La educación en Cuba ¿gratuita, pública y de calidad?
Tenga o no hijos, todo trabajador cubano labora dos meses y medios al año íntegramente para pagar la educación ‘gratuita’ en Cuba.
Finalmente reinició el curso escolar en La Habana, y no han perdido oportunidad los herederos del castrismo para recordarnos cuán afortunados somos con nuestro “único en el mundo” sistema educativo.
Ya desde “La Historia me absolverá” Fidel Castro denunciaba la situación de la Cuba republicana, haciendo un retrato deprimente. Decía que a las escuelas rurales asistían “descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar”.
Problemas había, gravísimos, pero la evolución durante la República fue meteórica, los gobiernos de turno, incluso los más dictatoriales, se ocupaban del asunto. Según el Anuario de la Unesco, en 1958 Cuba era el país que más porcentaje del gasto público dedicaba a educación en toda Iberoamérica.
Durante el resto de su vida como único propietario de la Isla, se vanaglorió Fidel de haber logrado una educación “gratuita, pública y de calidad” para el pueblo cubano, pero en esta triada no hay verdad.
¿Educación gratuita en Cuba?
Cada estudiante cubano cuesta 4.740 CUP por curso escolar. Eso significa que del salario de cada trabajador se destinan al sistema educativo 2.100 pesos anuales. Tenga o no hijos, si tomamos como base el salario medio encontraremos que todo trabajador cubano labora dos meses y medios al año —íntegramente— para pagar la educación “gratuita” lograda por el comandante en jefe.
Si comparamos con otros países con modelos de educación pública y universal homólogos al cubano, vemos que de su PIB España dedica el 4% a educación, Austria el 6%, y Suecia un 7%, mientras que la isla caribeña en 2019, ¡tuvo que dedicar casi el 16% de su riqueza nacional!
Parece entonces que no es tan gratuita la educación en Cuba. Muy al contrario, sería de las más caras del mundo.
¿Educación pública en Cuba?
En términos laxos, “pública” significa que se paga mediante impuestos y lo gestiona el Estado, pero en la Cuba actual si eres un padre responsable —y puedes— debes asumir directamente parte significativa de la educación de tus hijos, porque o en la escuela estatal no se dan, o se dan muy poco y muy mal algunas materias imprescindibles para quien no desee que sus hijos terminen siendo reguetoneros.
Es muy habitual que los padres paguen una “escuelita”, especie de academia privada donde les repasan el contenido que mal reciben en las aulas estatales, lo que cuesta 250 CUP al mes. Además está el inglés, el deporte y la educación artística —plástica, danza, música, etc—. Cada una de esas lecciones también cuestan mensualmente 250 CUP. Porque lo de “El deporte, derecho del pueblo” y “La cultura es lo primero que hay que salvar”, hace mucho que pasó a la historia.
Pero si además de su desarrollo intelectual, a los padres les importa la estatura y complexión física de los muchachos, se hace ineludible darles un “refuerzo” proteico para el almuerzo y una merienda para media mañana, que redondeando, costarían unos 400 CUP al mes.
En total, educar medianamente bien a un niño cubano cuesta directamente a sus padres un estimado mensual de 1.400 CUP. Esto es un salario promedio completo más la mitad de otro. Y, si no fuera por los familiares en el exterior o algún ingreso extra más o menos ilegal, la inmensa mayoría no podría cubrir tan indispensable —y privada, no pública— inversión familiar.
¿Educación de calidad en Cuba?
Aun después de haber subido el salario en 2019, el profesorado en Cuba es insuficiente en un 5%. Y lo peor es que esto esconde que muchos “maestros” son realmente auxiliares pedagógicos, estudiantes en prácticas o jubilados y trabajadores de otras profesiones que se contratan para impartir clases.
Decía Fidel en 1953: “Basta ya de estar pagando con limosnas a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar”. Bueno, tan mal le pagó él mismo a los maestros que ya nadie quiere serlo. Hubo de sacarse de debajo de la manga inventos como las soporíferas teleclases o los maestros emergentes, muchachos sin instrucción —y demasiadas veces sin educación— a quienes tras unos meses de entrenamiento ponían frente a un aula.
Hoy cualquiera puede acceder a una carrera universitaria pedagógica, incluso habiendo suspendido las pruebas de ingreso… o sin siquiera presentarse a hacerlas.
A este esperpento humano súmesele la destartalada infraestructura educativa y la falta de medios: libros, cuadernos, sillas y mesas, agua, alimentación decente, laboratorios… Todo lo que pueda alguien imaginarse, de eso hay falta.
Y que decir sobre la calidad de lo que imparten a los educandos. Según el mismo Fidel en su escuela creció: “oyendo hablar de libertad, de justicia y de derechos”; pero hoy los libros de texto son bodrios de inseminación ideológica al más puro estilo estalinista.
Con filigrana retórica, en otra parte de “La Historia me absolverá”, refiriéndose nuevamente a la educación, el joven Fidel se preguntaba a sí mismo, con ese tono acusador macho-imperativo que tantas pasiones levantaba: “¿Es así como puede hacerse una patria grande?”.
Respóndase usted mismo, comandante.
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