Aun con la nueva política comercializadora, los agromercados siguen desabastecidos
En particular, la situación es crítica en los mercados agropecuarios estatales.
LA HABANA, Cuba. – Por supuesto que la producción del sector agropecuario cubano anda mal. Cultivos como el arroz, los frijoles y los frutales, y otros productos como la leche y la carne de cerdo no alcanzan las metas propuestas por las autoridades. Eso sucedía desde mucho antes de la pandemia del coronavirus y del paso por la Isla de la tormenta tropical Eta. En ese sentido y, quizás con la aspiración de que lo poco que haya se distribuya mejor, los gobernantes acaban de anunciar una nueva política comercializadora en este sector.
En su edición del viernes 6 de noviembre, el periódico Granma publicó el artículo “Incentivos y oportunidades de la política de comercialización de productos agropecuarios”, el cual recoge el anuncio de dicha política por parte de Gustavo Rodríguez Rollero, ministro de la Agricultura.
En esencia, la nueva disposición elimina el monopolio comercial que tenía la Empresa Estatal de Acopio en el sector agropecuario y establece que todas las formas de comercialización ―incluyendo las privadas― estarán en igualdad de condiciones. También se estipula que todos los actores presentes en el sector, dícese las cooperativas, los usufructuarios, los propietarios de tierras y las empresas estatales, podrán vender directamente sus producciones en la red minorista del país.
Cualquier observador aprecia que se trata de un viraje de 180 grados con respecto a la política mantenida hasta hace muy poco. No hay que olvidar que el vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, desandaba todos los polos productivos del país para exigir que los productores, tanto estatales como privados, contrataran la mayor cantidad de productos con la Empresa de Acopio, y que fuera esta la única encargada de realizar la gestión comercializadora. Sin dudas, la nueva política es una aceptación tácita, tal vez a regañadientes, de la ineficiencia de la institución de Acopio.
Sin embargo, a tres semanas de dada a conocer la nueva política de comercialización, aún no se aprecian sus resultados. Es más, se contempla un retroceso en lo concerniente a la presencia de los productos de ese sector. Los mercados agropecuarios de oferta-demanda, siempre los mejor abastecidos del país, no exhiben la abundancia de antaño, mientras que casi no se ven los carretilleros que ofertan su mercancía en las calles. Mención aparte para los mercados agropecuarios estatales, más pelados que nunca antes.
En un recorrido efectuado por el mercado agropecuario de la calle Egido, en La Habana Vieja, el panorama que observamos fue desolador. La mayoría de las tarimas estaban vacías, y en unas pocas había como único surtido una especie de ñames grandes y toscos que parecían más bien destinados al consumo animal. De más está decir que se pudren en las tarimas sin que casi nadie los compre.
Este mercado, junto con la Plaza de Cuatro Caminos, y el de 19 y B, en el Vedado, estaba entre los mejor surtidos de la ciudad cuando funcionaba bajo el sistema de oferta-demanda. Pero un buen día la señora Mercedes López Acea, entonces primera secretaria del Partido Comunista en la capital, decidió pasarlo a la condición de mercado estatal, con la promesa de que así mejorarían las posibilidades de compra de la población.
Sería bueno llevar por estos días a la señora López Acea, ahora muy ocupada tras su promoción al Buró Político y al Secretariado de esa organización, para que contemplara su obra destructiva en ese mercado habanero.
Mas, en el fondo, lo sucedido es otra muestra de que los gobernantes lo echan todo a perder cuando meten sus manos en cualquier asunto. Por eso, más que concebir y poner en práctica nuevas políticas, lo mejor sería que permitieran que las cosas fluyeran de una manera espontánea.
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Orlando Freire. Matanzas, 1959. Licenciado en Economía. Ha publicado el libro de ensayos La evidencia de nuestro tiempo, Premio Vitral 2005, y la novela La sangre de la libertad, Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka, 2008. También ganó los premios de Ensayo y Cuento de la revista El Disidente Universal, y el Premio de Ensayo de la revista Palabra Nueva.
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