El 1 de enero, día cero de la Tarea Ordenamiento —que arrancó con un pan tan malo como de costumbre, pero cinco veces más caro para la población—, Miguel Díaz-Canel compartió en su cuenta de Twitter el artículo “Se acabó el pan de piquito“, de Pedro Jorge Velázquez, publicado en el periódico Juventud Rebelde.
El autor se vale de interrogatorios a periodistas independientes e intervenciones en eventos de personas como Yoani Sánchez —convenientemente editados para su inclusión en un reporte de la televisión cubana—, para sumarse a la campaña de descrédito contra quienes ejercen la profesión fuera del control estatal.
En los interrogatorios, los periodistas independientes no actúan como quien tiene algo que ocultar y admiten que cobran por lo que hacen. El autor de “Se acabó el pan de piquito” (y el pan subsidiado, aunque ese no preocupa a Velázquez), cita un argumento que califica de vacío (“cobramos dinero como mismo cobra un periodista de la prensa estatal”) para marcar la diferencia: “Los periodistas de los medios estatales tienen un salario. Sí, pero ¿saben de dónde sale ese salario? Del pueblo. No sale de los bolsillos de Díaz-Canel, como algunos parecen creer… Es de las manos del pueblo. El presupuesto estatal lo produce el trabajo del pueblo, por tanto, el pueblo tiene derecho a exigir una mejor prensa, una prensa más cercana a sus problemas y a sus cotidianeidades”.
Sí, es el pueblo cubano el que financia el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, al que pertenece menos del 15% de la población. El pueblo paga los salarios de los periodistas de ese y todos los medios estatales, pero no les dice qué publicar, quizás porque en Cuba no se cumple la fórmula capitalista que menciona Velázquez: “El que paga, manda”. En Cuba, paga el pueblo, ¿pero, quién decide lo que se publica en la prensa estatal?
Nadie que haya trabajado en un medio estatal ignora quién determina qué se publica y qué no. De septiembre de 2003 a diciembre de 2006, trabajé en el semanario Tribuna de La Habana. Como traductora de la página web, era parte del personal periodístico, por lo que debía asistir a las reuniones en las que se analizaba la última edición del periódico y se proyectaba la siguiente. El jefe de Información era el encargado de anunciar los temas que se incluirían. Su intervención, invariablemente comenzaba con la siguiente frase: “Al Partido, le interesa que esta semana se traten los siguientes temas…”.
El Partido Comunista, que no remuneraba a los periodistas de Tribuna de La Habana, excepto con dos jabitas de comida al año (por fin de año y por el 26 de julio, al menos en aquella época), determinaba sobre qué debían escribir los profesionales de la prensa pagados por el pueblo.
En aquel entonces, cuando yo aún no había escuchado el término “sociedad civil”, no había visto ni de lejos a un activista y la palabra “opositor” me daba miedo, ya me preocupaba el tema del racismo y escribí un artículo al respecto. Estuvo a punto de publicarse, pero en el último momento, se me informó que el Partido no lo consideraba “oportuno”.
Intenté que viera la luz en otro periódico estatal, financiado por el pueblo, ubicado en el mismo edificio del Poligráfico. Tenía razones para apostar por el director de ese medio: Primero, decía que le había encantado un artículo que sí me publicaron en el Tribuna. Segundo, era negro como yo. Acerté. Su respuesta fue que el artículo le gustaba y que estaba “totalmente de acuerdo” con todo lo que yo decía. “Pero como director de un periódico no te lo puedo publicar”.
El Partido no solo no consideraba “oportuno” el tema del racismo, tampoco el eterno problema del transporte público era pertinente, pese a las insatisfacciones que causaba (y todavía causa) en el pueblo que pagaba los salarios de los periodistas.
Quizás, al ser Granma el órgano del Partido único a nivel nacional, y ser el Tribuna el órgano en la capital, algunos consideren lógico que el Partido determine qué se publica y qué no. Lo sería si fuera solo ese 15% de la población el que financiara el Granma y a todos los órganos que tiene el Partido en el país. Pero la contribución de ese 15% de los cubanos, que incluye a muchos miembros hartos y cada vez menos partidarios del PCC, no alcanza para financiar un órgano por provincia además del nacional.
Diecisiete años después, los profesionales de la prensa estatal tampoco tratan los problemas que afectan al pueblo que paga sus salarios. Les preocuparon las colas en Estados Unidos y Miami durante la pandemia, pero no abordar la creciente desigualdad que han generado las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC). El único periodista de un medio oficial que lo hizo, ha denunciado posteriormente las consecuencias que ha sufrido.
Los periodistas que cobran salarios pagados por el pueblo no cuestionaron que, mientras el mundo cerraba fronteras ante la expansión del Covid-19, el Gobierno cubano intentara atraer turismo y que tardara en cerrar incluso tras la detección de los primeros casos: tres turistas italianos. Tampoco han cuestionado el repunte del Covid-19, asociado a casos importados, tras la reapertura de los aeropuertos.
A esos periodistas les interesa quién paga a los periodistas independientes y cuánto, pero no cuánto cuesta el reloj que portaba el presidente Díaz-Canel el día en que se apareció en la “tángana” del parque Trillo, ni quién paga su salario, ni a cuánto asciende. Tampoco les preocupa la calidad del pan por el que los cubanos ya pagan cinco veces más, ni cómo van a sobrevivir en medio de la Tarea Ordenamiento.
A estos periodistas no les resulta inverosímil que durante 60 años todos los que han deseado un sistema político distinto, todos los que se han opuesto abiertamente, hayan sido considerados mercenarios o delincuentes disfrazados de opositores.
Pero, ya que el salario de los periodistas lo paga el pueblo, como ha reconocido Pedro Jorge Velázquez, ¿los cubanos que no se sienten satisfechos con el periodismo de los medios estatales podrían destinar la parte con que contribuyen al presupuesto de la prensa estatal a financiar una no estatal? ¿Los cubanos que no son miembros del PCC podrían negarse a continuar financiando el Granma y el resto de los órganos del Partido?
En Cuba, el pueblo paga, pero no manda. ¿No podría al menos escoger a quién le paga? Ante las quejas por el alza de los precios de los periódicos impresos que se distribuyen en Cuba, Correos de Cuba respondió que las personas no están obligadas a suscribirse a todos. ¿Si es posible escoger a cuál suscribirse, por qué no lo es también escoger a cuál se financia?
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