La separación forzosa y traumática durante más de 8 años que afecta, hoy día, a entre 5 mil y 10 mil padres e hijos, motivada por el castigo de Cuba a los médicos “desertores” bajo la “Ley de los 8 años” queda demostrado, mediante estudios científicos y sobre el terreno en más de 622 casos, que actúa como un “factor estresante tóxico” de tipo contínuo, cuyos gravísimos efectos físicos, mentales y emocionales están ampliamente documentados en psiquiatría.
Esta separación en períodos prolongados y bajo causas forzosas somete al cuerpo a un “estrés traumático” contínuo que altera la forma en que el organismo, a su vez, responde al estrés en el largo plazo, lo que acaba provocando alteraciones negativas de las estructuras del cerebro y su funcionamiento. Entre los 622 casos estudiados se han documentado intentos de suicidio y graves discapacidades.
Los estudios demuestran que las alteraciones cerebrales desembocan en: ansiedad, depresión, problemas de conducta, trastorno de estrés postraumático, menor coeficiente de inteligencia, obesidad, funcionamiento deficiente del sistema inmune, menor crecimiento físico, mayores tasas de afectación por cáncer, mayores tasas de enfermedades cardíacas y pulmonares, mayores tasas de accidentes cerebrovasculares y morbilidad, entre otros.
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