Las estadísticas sobre migración en México demuestran que, comparados con los emigrantes de Centroamérica, los cubanos son un grupo privilegiado. Este hecho resulta en extremo curioso, dado que la presencia continua de los isleños en los peligrosos caminos que llevan a Tapachula es relativamente reciente, y ha coincidido con un momento marcado por políticas antiimigrantes surgidas desde Washington, pero con ecos a lo largo de la región.
El privilegio de los cubanos es un hecho mayormente constatable en la cotidianidad de Tapachula y en las estadísticas. No obstante, existen datos que también prueban que los beneficios de ser un emigrante cubano pueden transformarse en estigmas mortales. En una región marcada por la violencia y el crimen organizado, hasta los privilegios se pueden convertir en riesgos.
Privilegios
Más allá de por la música que escuchan y el identificable acento que a todo volumen resaltan, es bastante fácil reconocer a los cubanos por su estatus económico. La vestimenta, el estado de salud y sus empleos más recurrentes hacen del cubano el grupo migratorio que quizás mejor se adapte, o mejor sea acogido, en las dinámicas sociales de Tapachula.
Lo anterior se justifica, sobre todo, en que la mayoría de los cubanos no llega a Tapachula con los bolsillos vacíos. Parte de ese capital con el que llegan, según confesaron varios entrevistados, proviene de la venta de propiedades en Cuba, como autos y casas. La otra parte, en cambio, suele venir del ahorro salarial que van consiguiendo en los territorios urbanos que cruzan hasta llegar a México.
Mientras salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y nicaragüenses practican una migración dura y constante, en la que suelen avanzar sin detenerse en las llamadas “caravanas”, el cubano suele parar para buscar trabajo, hacer dinero, y continuar su camino. El cubano, por lo general, no concibe migrar sin la seguridad del dinero.
Este último punto provoca, por ejemplo, que muchos cubanos abandonen la idea de sumarse a una caravana. En la mayoría de los casos, cuando cientos de cubanos integran una caravana es por dos razones principales: no cuentan con los recursos suficientes para continuar por sí solos o en grupos pequeños, o algún estancamiento fronterizo hace que coincidan con otros cientos de migrantes.
Según Rita Robles, responsable de Enlace para la Incidencia del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, “los cubanos y los africanos, a diferencia de los centroamericanos, traen consigo muchos recursos”.
“Al traer dinero, los cubanos no suelen dormir en las calles ni buscar ayuda en organismos de Derechos Humanos, sino que se rentan en casas o duermen en hoteles”, continúa.
A decir de Robles, otro rasgo distintivo de los cubanos respecto al resto de los migrantes en Tapachula es su nivel de formación política.
“Los centroamericanos lo asumen todo, no son conscientes de que tienen derechos, llegan a pedir las cosas de favor. Los cubanos ni piden ni asumen nada. Los cubanos llegan, exigen sus derechos, gritan y mandan”, explica.
En protestas y escándalos sucedidos a lo largo de las fronteras mexicanas, no pocas veces los cubanos han sido los protagonistas. Por lo general, la presencia de cubanos en un paso fronterizo cerrado a una caravana garantiza una organización entre esa masa de migrantes capaz de plantarse a exigir continuar su camino.
“Durante los períodos en que las caravanas han estado varadas, los cubanos han descolocado a las autoridades, que no están adaptadas a lidiar con ese tipo de personas. Los cubanos no se someten, y como eso no es costumbre, logran al final que se les escuche”, comenta Rita Robles a DIARIO DE CUBA.
No bostante, las exigencias de los cubanos no siempre llevan por buen camino. En abril de 2019, varios medios mexicanos se hicieron eco de la noticia del arresto de un médico cubano que organizó a toda una caravana de migrantes para cruzar Tapachula. Mikel Hernández, especialista en Neurología, no solo organizó la caravana, sino que se convirtió en vocero de esta ante los medios para denunciar las continuas violaciones de derechos humanos a las que eran sometidos los varados en la ciudad.
“Un día desapareció y estuvimos exigiendo conocer su paradero. Hicimos una denuncia por desaparición forzada, pero luego salió a la luz la noticia de que la Policía Federal lo había apresado. Lo llevaron a la estación migratoria Siglo XXI y después lo deportaron a Cuba”, cuenta Robles.
Otra de las ventajas más visibles que en Tapachula tienen los cubanos sobre otros migrantes es la posibilidad de conseguir empleo. Mientras la mayoría de los centroamericanos (muchos de ellos analfabetos) viven de la caridad de instituciones religiosas y de derechos humanos, de limpiabotas o simplemente de recibidores en pequeñas tiendas por una ínfima propina, los cubanos pueden acceder a otro tipo de trabajos por sus niveles de escolarización.
