Por la libertad de Cuba…“¡Rompamos las cadenas!”
El pasado domingo, “XXIII aniversario de la Misa de San Juan Pablo II por la Patria en Santiago de Cuba”, un grupo de cerca de cuatro centenares de compatriotas dio a conocer un documento sobre la situación actual de la Isla
LA HABANA, Cuba. – El pasado domingo, “XXIII aniversario de la Misa de San Juan Pablo II por la Patria en Santiago de Cuba”, un grupo de cerca de cuatro centenares de compatriotas dio a conocer un documento sobre la situación actual de la Isla. Entre los firmantes figuran varios sacerdotes católicos, así como numerosos laicos comprometidos.
El manifiesto, publicado en el blog Pensemos Juntos Cuba, lleva como título inicial “He visto la aflicción de mi pueblo”. Se trata del texto de un versículo bíblico que fue escogido por los redactores para dar nombre a su obra. No obstante, en este mismo diario digital, al publicarlo el pasado lunes, con gran agudeza se le dio mayor relieve a otra frase de carácter menos religioso y más combativo e impactante: “Rompamos las cadenas”.
El documento hace un inventario conciso de las calamidades que padece hoy mismo el pueblo cubano: “Los más pobres sufren los embates de medidas económicas que los dejan desamparados”; “estamos viviendo el colapso de un modelo económico, político y social”; “un grave desabastecimiento, con precios prácticamente inalcanzables”. Y prosigue: Una “situación de mendicidad”; “la generalización de la corrupción”; “crisis del sistema educativo”.
Se señalan con acierto características de hoy: “La sociedad cubana es diversa y heterogénea”; “no existe ya aquella pretendida y a la vez artificial uniformidad social”; “Cuba también es diversa desde el punto de vista político e ideológico”. “Existe una diferencia entre la opinión pública y la opinión oficialmente publicada”; “hay una realidad que no se publica, negándola en nombre de la ideología”.
Pero no sólo se hace un diagnóstico acertado; también se muestra tino al indicar qué medidas se deben adoptar: “Cuba necesita cambios políticos”. La liberación no puede ser sólo obra de Dios; “el pueblo tiene que co-implicarse”. “En Cuba la democracia no será una realidad mientras la pluralidad y la diversidad de pensamientos no sean aceptadas y respetadas”.
Se trata —en pocas palabras— de un documento admirable, que pudiera y debiera servir de plataforma para el logro de un amplio consenso nacional y un movimiento de respaldo masivo a sus planteamientos. Pero parece inevitable tener que reconocer que, por desgracia, el texto posee características que podrían conspirar contra el logro de ese noble objetivo.
Como católico practicante —miembro, desde hace decenios, de la Comunidad de Nuestra Señora del Rosario, en el Vedado habanero—, debo señalar, en ese contexto, el carácter no simplemente religioso, sino incluso confesional de numerosos pasajes del documento.
Desde su mismo inicio se plantea que él se emite “en honor de nuestra Madre y Patrona, Reina de Cuba, Madre de la Caridad”. En el plano personal, nada tengo en contra de ese enfoque. Incluso mi nombre aparece entre los firmantes. Pero esa perspectiva tan católica podría conducir a que muchos compatriotas (en particular, de creencias protestantes) declinen firmarlo, y lo hagan por discrepancias teológicas; no políticas ni ideológicas.
Algo similar —aunque en un plano más general— podría objetarse a otros pasajes del manifiesto. Esto incluye una frase inicial del mismo: “Como creyentes en Dios…”. Aunque la mayor parte de nuestros compatriotas se consideran comprendidos dentro de ese concepto, hay también agnósticos, ateos y librepensadores que merecen todo respeto. ¿Era imprescindible renunciar de inicio a contar con su valioso respaldo?
Esperemos que, pese a esos lunares (al menos, como tales los considero), He visto la aflicción de mi pueblo logre concitar un masivo respaldo. Ojalá que “hermanos separados” y agnósticos, por encima de cualquier discrepancia teológica, valoren los innegables méritos sociopolíticos que ese documento posee.
Conviene mencionar también otro peligro que es menester evitar: insisto en que el manifiesto, más allá de cualquier indicio de sectarismo que él posea, pudiera convertirse en un vehículo de concierto entre la generalidad de los demócratas cubanos. Pero un requisito sine qua non para ello es que conserve su carácter apartidista.
Entre los promotores del manifiesto figuran un buen número de religiosos de merecido prestigio. A algunos he tenido el honor de tratarlos en persona. Es el caso del cura José Conrado Rodríguez Alegre, precursor de posturas cívicas dentro de la Iglesia Cubana, y el padre Devesa, camagüeyano de quien no olvido la forma efusiva en que, cuando nos conocimos, se expresó de los abogados agramontistas, que exaltamos a su ilustre coterráneo.
La presencia de hombres como esos dos y sus colegas parece garantizar que el objetivo de mantener el carácter apartidista del documento se logrará. Porque es indudable que si alguna organización, partido o personaje opositor intentara manipular el escrito para que este aparezca vinculado a su propio nombre, aquel noble propósito quedaría frustrado. En esa eventualidad, que es necesario eludir a toda costa, se harían inevitables descalificaciones y aun retiradas de firmas.
Esperemos que nada de eso suceda. ¡Y quiera Dios que el apoyo masivo al documento desempeñe un papel importante en la lucha del pueblo cubano por su libertad!
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(La Habana, 1943). Graduado en Derecho (Moscú y La Habana). Abogado de bufetes colectivos y del Tribunal Supremo. Presidente de la Corriente Agramontista. Coordinador de Concilio Cubano. Miembro del Grupo de los Cuatro. Preso de conciencia (1997-2000 y 2005-2007). Dirigente de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Ha recibido premios de la SIP, Concilio Cubano, la Fundación HispanoCubana y la Asociación de Abogados Norteamericanos (ABA), así como el Premio Ludovic Trarieux. Actualmente es miembro de la Mesa de Coordinación del Encuentro Nacional Cubano
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