November 15, 2024

Centro Habana: mucha gente, poca comida y más pacientes positivos

Centro Habana: mucha gente, poca comida y más pacientes positivos

A pesar de los 10 casos positivos confirmados en el último reporte, y varias talanqueras avisando que la amenaza se expande, Centro Habana mantiene su populosa rutina, con el mercado negro más activo de la capital

Centro Habana pandemia
Policías controlando una cola para comprar aceite y salchichas. Centro Habana. Foto de la autora

LA HABANA, Cuba.- Con 567 nuevos casos de COVID-19 cerró Cuba la jornada del 24 de enero; de ellos 169 localizados en la capital, y 10 pertenecientes al municipio de Centro Habana, el cual se ha mantenido entre los de mayor incidencia desde que se registrara la cifra récord de 650 pacientes positivos el pasado 16 de enero. La situación epidemiológica se ha complicado velozmente a nivel nacional; pero La Habana, por sus características, parece resistirse a cualquier plan de contingencia que no incluya el cese de todas las actividades cotidianas no imprescindibles como medida principal para frenar la ola de contagios.

Desde Reina hasta Zanja, la calle Chávez ha sido cerrada por Salud Pública a causa de un foco infeccioso con varios casos positivos. Alrededor del evento epidemiológico la vida sigue como si nada. “Yo tomo todas las precauciones, pero tengo que salir porque aquí resuelves una cosa hoy y otra mañana, si tienes suerte”, explica Gilda Barreto (76 años) con voz nerviosa. Confiesa que está muy asustada porque el número de positivos ha superado la barrera de los 600 dos veces en la última semana.

Pese a la presencia de fuerzas represivas en las calles, los trabajos de saneamiento con agua clorada o la exhortación por parte de las autoridades provinciales a acatar las medidas y “actuar con eficiencia y rapidez”, los casos continúan incrementándose. Si bien es cierto que muchas personas parecen no tener percepción de riesgo, no puede obviarse el hecho de que en el mes de enero se han agudizado las dificultades para conseguir alimentos. La venta de pollo ha disminuido de manera considerable en comparación con el mes de diciembre; la carne de cerdo ha desaparecido de casi todos los puntos de venta, lo mismo estatales que privados; y la presencia de viandas, vegetales y sazones en los agros se ha reducido más aún tras el tope de precios, con muy poca oferta en las tarimas y mayor disponibilidad de productos en el mercado negro, donde cualquier salario termina hecho jirones.

No es de extrañar que en cada tienda, farmacia, panadería y agro de Centro Habana, uno de los municipios con mayor población flotante, se amontone la gente ávida de comprar lo que haya, para uso propio o para revender o cambiar por otra cosa. “Yo vine solo a comprar una col, porque trato de salir lo menos posible (…) Vivo con mi hermana que tiene 85 años y se ha quedado ciega por el glaucoma”, comenta Leticia, una anciana de 90 años que esperaba en la cola del agro, sito en Oquendo y Zanja, donde habían surtido zanahorias, coles, plátano burro, guayaba y frutabomba. La fila era pequeña, pero abultada, y gracias a la solidaridad de los presentes le permitieron pasar delante, atendiendo a su avanzada edad.

Como ella y Gilda hay demasiados ancianos haciendo colas en Centro Habana. Es cuestión de vida o muerte. Si no salen de sus casas, pasan hambre; si lo hacen, se exponen a contraer el virus. La escasez y las políticas de racionamiento hacen de la “lucha” un ejercicio diario, aun cuando más de la mitad de los casos positivos que se reportan son asintomáticos.

La situación del pan, inestable desde hace meses, se ha tornado crítica, obligando a la distribución controlada del producto a razón de 800 gramos por consumidor en las panaderías de venta liberada, como la de Reina y San Nicolás, donde la gente hace fila desde el alba hasta que se agota el último lote. Es inconcebible que en medio de un repunte de contagios ni siquiera pueda garantizarse el abastecimiento del más humilde de los alimentos, el alivio de los que tienen menos recursos y burlan el hambre con pan para ahorrar lo conseguido en las tiendas.

La vigilancia, la venta normada y las encuestas para conocer la opinión pública no son suficientes para enfrentar una situación agravada por la mala gestión estatal. Casi ha transcurrido un año de la llegada del coronavirus a Cuba y la crisis alimentaria no ha dejado de empeorar, a pesar de que el clima de ansiedad y desesperación que provoca la falta de comida hace que los ciudadanos se expongan con mayor frecuencia al contagio.

El régimen culpa al pueblo por el aumento de casos; pero ni una palabra sobre las continuas trabas a la producción nacional y la insistencia en mantener abiertos los aeropuertos, por donde entró la nueva cepa sudafricana que probablemente se diseminará como la de Wuhan, pues resulta imposible convencer a los visitantes foráneos de quedarse en casa prescindiendo de las bondades que ofrece este paraíso sexual que no cree en epidemias.

Las medidas drásticas que algunos exigen desde las redes sociales —cierre de aeropuertos, suspensión del transporte público urbano, multas draconianas, cuarentena obligatoria— no son una alternativa viable porque el país está en quiebra, aunque el alto mando se apegue al eufemismo de “situación compleja”. Un cierre total paralizaría la economía en medio de un reordenamiento que sigue generando fuertes críticas contra el régimen, y al cual hay que sumarle el enorme gasto que suponen los centros de aislamiento rehabilitados para acoger al creciente número de enfermos.

A pesar de los 10 casos positivos confirmados en el último reporte, y varias talanqueras avisando que la amenaza se expande, Centro Habana mantiene su populosa rutina, con el mercado negro más activo de la capital y una población que cree que mascarilla y aché son suficientes para ponerle freno a una pandemia cuya letalidad comienza a manifestarse de forma sostenida, con al menos dos muertos diarios durante las últimas siete jornadas.

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Ana León

Anay Remón García. La Habana, 1983. Graduada de Historia del Arte por la Universidad de La Habana. Durante cuatro años fue profesora en la Facultad de Artes y Letras. Trabajó como gestora cultural en dos ediciones consecutivas del Premio Casa Víctor Hugo de la Oficina del Historiador de La Habana. Ha publicado ensayos en las revistas especializadas Temas, Clave y Arte Cubano. Desde 2015 escribe para CubaNet bajo el pseudónimo de Ana León. Desde 2018 el régimen cubano no le permite viajar fuera del país, como represalia por su trabajo periodístico. Su página de Facebook es https://www.facebook.com/analeonperiodista