¿Por qué no hay pan en La Habana? Que le pregunten a Tom Smith
Posted: 24 Jan 2021 01:09 AM PST
Elías Amor Bravo, economista
Cuando empecé los estudios de economía, hace muchos años, un profesor excelente, recomendó la lectura de un pequeño poema de un autor británico, R.W. Grant, escrito en 1966, y titulado “Tom Smith y su increíble máquina de hacer pan”. Esta sencilla historia sirve para entender el fracaso del modelo económico social comunista cubano, y hoy, muchos años después, ayuda a entender qué está pasando con el pan en Cuba, en concreto, en La Habana. Cubadebate dedica un artículo en la edición de este domingo tomado de Tribuna de La Habana.
En dicho artículo, se enumeran los principales problemas que se producen con respecto a la distribución del pan, como Inestabilidad en la venta, largas colas por baches en los horarios de salida del producto en las panaderías, tardanza en la llegada del pan y reventa del normado hasta tres veces su precio. Y posiblemente haya muchos más, lo que está causando no pocas molestias a la población que ha empezado a quejarse a las autoridades, que a su vez han comenzado con las inspecciones y control.
En concreto, hay dos empresas estatales dedicadas a la producción y comercialización del pan, la Industria Alimentaria (EPIA) y la Cubana del Pan, y al parecer las estrategias que han adoptado no han dado los resultados previstos. En el poema encontrarán explicación de por qué ocurren estas cosas. Las empresas asumen que no puede haber pan normado del día, por problemas de organización, y sanseacabó. Y la venta liberada, se regula a 400 gramos por persona e incluso el tipo de panes que se tienen que vender, lo que complica más aún la producción para atender a una demanda creciente.
Y luego viene el problema con la cantidad de harina disponible que, con las restricciones de importación, parece que es mucho más importante de lo que parece.
Los panes en formatos de corteza dura y suave comercializados de forma liberada pero regulada, a razón de 800 gramos por persona, son más fáciles de encontrar, pero también hay problemas de suministro en las panaderías. El problema en la actual coyuntura es conseguir la estabilidad de las producciones para que salgan a determinadas horas.
La solución inmediata ha sido dejar de vender pan a los trabajadores por cuenta propia. Siempre son la parte débil en todas las decisiones del estado comunista.
Y mientras que las empresas afrontan los problemas descritos, les ha caído una horda de inspectores de todo tipo de organizaciones del gobierno y de las asociaciones de masas, que prácticamente les han paralizado la actividad productiva. Más y más controles sobre las distintas fábricas, lejos de resolver los problemas, los agravan. Los inspectores hasta controlan los horarios de trabajo y la cantidad de producto que se distribuye a las panaderías.
La descripción de los hechos, desconcierta y parece una historia de humor negro. Jugar de ese modo con un bien básico, el pan, ofrece una idea acertada de por qué el modelo social comunista no sirve, está obsoleto, y hay que cambiarlo cuanto antes.
Pues bien, aquí viene mi propuesta. Creo que las autoridades comunistas de La Habana deberían leer este poema en que encontrarán la solución a muchos de los problemas descritos, al que se ha hecho referencia, y que dice así,
“Trata del buen Tom Smith,
Que le quitó el hambre al mundo
Y pasó de héroe a vil.
Tom fabricaba juguetes;
Eran su especialidad.
Por eso a todos asombra
Cuando se pone a hacer pan.
La máquina que ha inventado
No es de poco más o menos:
Hace pan casi de balde,
En rebanadas y envuelto.
¿Imagináis el milagro?
¿Calculáis las consecuencias?
Al fin come el mundo entero
Gracias a Smith y su ciencia.
Lo recibe el presidente,
Todo el mundo le festeja,
Y honores y distinciones
Llueven sobre su cabeza.
Pero ¿hay algo tan voluble
Como la como la cochina fama?
De Tom, héroe de hoy,
Nadie se acuerda mañana.
El tiempo vuela; y Smith,
Aunque se ha hecho millonario,
No es ya nadie para quienes
Comen su pan a diario.
“¿De Dónde viene ese pan?”
Le preguntáis a la gente;
Y ellos comen y se extrañan:
“!Ah!, ¿pero no lo hubo siempre?”
La verdad es que eso a Smith
No llega a quitarle el sueño,
Pues piensa: “Todo va bien:
Yo rico y ellos contentos”.
¿Qué todo va bien, Smith?
No contabas con la huéspeda.
Si no, ved lo que pasó
A partir de aquella fecha
En que, al subir los impuestos,
Y aun sin irse de la mano,
Tuvo que subir el pan.
¡Ahora cuesta ya un centavo!
“¿Qué pasa?”, clama la gente.
“¿Qué pretende el muy infame?
¿Quiere apilar más millones
A costa de nuestra hambre?”
(Vean su caricatura
-gran panza, hocico porcino-
Quitando el pan de la boca
A un famélico chiquillo.)
Como el pueblo es lo primero,
Nadie podrá discutir
Que en asuntos de esta clase
A él toca decidir.
Intervienen presurosos
Los agentes del gobierno,
Y lo que encuentran les pasma:
El “trust del Pan”, nada menos.
La cosa se pone seria,
Y, curándose en salud,
Smith decide pasarse
Por la oficina antitrust.
Allá va, sombrero en mano:
“Los han engañado a ustedes.
No he quebrantado la ley.”
Pero el funcionario advierte:
“En época tan compleja
No basta la ley, hermano.
Es mucho más eficaz
Dejarlo de nuestra mano.
Y por si usted no se encuentra
Ducho en estos menesteres,
Le diré cuál es la norma
Porque de una vez se entere:
Aumento ilegal de precio
Es cobrar más que un colega,
Pero si cobra usted de menos
Es desleal competencia.
Y téngalo bien presente,
No haya en esto confusión:
Si cobran todos lo mismo
Será confabulación.
Debe competir, es cierto,
Pero ande con pies de plomo,
Pues si conquista el mercado,
¡qué más claro monopolio!”
¿Precio abusivo o escaso?
El uno al otro no quita.
Si el Bien Público está en juego,
¿por qué no la parejita?
Y , pues no cuesta trabajo,
A mayor abundamiento
Le añaden el monopolio.
¡Hay que hacer un escarmiento!
“!Cinco años!” truena el juez,“
y bien pudieran ser más.
Hay que enseñar a esta gente
Respeto a la sociedad!”.
Ahora el pan lo hace el gobierno,
Y –no es preciso decirlo-
Todo está bien controlado
Y el público protegido.
Claro que el pan sale a dólar.
Pero el Estado lo vende
A medio centavo. (El resto
lo paga el contribuyente)”
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