Con la regresión del aislamiento a una fase anterior en La Habana debido al Covid-19, no solo la economía recibe otro golpe, también lo hace la moral de la gente, que ya venía por el suelo.
El endurecimiento de las medidas de seguridad allí donde más se necesitan, entiéndase farmacias, tiendas en moneda convertible y mercados donde el cubano adquiere los productos de la libreta de racionamiento, da oportunidades para que la población sufra el extremismo, el maltrato, la violencia, el oportunismo, la estafa, la pérdida de tiempo.
“Aquí hay que hacer colas en todas partes. Ayer hice una de dos horas en el mercado para comprar los huevos, y hoy ya llevo nueve horas en esta farmacia esperando a que toque mi turno”, dijo Raciel, un joven de 24 años de edad que necesitaba adquirir los medicamentos para su anciano padre.
La escasez de ofertas y el cierre de la mayoría de los centros de trabajo son una combinación ideal para que se generen más colas que al inicio del coronavirus. Incluso más que en cualquier momento de las últimas décadas.
“Este es el país de las colas. Llevamos 60 años haciéndolas y no aprendemos”, dijo un señor que esperaba para comprar en la bodega 2 del mercado El Mirador, en Alamar, La Habana. Los vendedores habían cerrado las puertas porque la gente no se organizaba y en el tumulto se había formado una discusión entre dos hombres que por poco termina en violencia.
Sin embargo, en la fórmula de las colas hay otros elementos que las vuelven aún más explosivas. Rubén Rivero, un economista jubilado, cuestionó la forma de distribución de los alimentos normados por la libreta.
“No entiendo por qué la mortadela llega el día 5, los huevos el día 7, el pollo para los niños el día 12 y así sucesivamente. Lo que provoca que uno tenga que venir a estar haciendo estas colas todo el mes. ¿No quieren que la gente se quede en sus casas? ¿Es tan difícil organizar eso?”, se preguntó visiblemente molesto.
Una medida que se ha implementado de manera general son las colas fuera de los mercados. Solo el que está comprando puede pasar adentro.
“El problema no es si hacemos la cola adentro o afuera. Lo que yo no entiendo es la lentitud, si ahora es cuando más se necesita agilidad para que las personas compren rápido y vuelvan a sus casas. Es una suerte que no haya salido ningún foco en lugares como este, porque mira cuantas personas somos aquí y el tiempo que llevamos”, dijo Mercedes, vecina de Alamar.
“El sábado pasado llovió y tuve que dejar la cola e irme para mi casa. Hoy no llovió, pero el dependiente trabaja tan lento que tampoco me dio tiempo a comprar mis mandados, y llevo aquí desde las 9:00 de la mañana, pero él corta a las 12:00 y los que estamos detrás tenemos que jodernos”, expresó un anciano que escuchaba la conversación.
El problema de la lentitud, en la bodega 2, de El Mirador, viene asociado a una serie de robos en ese mercado que aún no han sido totalmente esclarecidos.
“A principios de la cuarentena cerraron misteriosamente esta bodega. Nadie explicó la causa, pero todo el mundo comentaba que el dependiente robaba. Yo nunca pude comprobar si robaba o no. Las pesas antiguas que utilizan siempre están trucadas, pero no hay quien lo demuestre. Lo que puedo asegurar es que siempre tenía arroz y frijoles para vender por la izquierda, que yo mismo le compré”, confesó el anciano.
La bodega 2 estuvo cerrada dos meses y luego las autoridades pusieron en ella a un dependiente del municipio Párraga, una localidad ubicada a más de 20 kilómetros de Alamar. El empleado ya ha recibido fuertes críticas por su trabajo.
“Con el cuento de que vive lejos, trabaja corrido y esto desorienta a la gente acostumbrada al horario normal del mercado”, se quejo un cliente.
“Trabaja muy lento y siempre se le queda mucha gente sin comprar. Gente que a veces pasa horas de pie en espera de su turno”.
“Te roba en la pesa, te anota productos y no te los da”, comentó otro. “Forma confusión para estafarte. Y creo que se demora a propósito, para aprovechar el estrés de los últimos de la cola y robarles”.
“A mí me pidió más dinero del que debía. Y a mi hermana siempre le redondea las cifras para arriba”.
Otro de los elementos explosivos de la fórmula es la escasez de ofertas en tiendas y mercados de productos liberados y en CUC. Esto hace que la población dependa más de los productos racionados y tenga menos tolerancia al robo de toda la vida por parte de los dependientes.
Las colas se han insertado en la cultura nacional de múltiples modos, como lo han hecho el oportunismo, la desidia, la escasez.
“Yo no he viajado mucho, pero no creo que en China, país socialista, se formen estas colas para comprar una triste libra de picadillo o unas croquetas”, dijo el economista Rivero. “Creo que no es cuestión de sistema, sino de personas. Esto no es socialismo ni capitalismo, es el país de las colas”. |
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