May 17, 2024

Cocinar con leña, la opción para sobrevivir en Cuba

Cocinar con leña, la opción para sobrevivir en Cuba

Los cubanos no solo afrontan la escasez de alimentos sino también la falta de piezas para reparar sus equipos de cocción.

Una carreta de leña para cocinar (Foto del autor)

HOLGUÍN, Cuba. – Cocinar ahora es más difícil para Inés María. Elaborar los alimentos le toma más tiempo y esfuerzo con un fogón de mecha, artefacto que utiliza desde hace casi un año, cuando su hornilla y su olla de presión eléctrica se rompieron sin arreglo.

Pero ahora a Inés María se le ha complicado más la situación y tendrá que buscar otra opción para cocinar: el queroseno que utiliza su fogón también escasea.

El deterioro de los equipos de cocción eléctricos por los años de uso y su nula venta en las tiendas se ha unido a la falta de piezas de repuesto y a la insuficiencia de gas en el mercado para cocinar. Debido a esto se han disparado la demanda y los precios de los fogones de mecha, del saco de carbón y del mazo de leña que se utilizan para elaborar los alimentos en Cuba.

La aguda escasez ha traído un aumento de las ilegalidades en los talleres estatales donde los trabajadores, obligados por sus bajos salarios, revenden “por detrás del telón” los componentes a precios mucho más elevados.

“Ayer se quemó el arroz porque la olla se queda en calentando y no pasa a cocinando”, le comenta una señora a un técnico de un taller estatal situado en la calle Aguilera, de Holguín.

“No la puedo ayudar. El termostato está roto y no hay piezas de repuesto”, responde el especialista después de un minucioso chequeo técnico.

“¿Y ahora con qué cocino?”, la mujer queda sin respuesta y guarda despacio en un bolso su olla de presión. “¿Cómo es posible que el Gobierno repartiera los equipos eléctricos para cocinar sin asegurar después las piezas de repuesto y las ventas de estos equipos en las tiendas?”, se pregunta.

Muchos han calificado como una burla el inmenso cartel que cuelga en una de las paredes del taller de la calle Aguilera donde se expresa la satisfacción de los trabajadores del local por que los clientes conozcan las partes y piezas de repuesto que se muestran en las fotos.

En el año 2005 se inició la distribución masiva de ollas de presión, multipropósito, arroceras, hornillas, calentadores eléctricos y otros útiles de cocina. El objetivo era reducir el consumo de combustibles en el hogar. La Asamblea Nacional del Poder Popular llamó al 2006 “Año de la Revolución Energética en Cuba”.

No obstante, con el paso del tiempo el Gobierno ha sido incapaz de mantener la entrega al pueblo de “modernos módulos de cocción en sustitución de combustibles tradicionales de alto costo y nocivos para la salud como el queroseno”.

Tras más de diez años de uso, la mayoría de los equipos vendidos a la población a precios subsidiados presentan un lógico deterioro. “Las ollas y la cocina están para botar. Tienen podridas las piezas internas”, dice a CubaNet un técnico del taller del reparto Vista Alegre bajo condiciones de anonimato por temor a ser despedido.

Con la esperanza de reparar su olla arrocera, Rogelio Aragón vino al taller. Pero grande fue su decepción cuando le comunicaron que su equipo no tenía arreglo.

Otro cliente corrió con mejor “suerte”. Su olla de presión quedó lista después de un remiendo temporal. De todas formas, el técnico no le da mucho más tiempo de “vida”.

“El tornillo no aprieta porque la cubierta está podrida. Le hice un ajuste provisional. Póngala a trabajar así, pero no la zarandee porque si la pieza se sale del lugar, la olla dejará de funcionar”, orientó el especialista.

“Tengo que arriesgarme y seguir con ella, si no, ¿con qué cocino?”, agregó el cliente.

Por otro lado, los técnicos ya no se atreven a desmontar los equipos en busca de una solución. “Si desarmamos los equipos corremos mucho riesgo y el cliente podría quedarse sin la olla. Los equipos están muy deteriorados y a medida que se desarman se rompen. Intentar arreglarlos es peor, y cuando eso sucede los clientes te culpan porque se llevan el equipo peor de lo que estaba. Preferimos decir que no tiene solución y así evitamos que nos juzguen por algo de lo que no somos culpables”, confiesa un empleado del taller del reparto Pueblo Nuevo.

