Si Tomás de Aquino fuera presidente de Cuba…
Las nuevas medidas que propone el régimen para salir de la crisis económica no son bien recibidas por quienes, como Tomás, viven un interminable “Periodo Especial”
LA HABANA, Cuba. – “Si yo fuera presidente lo primero sería: ¿qué necesita mi pueblo?”, asegura Tomás de Aquino Pérez, el anciano de 79 años que insiste hablar con Miguel Díaz-Canel.
“¿Qué necesita mi pueblo? ¡Coge!”, reitera el marinero jubilado mientras estira los brazos para resaltar que la distribución equitativa de las riquezas nacionales debe ser la prioridad de cualquier mandatario.
Tomás piensa como pueblo, se niega a “pensar como país”, tal y como exigen quienes gobiernan la Isla. Como todo cubano de a pie, su pensamiento está en la lucha diaria por la supervivencia; marcada por la permanente recesión económica que acrecienta la crisis alimentaria del pueblo.
“Con la barriga llena es fácil pedir sacrificios y prometer… Chico, yo quiero que me digas dónde meten esta gente (el gobierno) los sacrificios, ¿se los comen? Saca cuenta de todos los sacrificios que han pedido desde que empezó esto (la revolución)”.
Aquino no quiere escuchar las predicciones de los políticos cubanos sobre la prosperidad futura, o los planes de moda para alcanzar la “soberanía alimentaria”. Se sostiene con apenas una comida ligera al día en su vivienda, que está en peligro de derrumbe. Por ello, se niega a creer en las promesas humanistas de la revolución. Desde las adversidades que lo rodean, canta con sarcasmo el viejo bolero del compositor cubano Juan Pablo Miranda.
“Tú tienes una forma de querer un poco extraña/ no puedo acostumbrarme a tu manera/ yo sé que vas a continuar… Tú tienes una forma de querer un poco extraña/ por eso tengo desconfianza en ti”.
La estrategia del régimen de culpar al mundo del fracaso del socialismo cobra nuevos bríos con la crisis económica derivada de la pandemia de coronavirus. Después de seis décadas de miseria, el gobierno acaba de anunciar “años de supervivencia”.
“Somos los dueños del hambre a nivel mundial, los de aquí”, advierte Tomás, refiriéndose al pueblo. “Antes que me mandaran a poner el mameluco este (mascarilla), aquí estábamos a punto de comernos unos a otros”, agrega.
La “redolarización” emprendida en Cuba amplifica la incertidumbre económica que arrastran las personas como Tomás, ilusionadas en tomar un soplo de aliento con la prometida unificación monetaria.
Cuando le dije al anciano que el ministro de Economía Alejandro Gil había exhortado a los cubanos a “encontrar en nuestra agricultura la fuente para alimentar a nuestro pueblo”, el marinero contestó: “Me toca morirme sin vivir la prosperidad otra vez… Cuando el paquete de papel sanitario costaba veinticinco centavos”.
La fórmula presidencial de Tomás
“Prefiero un toma que dos te daré”, dijo el humilde Sancho Panza para responder a las promesas del Quijote. El medidor más auténtico de la incapacidad de los políticos en el poder son las necesidades del pueblo, sobre todo, si se extienden en el tiempo.
Lo que propone Tomás de Aquino a los mandantes tiene su base en el sentido común y la buena voluntad de la reina Victoria, quien logró la prosperidad del Imperio británico durante los 63 años de reinado.
“La reina Victoria lo hizo para prosperar al país. ¿Qué necesita mi pueblo? ¡Coge! Yo no quiero que me regalen nada; ahí es cuando te dan lo que ellos no quieren: la mortadela apestosa y el picadillo quien sabe de qué. ¿Ese es el bienestar del que hablan? No lo veo”.
Las medidas económicas que propone el régimen para salir de la crisis no son bien recibidas por quienes, como Aquino, viven un interminable “Periodo Especial”.
Con el propósito de mantenerse en el poder, los gobernantes intentan salvarse con medidas económicas recicladas de los propios fracasos del sistema. La estrategia, apoyada en la espalda de millones de cubanos, forma parte de ciclos sucesivos de promesas incumplidas. El resultado del nuevo plan no será otro que la concentración de riquezas en la cúpula gobernante y el incremento de la pobreza de quienes, como Tomás, no reciben lo que necesitan para salir de la miseria.
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