Joaquina Morales esperó más de tres horas una respuesta de los oficiales a cargo del centro penitenciario Vivac, para hacer llegar una bolsa con aseo personal y cigarrillos a su esposo, quien deberá esperar recluido hasta el día de su vista oral.
“Esta es la segunda vez que mi esposo es procesado por llevar mal puesto el nasobuco y consumir bebidas alcohólicas en la vía pública. Es diabético y tiene 71 años de edad, y le aseguro que a veces no sabe ni dónde deja sus zapatos”, relató Morales, vecina de Centro Habana, quien consideró excesivo tanto el monto de las multas como el tiempo de privación de libertad para quienes son acusados de propagación de epidemias en medio de la emergencia nacional, decretada tras la expansión del Covid-19 en la Isla.
“El nasobuco ha creado más problemas que el propio coronavirus; y en vez de justicia, creo que los tribunales y los fiscales están repartiendo condenas de cárcel como si fuesen caramelos sin tener en cuenta ciertas distinciones”, comentó Morales en referencia a que, en el Vivac, de cada diez recluidos en espera de su vista oral siete se encontraban “por la cuestión del nasobuco”.
Un recorrido por las instalaciones del Vivac, ubicadas en las cercanías de la barriada Calabazar, corroboró que muchos de estos recluidos “por nasobuco” sobrepasaban los 55 años de edad, y casi la totalidad padecían dolencias como presión arterial, diabetes, asma, incluso dos enfermos mentales que mostraban signos de desatención familiar. Apenas dos casos podían administrarse sus medicamentos, pero no todos. Según las autoridades del Vivac, sus familiares tenían que llevarles el tarjetón y la prescripción médica.
“A quienes cogen por segunda ocasión lo condenan a seis meses de prisión, en principio los mandan a Valle Grande, o con muchísima suerte le ponen 3.000 pesos de multa, cifra que es una salación para cualquier familia trabajadora y más para jubilados como mi esposo y yo”, comentó Morales.
El Artículo 187 del Código Penal, para el delito de propagación de epidemias, dicta que quien infrinja las medidas o disposiciones dictadas por las autoridades sanitarias competentes para la prevención y control de las enfermedades trasmisibles y los programas o campañas para el control o erradicación de enfermedades o epidemias de carácter grave o peligrosas es sancionado con privación de libertad de tres meses a un año o multa de 100 a 300 cuotas o ambas.
“Por el camino que van, la mitad de la población carcelaria será por el bendito nasobuco”, advirtió Guillermo, de 35 años de edad y vecino de La Habana Vieja, a quien condenaron a un año de privación de libertad por su tercera infracción.
“No se trata de no llevar el nasobuco, sino de tenerlo mal puesto porque estabas fumando o dándote un trago prácticamente en la puerta de tu casa. Por otra parte, a quien le pongas una multa de 3.000 pesos casi lo estás obligando a cometer delito para pagarla”, señaló Damián, quien padece de sobrepeso una linfangitis en una de sus piernas.
El criterio general entre los recluidos es que las autoridades policiales “se están inventando los casos” para condenar. Una docena de los condenados “por nasobuco” que recibieron entre ocho meses y un año de privación de libertad y esperaban su traslado a la prisión Valle Grande, afirmaron que en sus respectivas vistas orales se les condenaron más por sus antecedentes penales que por propagación de epidemias.
“Cuando te dicen que tu juicio es en el Tribunal de Centro Habana te cae un cubo de agua fría porque en ese tribunal la fiscal pasa por la guillotina a Mazantín el Torero y todas sus sentencias son de seis meses, ocho meses o un año de prisión. Nunca multas”, añadió Damián, quien además recalcó que casi el 90% de los recluidos eran de raza negra y mestiza.
Las condiciones en el Vivac son pasto para una propagación de epidemia. Todos las celdas-cubículos, a excepción de los enfermos de VIH, estaban a capacidad llena: diez personas por cada uno. Aunque el agua potable es casi permanente, la higiene y el estado de los cubículos distaba enormemente de aquellas que el Gobierno mostró en un reportaje del programa televisivo “Hacemos Cuba”.
Sin ninguna otra movilidad que no sea desplazarse al comedor en los horarios de almuerzo y comida —11AM y 5PM respectivamente—, los recluidos permanecen el resto del tiempo confinados en las celdas-cubículos. Dentro de estas, el uso de la mascarilla es obligatorio en dependencia del oficial de guardia en turno.
El tiempo promedio de reclusión en el Vivac, hasta el día de la vista oral, oscila entre los ocho y diez días. “Pero aquí hubo gente que estuvo hasta 15 días en espera de su juicio”, indicó Michel, de 42 años de edad y vecino de Diez de Octubre, a quien sentenciaron a ocho meses de privación de libertad por su segunda infracción “sin nasobuco”.
“Hubo un brote de sarna hace una semana en uno de los cubículos, y a quien tosa más de dos veces los mismos recluidos llaman a los oficiales para que lo aíslen. Por el tema del nasobuco ya hubo una tragedia, pero las condenas y las multas altísimas continúan y llegará un punto en que los ánimos se exacerben”, agregó.
“En este país, lleno de necesidades y poquísimo dinero, una multa de esas o la cárcel es poner a cualquier familia al borde de la miseria”, concluyó Michel. |
More Stories
“Los ladrones nos están saqueando”: Campesinos se quejan del mal trabajo de la Policía en Cuba
Rosa María Payá pide a Europa que traduzca su solidaridad en acciones por un cambio en Cuba.
Caída de Assad muestra “vulnerabilidad” de regímenes como Cuba y Venezuela, señalan expertos