Los técnicos coinciden en que estos artículos electrodomésticos fabricados en China vinieron con defectos. En la cocina los cables de conexión y la pieza que los soporta son frágiles. Mientras que la junta de las tapas de las ollas de presión son de mala calidad y duran poco tiempo.

La mayoría de las pocas piezas de repuesto que llegan son desviadas por los empleados para revenderlas después a sobreprecio. “Fui al taller del reparto Alcides Pino para arreglar la olla arrocera. El técnico me dijo que no había piezas. Sin embargo, después los mismos empleados me dijeron que ellos tienen las piezas a sobreprecio. La resistencia a 160 pesos, el muelle a 30 pesos y el cable a 60”.

El arreglo sale en 250 pesos, un precio que mi salario como trabajadora estatal no me permite pagar”, se queja una mujer.

En el caso de las ollas de presión eléctricas, los precios de las piezas de repuesto en el mercado informal ascienden a 120 pesos el termostato, a 110 el presostato y a 40 la junta de la tapa de la olla.

En los últimos días se ha agudizado la escasez de piezas de repuesto, hecho que ha afectado el salario de los empleados de los talleres estatales que antes ganaban más de 1.000 pesos mensuales. “Ahora solo nos pagan los 260 pesos del salario básico porque no tenemos contenido de trabajo por la falta de piezas de repuesto”, relata uno de los afectados.

Esto ha provocado que la mayoría de los puestos de trabajo de los talleres queden vacantes. Ahora solo se mantiene contratada una minoría de empleados que por su edad han quedado a la espera de la jubilación.

Para tratar de incrementar el salario, los técnicos acuden al engaño a la hora de cobrar al cliente. “Cuando arreglamos el equipo por un cable flojo u otro detalle que no necesita piezas, entonces escribimos en el comprobante que no hay solución y le pedimos al cliente que nos pague directamente, así a duras penas sobrevivimos”, comenta a CubaNet un empleado que solicitó identificarse como Pedro.

En las tiendas destinadas a la venta en Moneda Libremente Convertible (MLC) solo se han ofertado ollas de presión eléctrica marca RCA. “Estos equipos son de mala calidad. Hay muchas devoluciones dentro de los tres meses de garantía”, aseguró un dependiente de uno de estos comercios estatales que prefirió no revelar su nombre por temor a ser despedido.

Con ese criterio coinciden todos los técnicos consultados por CubaNet durante un recorrido por los talleres de reparación de esta ciudad nororiental cubana.

En Holguín es común ver a personas por las calles cargando ollas de presión, arroceras y cocinas con resistencia eléctrica, en dirección al taller o de regreso a la casa sin haber solucionado la rotura.

A la aguda escasez de alimentos ahora se suma la crisis de los equipos electrodomésticos para la cocción, que ha devuelto a los cubanos al tiempo de los fogones de mecha o leña.

“Mira hasta qué punto hemos retrocedido en Cuba que volvimos a retomar el fogón de mecha para cocinar”, lamenta un señor que ha comprado una de estas rudimentarias cocinas, fabricadas con piezas de metal y tiras de frazadas.

Al igual que en el caso de Inés María, la “felicidad” del señor por la adquisición del fogón de mecha durará poco. El queroseno ha comenzado a escasear y muchos cubanos ya están cocinando con leña o carbón.

Desde hace meses ya es habitual ver por las calles de la ciudad el traslado de leña y de sacos de carbón, lo mismo en una carreta remolcada por un tractor que encima de la parrilla de una bicicleta.

“¿Hasta dónde hemos llegado en Cuba, que en pleno siglo XXI tenemos que cocinar con leña para sobrevivir?”, se pregunta Gladys, otra holguinera que ya alistó su cocina de carbón.

“Cocinar así me deja las manos y las uñas sucias, sin contar el olor a humo que se pega en el cuerpo, la ropa y las paredes de la casa. Esta es la Navidad y el fin de año que nos tocó a los cubanos”.

Pero esta práctica primitiva de supervivencia tampoco será una solución a largo y mediano plazo. Ya la demanda supera la oferta y en los puntos de venta del demandado producto ya se comienzan a ver los carteles: “No hay carbón”.

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Fernando Donate Ochoa

Periodista independiente. Reside en Holguín