Embajada de EE.UU. en Cuba negó visado a Roberto Quiñones
El periodista y abogado independiente había sido invitado por la Fundación para los Derechos Humanos, organización que le entregaría la Medalla de la Libertad “Calixto García”
LA HABANA, Cuba. – El pasado jueves 3 de diciembre fui a visitar a Roberto de Jesús Quiñones Haces a casa de la abogada agramontista que gentilmente los acogió a él y a su esposa aquí en La Habana. Mientras me dirigía a ver a quien es mi colega por partida doble (pues ambos somos abogados y periodistas), pensé en lo bueno que sería poder felicitar al matrimonio amigo por su inminente viaje a los Estados Unidos, para lo cual disponían ya hasta de los pasajes correspondientes.
Pero eso no pudo ser. En la entrevista sostenida en la mañana del mismo día en la Embajada del gran país norteño, la funcionaria consular le entregó un escrito denegatorio. El papel, redactado en el lenguaje oficinesco habitual en trámites de ese tipo, expresa: “Usted no fue capaz de demostrar que el propósito de su viaje a los Estados Unidos es consistente con la clasificación de la visa de no inmigrante que usted solicitó”.
Quiñones, su esposa Ana Rosa y este cronista nos reconocemos incapaces de entender las razones de esa denegación. El expreso de conciencia se pregunta: “¿Cómo pueden afirmar que no he demostrado que mis planes se adecuen a la visa de no inmigrante que he solicitado, si acredité por escrito que mi mujer y yo estamos invitados por la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba a participar en el acto en el que seré la primera persona que tiene el honor de recibir la Medalla de la Libertad “Calixto García” creada por esa prestigiosa institución!”.
Es posible —y aun probable— que el rechazo se deba a las gestiones iniciadas hace años por el propio abogado y periodista (estamos hablando de 2001) para obtener una visa a través de la Sección de Refugiados de la misma sede diplomática. Creo que esto constituye una prueba adicional de la lentitud con la cual opera un aparato tan enorme como el del gobierno federal norteamericano.
Unas horas antes, tras año y medio sin vernos, Quiñones y yo sostuvimos en mi casa una conversación entre hombres amigos. Me confió ante todo cuánto temió que los represores del régimen no consintieran que viajase. “Sufrí un gran estrés; pensé que podrían no permitirme salir de Guantánamo; y temí que en el aeropuerto de Santiago de Cuba nos impedirían abordar el vuelo a La Habana. No habría sido la primera vez”. Lo que nunca supuso es que la traba provendría de los mismos americanos.
En ese encuentro en mi casa, Roberto me confió cuánto habían cambiado sus criterios con respecto al tema de su posible emigración a Estados Unidos. “Ha pasado mucho tiempo; ya soy un sexagenario”, comentó. Después, precisó la idea: “Quien ha cumplido 63 años no tiene una edad adecuada para comenzar una nueva vida”.
“Pero eso, con todo y la trascendencia que tiene, no es lo más importante”, agregó para después puntualizar: “Lo que más me ha impactado es el tremendo apoyo que muchos compatriotas, tanto de la Isla como del Exilio, al igual que muchos extranjeros amigos de la libertad de Cuba, me mostraron durante mi última prisión. Sólo al salir en libertad pude percatarme plenamente de la magnitud de ese respaldo. ¡No puedo defraudarlos!”.
Y añadió: “En varias ocasiones, los segurosos me ofrecieron ponerme en libertad si dejaba de escribir para CubaNet; ¡pero por supuesto que yo no podía aceptar semejante chantaje!”. Y concluyó: “Dudo mucho que, en vista del tremendo apoyo que me brindaron Amnistía Internacional, la SIP, Estados Unidos y otros países libres, la misma CubaNet y otros órganos de prensa, el régimen se atreva a encarcelarme de nuevo”.
A esos criterios personales, Roberto añadió un comentario más general relativo a la actual situación de Cuba. Me habló con entusiasmo del impacto provocado por los jóvenes del Movimiento San Isidro. También del plantón que numerosos intelectuales (colegas de él mismo, que es un laureado poeta) sostuvieron ante la sede del Ministerio de Cultura, lo cual obligó al régimen a un diálogo. “¡De nuevo tengo esperanzas!”, me comentó , y a ello agregó: “¡Ahora yo no emigraría ni loco!”.
Comprendo que argumentos y criterios tan íntimos como los que acabo de citar no sean fáciles de captar —y mucho menos de aceptar e interiorizar— por el personal burocrático de una dependencia administrativa como lo es una oficina consular. Pero confieso que esperé de esos funcionarios una decisión opuesta.
Hay algo que está bien claro, tanto para mi doble colega como para quien esto escribe: los Estados Unidos han sido, son y —con el favor de Dios— seguirán siendo el gran aliado del pueblo cubano en su lucha pacífica por su verdadera libertad. Lo han demostrado, a todos los niveles, con el caso del mismo Quiñones y, más recientemente, con el apoyo brindado por sus diplomáticos a los patriotas de Damas 955.
Pero considero que sería admirable que quienes tienen potestad para ello (como el secretario de Estado Pompeo o su sustituto para América Latina, señor Michael G. Kozak), que formularon declaraciones tan solidarias hacia Roberto, reconsideren la decisión adoptada por los oficiales consulares en la capital cubana.
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(La Habana, 1943). Graduado en Derecho (Moscú y La Habana). Abogado de bufetes colectivos y del Tribunal Supremo. Presidente de la Corriente Agramontista. Coordinador de Concilio Cubano. Miembro del Grupo de los Cuatro. Preso de conciencia (1997-2000 y 2005-2007). Dirigente de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Ha recibido premios de la SIP, Concilio Cubano, la Fundación HispanoCubana y la Asociación de Abogados Norteamericanos (ABA), así como el Premio Ludovic Trarieux. Actualmente es miembro de la Mesa de Coordinación del Encuentro Nacional Cubano
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