April 19, 2024

MSI: El precio de oponerse a la dictadura

MSI: El precio de oponerse a la dictadura

Para el régimen cubano, el ejercicio del odio y la represión contra la alteridad es una práctica constante.

MSI, Movimiento San Isidro
Luis Manuel Otero Alcántara (extremo izquierdo) y varios miembros y simpatizantes del MSI (Foto: Facebook)

GUANTÁNAMO, Cuba. – Contra los jóvenes del Movimiento San Isidro (MSI) la dictadura cubana ha desatado una sistemática y difamatoria campaña mediática que todavía este 25 de diciembre tuvo espacio en el programa “Palabra precisa”, del canal Cubavisión, inmediatamente después de la transmisión de la telenovela brasileña.

Para nada importó a quienes dirigen ese canal, a Lázaro Manuel Alonso ―uno de los nuevos testaferros del odio mediático― y a Rosa Miriam Elizalde ―otra de sus adláteres, miembro del equipo de dirección del libelo terrorista Cubadebate―, que fuera Navidad. Posponer la transmisión del programa habría demostrado un mínimo de respeto por la comunidad cristiana cubana y por una fecha que marca anualmente a gran parte de la humanidad.

Pero la dictadura cubana, por mucho que disfrace de corderos a sus dirigentes y testaferros, es esencialmente mendaz y diabólica. Por eso el ejercicio del odio y la represión contra la alteridad es una práctica constante para ella.

Gracias a medios de la prensa independiente cubana conocimos lo ocurrido a Luis Manuel Alcántara el pasado 19 de diciembre, cuando fue expulsado de un negocio privado por órdenes de la Seguridad del Estado.

Otero asistía a la obra “Mistery Rose”, en Casa Vieja Habana, un proyecto privado en Habana 203, entre Tejadillo y Empedrado, cuando lo llamaron aparte y le comunicaron que tenía que salir con todos sus acompañantes del local porque la dueña no quería buscarse problemas.

La decisión de la dueña del establecimiento fue una violación de lo establecido en el artículo 42 del engendro jurídico que la dictadura proclamó como Constitución y que prescribe: “Todas las personas son iguales ante la ley, gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana”.

Estoy convencido de que todas las personas de buena voluntad coincidirán en que la discriminación política constituye una distinción lesiva a la dignidad  humana. Sin embargo, así como impusieron esa supuesta constitución, los defensores del castrismo la violan, erosionando su propia institucionalidad, porque la discriminación política ha sido una constante desde 1959 hasta hoy.

Este hecho demuestra el rigor de la persecución y el ensañamiento político de la dictadura contra quienes tienen el valor de oponérsele. No les ha bastado a sus máximos representantes difamar hasta el cansancio en las redes sociales y la televisión nacional contra los valerosos jóvenes del MSI; crear las bases de un supuesto movimiento alternativo ―“dialogante” y afín a la dictadura―; tratar de que vecinos cercanos a Damas 955 ―la sede del movimiento― se enfrenten a los díscolos; sitiar a los artivistas y periodistas en sus domicilios, lo cual es otra violación de la supuesta Constitución (en este caso del artículo 52, que establece la libertad de movimiento dentro y fuera del territorio nacional); u organizar mítines de repudio frente a sus viviendas, donde “espontáneamente la masa aguerrida y revolucionaria” les grita denuestos y frases apartadas de toda decencia.

Los dirigentes de la dictadura y sus perritos de la Seguridad del Estado se creen tan inteligentes que piensan continuar engañando al pueblo con la manipulación mediática de la verdad, usando a quienes dependen de sus prebendas y a otros que sencillamente disfrutan de las parrandas del odio, porque de todo eso hay en ese cosmos diabólico creado en Cuba después de 1959.

Estas vilezas cometidas contra Alcántara y sus amigos demuestran nuevamente por qué jamás se da a conocer al pueblo el monto del dinero asignado a la represión en el presupuesto anual del Estado.

También demuestran las difíciles circunstancias en que viven los opositores que han decidido usar los espacios públicos para dar a conocer sus proyecciones y luchar decididamente por la democracia en nuestro país.

Contrastando con la trascendente actitud cívica protagonizada por los jóvenes del MSI y con su preocupación por el destino de la patria, hay actitudes como la asumida por la dueña de Casa Vieja Habana.

No hay que ser ingenuos. Dentro del sector privado cubano hay muchos dueños aparentes de negocios que pertenecen realmente a poderosos representantes de la dictadura, pero también hay individuos a los que la patria les importa un bledo y su único objetivo es ganar dinero y mantenerse bien distantes de toda acción que pudiera interpretarse como un compromiso político en contra de la dictadura para luego tratar de salir del país. En mi opinión estos últimos constituyen la gran mayoría. No todo el mundo tiene la grandeza de alma de Salvador Cisneros Betancourt.

Los artistas y el público asiduo a Casa Vieja Habana deberían boicotear ese negocio, no solo dejando de asistir allí sino explicando al público habitual el fundamento de su decisión y pidiéndole que la imiten.

La foto y el nombre de la dueña del establecimiento ―tan solícita para cumplir las órdenes de la Seguridad del Estado― deberían ser divulgados en todos los sitios de Internet, para que pueda ser identificada como cómplice de este execrable acto de discriminación política, no vaya a ocurrir que dentro de algún tiempo aparezca en Miami como otra de esas personas que aquí no le han tirado ni un escupitajo a un mural de un CDR y allá se presentan como émulas de James Bond.

Debería hacerse no solo para impedir que viaje a los EE. UU., sino también para registrarla dentro del significativo grupo de cómplices de la dictadura, porque si de algo estoy absolutamente convencido es de que algún día habrá justicia en nuestro país.

La oposición cubana necesita defenderse de acciones como estas. La adopción del método de la lucha pacífica no debe alimentar la ingenuidad de que no está en guerra. Y se le hace una guerra deleznable, donde para la Seguridad del Estado todo vale.

Es hora de comenzar a realizar otras acciones que garanticen, al menos, que este tipo de vilezas no van a quedar impunes.

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Roberto Jesús Quiñones Haces

Nació en la ciudad de Cienfuegos el 20 de septiembre de 1957. Es Licenciado en Derecho. En 1999 fue sancionado de forma injusta e ilegal a ocho años de privación de libertad y desde entonces se le prohíbe ejercer como abogado.
Ha publicado los poemarios “La fuga del ciervo” (1995, Editorial Oriente), “Escrito desde la cárcel” (2001, Ediciones Vitral), “Los apriscos del alba” (2008, Editorial Oriente) y “El agua de la vida” (2008, Editorial El mar y la montaña). Obtuvo el Gran Premio Vitral de Poesía en el 2001 con su libro “Escrito desde la cárcel” así como Mención y Reconocimiento Especial del Jurado del Concurso Internacional Nósside de Poesía en 2006 y 2008 respectivamente. Poemas suyos aparecen en la Antología de la UNEAC de 1994, en la Antología del Concurso Nósside del 2006 y en la selección de décimas “Esta cárcel de aire puro”, realizada por Waldo González en el 2009. Roberto Quiñones fue encarcelado por el régimen cubano durante un año, entre septiembre de 2019 y septiembre de 2020, como represalia por ejercer el periodismo.