La COVID-19, otra coartada del régimen para castigar a Roberto Quiñones
Cualquier afectación que sufran la salud o la libertad del periodista y abogado con motivo de la nueva maniobra de sus represores tendría un único responsable: el castrismo
LA HABANA, Cuba. – Durante las últimas semanas y meses he permanecido muy al tanto de la situación de mi doble colega (por ser periodista y abogado) Roberto de Jesús Quiñones Haces. Como se recordará, el prominente intelectual fue encarcelado tras una farsa judicial que constituyó un verdadero bochorno para las cortes cubanas en general, y en especial para las de Guantánamo, su provincia de residencia.
Haré corta una historia larga: el Tribunal Municipal acogió la versión de los policías actuantes y sancionó a Quiñones por los supuestos delito de resistencia y desobediencia. Con ese fin consideró inválidas las fotos presentadas por el informador alternativo, en las que se observaban las lesiones que sufrió a resultas de la golpiza que le propinó uno de los uniformados.
Esa corte tampoco dio crédito a la versión de Roberto Quiñones e hizo algo aún peor: no escuchó a ninguno de los numerosos testigos que se encontraban en el lugar de los hechos. A su vez, el Tribunal Provincial rechazó la pertinente solicitud del acusado: que se celebrara una vista oral en la cual, entre otras cosas, pudiera escucharse la declaración de esos terceros. De este modo, el órgano superior dio el visto bueno a todas las barbaridades perpetradas por los jueces subordinados.
Esa es, a grandes rasgos, la repugnante historia de por qué fue encarcelado (y por el término de un año) el intelectual residente en la más oriental de nuestras provincias. Ahí radica el origen de esta infamia concreta. Durante los meses subsiguientes, la opinión pública conoció de los diversos abusos perpetrados por los hospederos del periodista y abogado, así como de las valientes denuncias formuladas por él.
Pero he aquí que han ido pasando los meses, y se acerca la fecha en que Quiñones Haces habrá extinguido por completo la injusta pena a él impuesta. En las comunicaciones que he sostenido con su esposa, Ana Rosa Castro, esta me ha informado que el “reeducador” de Roberto le ha indicado que le lleve ropa y algún dinero para cuando él sea excarcelado, a comienzos de septiembre.
Hasta aquí todo parece correcto y razonable (en medio de la tremenda injusticia que está sufriendo el colega, claro). Pero es el caso que también le han hecho al reo un anuncio siniestro: al salir del centro penitenciario será conducido a un dispensario o enfermería, en el cual le extraerán sangre (se supone que para determinar si padece o no la COVID-19).
Aquí resulta oportuna una aclaración: en el mundillo penitenciario cubano solo se han reportado casos del mal en la cárcel de Toledo (lugar del cual, por cierto, tuve la desgracia de ser inquilino allá por el año 2000). También se ha hablado de “sospechas” de contagio en la Prisión 1580 y en el Combinado del Este. ¡Pero todo esto es en la capital, a cientos de kilómetros de Guantánamo!
En este tema (¡como en tantos otros!), los titulares de la prensa oficialista se han mostrado triunfalistas durante estos meses de pandemia: “Centros penitenciarios de Cuba se mantienen libres de Covid-19”, rezaba un titular de Prensa Latina. “Ni brotes ni casos confirmados”, recalcaba Granma. Estos encabezamientos datan de abril, pero después no se ha brindado información alguna que contradiga ese “triunfalismo carcelario” del castrismo. Ni siquiera durante la media hora que cada día dedica al tema el doctor Francisco Durán.
Por lo demás, la provincia de Guantánamo es una de las de menor incidencia de la enfermedad. Entonces me pregunto: ¿Qué sentido tiene que, al salir de prisión, Quiñones sea sometido a una prueba de ese tipo! ¿Qué persiguen las autoridades cubanas al realizar esa pesquisa que es a la vez injustificada e injustificable!
El absurdo pinchazo con el que han amenazado a Roberto de Jesús puede servir para perpetrar cualquier canallada. ¡Máxime en medio de la precariedad que en materia de seguridad sanitaria impera hoy en nuestra desdichada Cuba!
En el mejor de los casos, la superflua prueba sería el medio idóneo para que se declare falsamente que el intelectual dio positivo a la prueba. Esa mentira serviría para prorrogar su privación de libertad. Ya no estaría en prisión, pero sí en un “centro de aislamiento”, lo cual viene a ser más o menos lo mismo, si creemos los comentarios de quienes han padecido esas nuevas sucursales del horror creadas por el régimen.
Es imprescindible que la opinión pública nacional e internacional esté consciente de una cosa: cualquier afectación que sufran la salud o la libertad del periodista y abogado con motivo de esta nueva maniobra de sus represores tendría un único responsable: el castrismo.
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