Las confesiones de Martí a Manuel Mercado
“¿Cómo olvidar yo que por Usted tiene sepultura mi hermana, y que por Usted hallé trabajo a las pocas horas de llegar a México, mísero y desconocido?”, le escribió Martí a Mercado en 1891.
LA HABANA, Cuba. – Quiso el azar que José Martí y Manuel Mercado nacieran un 28 de enero: el Apóstol de Cuba en La Habana, en 1853; y su entrañable amigo y benefactor en Michoacán, México, en 1838. “¿Cómo olvidar yo que por Usted tiene sepultura mi hermana, y que por Usted hallé trabajo a las pocas horas de llegar a México, mísero y desconocido?”, le escribió Martí a Mercado en 1891.
José Martí ha sido utilizado desde su muerte según las conveniencias políticas, mediante interpretaciones espurias o escuetas citas sacadas de una vasta obra. No han faltado menciones idílicas a “la niña de Guatemala que murió de amor” o desdén hacia su esposa, Carmen Zayas Bazán, sin profundizar en asuntos tan complejos.
De Mercado hemos oído hablar sobre todo por la carta que Martí había comenzado a escribirle antes de caer en combate. Pero las demás misivas de uno al otro, casi desconocidas, desvelan confesiones íntimas del héroe de carne y hueso, con sus tristezas, las repetidas menciones a la muerte como solución a sus decepciones y frustraciones, los padecimientos del hígado que lo mantenían en cama sufriendo, las dificultades para mitigar la pobreza de la familia Martí Pérez y proveer a su esposa e hijo, la escritura de sus artículos y crónicas periodísticas durante la madrugada, casi sin luz, en el único tiempo disponible después de realizar su intensa labor por la libertad de Cuba.
Martí confiaba a Mercado sus más íntimos sentimientos: “Vivo con el corazón clavado de puñales desde hace varios años. A veces me parece que no puedo levantarme de la pena”; “cómo estará mi alma de tristeza, y cuánto esfuerzo me costará escribir esta carta, lo ve Usted bien, ‘por ese libro mío, que está impreso desde el mismo mes en que mi hijo me dejó solo’, en que para encubrir culpas ajenas se me llevaron a mi hijo: y no he tenido en estos seis meses corazón para mover la pluma. Ni cuerpo”.
Por esas cartas se conocen la proximidad de Martí y su padre, la dulce incomprensión de su madre, su repudio al trabajo en un comercio al llegar a Nueva York y las ocasiones en que se quedaba sin fuente de sustento. Por ellas también se sabe que el Apóstol cubano destinó parte de sus ingresos al regreso de la familia Martí Pérez a La Habana y, luego, a procurarle adecuada vivienda y medios de vida, para lo cual dedicaba los pagos de La Nación, de Buenos Aires.
Asimismo, esos documentos dan luces sobre su renuncia al puesto de cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay, en 1891, por las relaciones de estos países con España, lo cual lo dejó casi sin medios de subsistencia. También aluden a sus desavenencias con Antonio Maceo y Máximo Gómez, y a las vicisitudes para publicar cuatro números de La Edad de Oro, así como de otros afanes malogrados.
Al llegar a México el 10 de febrero de 1875, Martí fue recibido por su padre y Manuel Mercado. También el azar había convertido al mexicano en vecino de la humilde familia recién llegada de La Habana, después que echaran a Mariano Martí de su trabajo, en la capital de la Isla. Allá emprendieron la sastrería al por mayor, para proveer al ejército y otros cuerpos armados.
Mariana, una de las hermanas de Martí, murió del corazón afectada por la altura de Ciudad de México. Tras el triste hecho, Mercado donó un lote en el Panteón de Campo Florido para evitar que los restos de la joven fueran llevados a una fosa común. La triste noticia sobre la muerte de su querida hermana recibió a Martí, al llegar a México.
Manuel Antonio Mercado de la Paz (1838-1909) tuvo destacada participación junto a su familia en la Guerra de los Tres Años hasta el triunfo de Benito Juárez. Había comenzado su carrera política en Michoacán, donde fue diputado al Congreso y secretario de Gobernación, incluso durante el gobierno de Porfirio Díaz. Por su recomendación, a través de los años Martí publicó en El Federalista, la Revista Universal y el periódico El Partido Liberal.
Después que el presidente Lerdo de Tejada, continuador de Benito Juárez, fuera desbancado por Porfirio Díaz en 1876 la situación de Martí se tornó peligrosa, por lo que el Apóstol decidió marcharse clandestinamente como José Pérez a La Habana, a donde llegó el 5 de enero de 1877. De allí partió a Guatemala y solo regresó a México para contraer matrimonio con Carmen Zayas y retornar a Guatemala. A pesar del amor por el país azteca, transcurrieron 20 años hasta que hiciera otra breve visita.
La amistad consolidada entre Martí Mercado durante los dos años que el Héroe Nacional Cubano permaneció en México, se profundizó luego a través de la intensa correspondencia entre ambos ―de la cual se conservan 129 cartas que Alfonso Mercado, hijo de Manuel, donó al Archivo Histórico Municipal de La Habana con el compromiso de no darlas a conocer hasta que fueran publicadas por la Universidad Autónoma de México, en 1946―. El Centro de Estudios Martianos en Cuba las publicó en 2003.
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Miriam Leiva, Villa Clara, 1947. Periodista independiente desde 1995. Vicepresidenta de Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling. Miembro fundadora de Damas de Blanco en marzo de 2003. Diplomática, profesora invitada del Instituto Superior de Relaciones Internacionales. Funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores, del cual fue expulsada en 1992.
Actualmente mantiene el blog Reconciliacion Cubana www.reconciliacioncubana.com
Traductora y profesora de inglés
e-mail: [email protected]
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