Con su inmovilismo jurásico, la cúpula dictatorial castrista ha metido a la economía cubana en un callejón del que no puede haber salida alguna con fórmulas socialistas, y que insiste en disimular aunque es cada vez más evidente. Como si todos los cubanos fuesen idiotas, esa elite asegura que la economía se recuperará en 2021 pues el Producto Interno Bruto (PIB) crecerá entre un 6% y un 7%.
Falso. En el caso, muy improbable, de que creciese eso, significaría disminuir en un 5% el gran derrumbe de -11% en 2020, que no es lo mismo. Además, la caída en 2020 realmente fue mucho mayor, posiblemente de -15%. Para que hubiese recuperación el PIB tendría que crecerse en un 15%.
Ya en este primer mes de 2021 es ostensible que la economía está trabada y se debate en un círculo vicioso al compás de la reunificación monetaria, los topes de precios, el hostigamiento al cuentapropismo y del legado de Fidel Castro de no permitir un sector privado y controlarlo enfermizamente todo como el Big Brother de George Orwell.
Reducir precios exorbitantes y abrir la economía
Ese inmovilismo reaccionario del dueto Raúl Castro-Díaz-Canel es el que ha metido en una trampa o paradoja tal vez poco advertida por muchos. Debido a las fuertes protestas de la población el régimen no ha tenido más remedio que bajar un poco algunos precios exorbitantes de la Tarea Ordenamiento.
Eso es sin duda es buena noticia, y sobre todo muestra la gran fuerza que tiene la ciudadanía cuando exige enérgica y masivamente a la tiranía. Sin embargo, si no se presiona al régimen a mover ficha a fondo la reducción de precios estatales por sí sola no resuelve mucho.
La paradoja paralizante para la dictadura, que al final paga el pueblo, consiste en que al bajar los precios estatales se agrava su quiebra financiera, y si no los baja se dispara el descontento y aumenta la ya muy alta temperatura de la caldera social a la que teme la cúpula castrista.
Por supuesto, si la actual presión popular afloja un poco, el régimen no vacilará un instante en subir otros precios y también los mismos que rebajó. Y también tendrá que aumentar la tasa de cambio del peso con el dólar, pues a 24×1 es insostenible para el modelo estalinista cubano. Ya en la calle el dólar se cotiza a 50 pesos, o más.
La cuestión es que con reducción de precios y sin un sector privado pujante y masivo que genere riquezas y pague impuestos (no abusivos como ahora), el Estado recibe menos ingresos. Se le acabará antes de lo previsto el cash para financiar la economía y todo el gasto público, y para importar alimentos, medicinas, combustible, materias primas.
Por tanto, la clave aquí no es solo exigir la reducción de los nuevos precios excesivos para la población y el sector privado, sino que sean liberadas las fuerzas productivas, se creen empresas privadas en todas las ramas de la economía y se abra el país a la inversión extranjera libre, sin la manipulación de la mafia militar que controla todos los sectores rentables.
Si el Gobierno, muy endeudado y en quiebra financiera, ya imprime alegremente papel moneda sin contrapartida en producción y servicios, con mayor ritmo y mano suelta lo hará si hay alguna ligera disminución en sus ingresos. La inflación empeorará.
En el mercado que “resuelve” todo será más caro
Con la crisis económica y el puntillazo de la terapia de choque, el peso vale cada vez menos. El poder adquisitivo de la población seguirá cayendo a niveles de hambre y miseria.
Lo medular aquí es que el mercado principal en Cuba no es el estatal, sino el subterráneo o ilegal y que forzosamente tendrá que subir sus precios de venta porque sus costos de operación se han disparado. Al pagar más por los alimentos y todo lo demás en el mercado estatal, y también en el clandestino, los cubanos de a pie comerán menos, o peor.