“Yo trabajé en la basura hasta la semana pasada. Muchos cubanos lo hacen. Es como la pincha más fácil de coger. Y no está mal, porque son 2.500 pesos (125 dólares) la quincena”, cuenta Yadiel, quien ya abandonó este trabajo para iniciar su subida hacia la frontera norte junto a su esposa.
“Trabajar de barbero no está mal, pero dependes mucho de las propinas. Yo trabajo en la barbería de un venezolano, quizás la única con aire acondicionado en toda la ciudad. Pero el salario está sobre los 2.500 y 3.000 pesos (150 dólares). Uno completa el mes si tiene suerte y los clientes te dejan algo, pero ahí va gente importante y uno siempre resuelve”, dice Javier a DDC.
Según pudo constatar DDC, los trabajos más comunes que ejercen los cubanos en Tapachula son justamente el de barberos-peluqueros y el de recogedores de basura. Este último, aunque no lo parezca, brinda un buen salario para el migrante en esta zona sur de México, a veces mejor que el trabajo de barbero. Para entender cuánto puede rendirle a un cubano esta cantidad de dinero basta saber que la mayoría de los pequeños cuartos de renta que suelen habitar en Tapachula cuestan un promedio de 1.400 pesos (70 dólares) al mes.
“Además, de los recursos que poseen y su nivel de profesionalización, otra de las cosas que les garantizan empleo a los cubanos es el hecho de que la inmensa mayoría de los que cruzan la frontera y pasan por Tapachula son hombres jóvenes. Eso no quiere decir que no existan mujeres, pero son pocas en relación con los hombres, y casi todas muy jóvenes”, dice Robles.
Maldiciones
Que el migrante cubano generalmente cuente con ciertos privilegios que lo distingan de sus similares centroamericanos, no significa que no corra los mismos peligros. De hecho, según Rita Robles, parte de estos privilegios son también la causa de los peligros mortales que le asechan a lo largo de la ruta hacia Estados Unidos.
El mismo hecho de que viajen con dinero encima les hace presa común de los asaltantes de caminos, quienes ya son conscientes de esta diferencia entre los cubanos y el resto de los centroamericanos y haitianos que cruzan la selva.
Otro de los principales peligros que afrontan es el de los secuestradores. A mediados de 2019, por citar un ejemplo, cinco cubanos fueron secuestrados en Ciudad Juárez por el crimen organizado. Luego de que fueran liberados, la noticia se difundió junto al testimonio de otros cubanos que confesaron sufrir amenazas, intentos de secuestro y otras presiones para obligarles a sumarse a redes de prostitución. Por lo general, esto no suele suceder en Tapachula, que según el último Índice de Paz se encuentra en el tercer estado más seguro del país, para los estándares de seguridad mexicanos.
“Los cubanos cargan con un estereotipo sexual muy peligroso, sobre todo en el norte del país, donde pueden ser víctimas de las redes de trata de personas. Esto afecta principalmente a las mujeres cubanas, que son blanco fácil para estos grupos que les prefieren”, cuenta Rita Robles.
“Tampoco ayuda ese carácter insumiso de los cubanos que descoloca a las autoridades migratorias. Con el crimen organizado este carácter puede resultar mortal”, continúa.
Según Robles, organizaciones con el Fray Matías de Córdova y otras relacionadas a la protección de los derechos humanos de los migrantes no cuentan con estadísticas sólidas sobre los cubanos en México. Dichas organizaciones, junto a otras instituciones religiosas, cuentan con una red de albergues a lo largo del país que sirve para dar cobija a los migrantes, pero también para seguirles el rastro y poder actuar en caso de desapariciones forzadas. Al viajar los cubanos con recursos y hospedarse en hoteles y casas de renta, resulta casi imposible registrar estadísticas sobre ellos.
Otro dato apunta a que, si bien la mayoría de los cubanos migrantes son hombres jóvenes, varios niños llegan todos los años a Tapachula luego de haber cruzado Centroamérica. En los dos últimos años, según las estadísticas, los INM del estado de Chiapas registraron el arribo de 188 menores de edad provenientes de la Isla, 21 sin el acompañamiento de un adulto. De estos últimos, 13 eran menores de 11 años. Las historias detrás de esos niños y niñas solitarios que llegaron a México nunca aparecerán en las estadísticas. Tristemente tampoco parecerán la de aquellos que no lo lograron.
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