Un buen amigo es jefe del Servicio de (especialidad sin especificar para mantener el anonimato) en uno de los más importantes hospitales habaneros. Se graduó como médico hace 35 años y se hizo especialista hace 28, de los que ha pasado 22 como jefe. Quizás por eso tenga un carácter bastante difícil, aunque es un profesional sumamente respetado.
Por razones de salud, hace pocos días lo consultaba y por supuesto, por mi propia curiosidad profesional saqué el tema del salario, sin que me sorprendiera descubrir que, aun cuando él iba a ganar casi el triple —eso pensé— estaba bastante disgustado. Aunque no por las razones que imaginaba yo.
Me comentó que si él no fuese jefe, su salario habría subido solo a 5.560 pesos, ¡inferior al de su propia hija que acaba de graduarse de su misma especialidad! La razón era que ella antes había cursado Medicina General Integral (MGI), por lo que tiene dos especialidades.
Le pregunté si eso no le parecía normal y me espetó de agria manera (les dije que tenía un carácter difícil) que no, que casi todos los médicos cubanos hacían MGI porque era paso previo obligatorio para poder hacer luego la especialidad que de verdad querían. Si él no había hecho MGI era porque había sido el segundo expediente de su curso y, además, había pasado dos años de misión en el sureste asiático a finales de los 80. Como premio por ese historial, pudo hacer su especialidad directamente.
Le indignaba que el esfuerzo para tener un expediente brillante como estudiante y el sacrificio de dos años de su vida lejos de la familia lo reconocieran ahora con menor salario. Además, “¿y dónde dejamos la experiencia? ¡No valoran en lo más mínimo los casi 30 años que llevo en el salón!”
Pero eso no era todo, se desahogó y me contó que cuando él —como muchos otros— fue a la misión en aquellos años en que no las pagaban como ahora, les prometieron que a su regreso tendrían derecho a comprar un carro… Él aun lo está esperando, y es una espina que lleva bien hondo y de la que nunca habla.
Algo que lo tenía “muy jodido” era que, tras el aumento salarial, el personal había perdido autonomía. Si antes los médicos se autorregulaban –él mismo se iba temprano si no tenía nada que hacer—, ahora había que permanecer hasta las 4:00PM en el hospital para marcar la tarjeta o te descontaban. “¡¿Dime a qué hora salgo yo a luchar una cola o el transporte?!”, se quejó.
Un efecto que dice han notado los médicos (y que yo jamás habría imaginado) es el descenso de los “regalitos”. Es sabido que parte importante de la remuneración de los doctores cubanos es en especie, obsequios de sus pacientes en forma de comida, bebidas alcohólicas, cigarros, recargas al celular o productos de aseo. Pues bien, en lo que va de enero es comidilla en los pasillos que los pacientes están regalando menos. Desconocen si por lo difícil que está siendo encontrar las cosas, o porque la gente cree que ahora los médicos están bien pagados. En cualquier caso, esa parte de su sustento está afectada y les duele.
Sí valora positivamente que por primera vez le estén reconociendo el cargo de jefe y le paguen 750 pesos más, “pero se me irán entre el almuerzo del hospital que ya dijeron costaría 18 pesos diarios, aunque sigan dando la misma bazofia (él usó un término más oloroso) y las meriendas por tener que quedarnos hasta las 4:00PM”. Acomodándose en su asiento concluyó: “El cargo me lo están pagando en mala comida”.
A mi pregunta de por fin cuánto ganaría, me dijo: “Mira, me quitan 315 de Seguridad Social y 92 por Ingresos Personales, quítale 500 en ‘comida’ en el hospital y 200 o 250 de transporte porque cuando no hay guagua tengo que coger el botero —aunque los evito todo lo que puedo—. En total, debo estar ganando ahora poco más de 5.000 pesos, y eso sin incluir el sindicato y el Partido que todavía no han dicho cuánto será, pero se sabe que subieron también”.
¿Y entonces? ¿Si estás ganando 200 dólares y antes ganabas menos de 80 no te parece bien?
Su respuesta fue de un razonamiento económico que reconozco no haber hecho yo mismo: “Tú dirás 200 CUC, que no es lo mismo ni sirven para nada. Las tiendas con cosas para vender están en dólares y yo de esos no cobro ni uno. Lo que venden en la calle está a ‘precio Covid’ directamente en dólares o al cambio en pesos, que no son los 24 oficiales, sino 43, 44 o 45 pesos. Así que en realidad estoy ganando un poco más de 110 dólares al mes. Mi salario habrá subido entre un 40 y un 50%, pero los precios de la bodega, la luz, el agua, el transporte y demás cosas que cobra el Gobierno han subido como un 500%”.
“¿Te digo cómo me siento?”, preguntó mirándome fijamente y sin expresión alguna durante unos largos segundos, luego sonrió, y con voz cansada se confesó. “Estoy asustado”.
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