Eso puede disparar la desnutrición que ya padecen sobre todo ancianos y desamparados. Lo de comer menos y peor va también con los que reciben dólares, pues la diáspora no puede duplicar o triplicar el monto de las remesas a sus familiares. La pandemia de Covid-19 ha dejado sin empleo a muchos cubanos en el exterior. Y por cierto, también la pandemia golpea a la economía cubana.
Ese mercado llamado negro, que es el único que funciona y “resuelve” en la Isla, lo integran campesinos, usufructuarios de tierras estatales, cuentapropistas urbanos, trabajadores estatales que roban en sus fábricas y otros centros de trabajo, las “mulas” que venden en la Isla lo que compran en el extranjero y comerciantes por la libre.
Son ellos los que generan el 90% de los productos agropecuarios de la Isla, y los que visten y calzan a los casi siete millones de cubanos que no reciben remesas, y también a un alto porcentaje de quienes navegan en el “área dólar”.
Pues bien, mientras la dictadura multiplicó por seis y por siete los precios de los insumos que vende a agricultores privados y cuentapropistas, los obliga a que ellos solo pueden multiplicar los precios por 3,5. Para colmo, en La Habana se acaba de crear un Consejo de Defensa, no para enfrentar una invasión militar, sino para fijar los precios. Y ha decretado, que “todo precio que crezca 2,5 veces entre los trabajadores por cuenta propia, se considera abusivo y especulativo”. Ojo, probablemente con este consejo de burócratas el régimen quiere compensar un poco la reducciones de precios que ha hecho.
El sector privado se va a achicar
Las leyes económicas no creen en caprichos comunistas. Los productores privados, al ver que con el tope de precios ganan muy poco, o incluso no cubren los costos, producirán menos, venderán clandestinamente y no pagarán impuestos por esos ingresos furtivos. O no producirán y se dedicarán a otras actividades.
Ya se ven indicios de que el sector privado va a reducirse si el Gobierno no mueve ficha en su favor. Tal achicamiento del sector privado urbano y del total de usufructuarios de tierras estatales ocurrirá cuando más que nunca se necesita que crezca y grandemente.
Muchos cuentapropistas tendrán que cerrar sus negocios y muchos campesinos y usufructuarios producirán menos, otros esconderán buena parte de sus cosechas para colocarlas en el mercado subterráneo, pero con precios de venta altos. Tienen que ser altos porque tienen que pasar al precio el mayor costo al comprar los insumos al Estado, así como un margen de ganancia y una prima extra por el riesgo que corren de ser multados o metidos en la cárcel por “enriquecimiento ilícito”.
El sociólogo y asesor de trabajadores privados Ángel Rodríguez Pita expresó a Radio Martí en La Habana que los dueños de pequeños paladares, cafeterías y otras modalidades gastronómicas están ya en crisis. “Hay muchos negocios particulares —dijo— que tendrán que cerrar definitivamente porque no les dará la cuenta”.
Para los que tienen restaurantes, cafeterías, bares y panaderías, para los elaboradores de embutidos y para quienes rentan viviendas a extranjeros, el costo del gas, la electricidad y el agua es clave, pero sus tarifas han subido a las nubes. Y para no perder clientes tienen que asumir ese gran salto en sus costos. Muchos de ellos no podrán ser rentables, y los otros tendrán que cerrar el negocio.
Conclusión: en el modelo económico socialista cubano, ahora en su crisis final, el tirano Castro II y sus apandillados militares y civiles viven a todo dar y desprecian hondamente a los cubanos, y las consecuencias las paga el pueblo. Pero el atolladero en que ellos han metido a la economía no es como el de Atrapado sin salida, la película protagonizada por Jack Nicholson. Con receta comunista no hay salida, pero con un poco de sentido común sí la hay y muy fácil: desmantelar el absurdo modelo estatista copiado del aplicado por Stalin en los años 30 en la Unión Soviética, y montado en detalle en Cuba por el binomio Fidel Castro-“Che” Guevara.
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