles en las calles. Ellos exigen que no les den más palos y se respete el derecho a expresarse y tener la libertad creativa que les niega la “revolución”.

Cuando Fidel Castro fue juzgado por haber dirigido a 135 jóvenes que, disfrazados de soldados del Ejército, asaltaron el cuartel Moncada mientras dormían de madrugada los soldados y mataron unos cuantos de ellos, declaró que no fue terrorismo, sino una acción legítima basada en el derecho constitucional  a rebelarse contra un Gobierno ilegítimo y dictatorial.

Cuando el Movimiento 26 de Julio, dirigido unipersonalmente por Castro I, hacía explotar bombas por doquier que mataban civiles inocentes, y ejecutaba a personas en plena calle, el jefe del movimiento argumentaba que eran legítimas acciones de guerra.

Y es que todo era coherente con el ADN pandilleril de Fidel Castro, un hombre sediento de poder y fama que irrumpió en la escena política a tiro limpio como un gángster. A fines de los años 40 y principios de los 50 el joven Fidel baleaba  por la espalda a sus rivales políticos. Una vez en el poder, también a tiro limpio y no por sufragio universal, no cumplió su promesa de restablecer la Constitución de 1940 y convocar elecciones. Y encima remató: “¿Elecciones para qué?”.  Mientras tanto, fusilaba a  diestra y siniestra a miles de cubanos por motivos políticos. Y argumentaba que eso era legítimo, pues la revolución era “fuente de derecho”.

Falso, una revolución no es fuente de derecho si de ella no emana un Estado de derecho. No hay derecho que niegue al derecho mismo y que se sustente en la violación de los derechos humanos. De la Revolución Francesa emergió rápidamente la Declaración de los Derechos del  Hombre y del Ciudadano (1789).

En esa irracionalidad jurídica se afinca el castrismo, como antes lo hicieron los estados fascistas y comunistas. Por eso el comandante convirtió el terrorismo callejero del M-26-Julio en terrorismo de Estado.

El Movimiento 26 de Julio era típicamente terrorista

El M-26-Julio tenía la consigna de las “Las tres C: Cero Cine, Cero Compras, Cero Cabaret”. Esa máxima le dio luz verde al terror jacobino-castrista. Estallaron cientos de bombas, tal vez miles, en toda la Isla. En La Habana en una sola noche, 8 de noviembre de 1957, explotaron 100 bombas.

Los artefactos explosivos sembraban el terror en grandes tiendas, teatros, cines, cabarets, night clubs, parques públicos, gasolineras, estaciones de trenes y de ómnibus, en grandes fábricas, como el  incendio de la refinería de la Esso Standard Oil y de las plantas generadoras de electricidad y el  acueducto de Vento en La Habana. Causaron muertos, heridos y destrucción en lugares muy concurridos como la Terminal de Ómnibus Nacionales de La Habana, la Estación de Ferrocarril de Bejucal, el Ten Cents de Galiano, donde resultó herida una consumidora con su nieta.

Yo nunca podré olvidar la noche de  julio de 1958 en la que fui testigo presencial de cómo una bomba “revolucionaria” colocada en el Parque Martí de Ciego de Avila, un sábado por la noche, mató a tres avileños e hirió a seis. La bomba era  para asesinar a Andrés Rivero Agüero, candidato batistiano a la Presidencia, pero el  terrorista del M-26-Julio se acobardó y en vez de ponerla en el hotel Santiago-Habana la puso debajo de un banco en la plaza más concurrida de la ciudad. Estaban contemplando el constante pasar de las bellas avileñas y murieron al instante Martín Rodrígez, José Freyre y Rodolfo Legón, quien estaba con su hijo pequeño Jorge Legón, de solo dos años, quien resultó herido de gravedad.

El padre de un barbero cabo del Ejército, Dionisio Goulet, llamado Antonio, murió destrozado por una bomba en su casa en Santiago de Cuba, y herida su nieta de 15 años. Agustín Gómez Lubián murió cuando iba a lanzar una bomba que habría matado a archiveras y lectores en una biblioteca pública en Santa Clara, y Urselia Díaz Báez murió cuando intentaba poner una bomba en el baño de las mujeres en el Teatro América de La Habana.

También murieron al estallarles encima los artefactos explosivos que llevaban Enrique Hart Dávalos, Carlos García Gil y Juan González Bayona. Otros miembros del M-26-Julio perdieron brazos, manos o  piernas al estallar los explosivos al manipularlos.

El terrorismo “revolucionario” incluyó el secuestro del campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio, y el secuestro de dos aviones de la Compañía Cubana de Aviación. Primero, en octubre de 1958, fue secuestrado, un DC-3 con 14 pasajeros a bordo, y al mes siguiente fue secuestrado un Viscount-755 que por la violencia de los secuestradores cayó en la Bahía de Nipe y murieron 17 de los 20 pasajeros a bordo.

La Habana practica el terrorismo internacional

Ya en el poder los hermanos Castro fueron más allá e infestaron de terrorismo a América Latina con saboteadores y guerrillas urbanas. Matones del MININT han asesinado a “enemigos” de Cuba en diferentes países. En 1990 agentes de la inteligencia castrista en Guatemala atacaron a tiros al cubano anticastrista  Luis Posada Carriles, quien fue gravemente herido. Y no pocos en Washington están convencidos de Castro I intervino en el asesinato del presidente John F. Kennedy.

Grupos de saboteadores autóctonos, dirigidos o financiados por La Habana han asesinado a latinoamericanos en las calles, asaltado  bancos, incendiado fábricas y tiendas, y estaciones de trenes, etc.

Y eso sigue ocurriendo hoy. Hay sobrados indicios de que en la devastación terrorista ocurrida en Chile en octubre de 2019  se movía el largo brazo de La Habana. Fue muy obvio el profesionalismo con el que se planeó y ejecutó la destrucción de  23 estaciones del metro de Santiago.

Hoy la Junta Militar de Raúl Castro  dirige el aparato de torturas y terrorismo en Venezuela que ha costado la vida a unos 18.000 venezolanos. Muchos torturados han denunciado la participación de  cubanos cuando los torturaban, identificados por su acento al hablar.

Cuba, refugio seguro de terroristas de todas partes

Además, Cuba ha sido, y es, refugio seguro de terroristas extranjeros de todas partes, como los líderes de la sanguinaria ETA (entidad terrorista vasca), los del ELN de Colombia;  prófugos de la Justicia de EEUU, y cuanto  terrorista huye de los tribunales en el mundo.  La consigna apocalíptica del Che Guevara de “Crear dos, tres, muchos Vietnam”,  fue lanzada al mundo por Fidel Castro para incendiar el planeta y acabar con el “imperialismo”.

Es hora ya de que Raúl Castro y sus compinches represores, terroristas per se, dejen de gritar “al ladrón”. Hay que llevarlos al Tribunal Internacional de la Haya por crímenes de lesa humanidad.

La barbarie contra el remolcador “13 de Marzo” y los miles de fusilados sin juicio en el Escambray son ya por sí solas causas para que terminen sus días tras las rejas en la mencionada ciudad holandesa.