Los actos de rechazo a los emisarios culturales del castrismo gozan de comprensión y respaldo entre los cubanos de a pie
viernes, 2 de junio, 2023 3:00 am
en Destacados, Opinión
LA HABANA, Cuba. — Una de las tareas predilectas de los castristas es la de hacer comparaciones entre la Cuba de 1958 y la de hoy. Por supuesto, al establecer tales parangones, nunca faltan la tendenciosidad ni la manipulación. Los voceros y cotorrones se cuidan muchísimo escoger sólo aquellos pocos indicadores en los que el régimen de sus amores pueda salir bien parado al hacerse el cotejo con la etapa prerrevolucionaria.
No obstante, es frecuente que las comparaciones de ese tipo resulten muy poco provechosas para los comunistas antillanos. Tomemos, por ejemplo, el área de la producción de bienes materiales. Según las obsoletas teorías del marxismo leninista, sería ese el campo en el cual se revelarían en mayor medida las ventajas que —dicen— la planificación socialista ostenta sobre la “anarquía de la producción capitalista”.
Pero los datos estadísticos, con su objetividad para ellos indeseable, echan por tierra las afirmaciones mentirosas del rojerío internacional, como la que cierra el párrafo precedente. El ejemplo obvio, en Cuba, sería un producto emblemático como el azúcar. Los castristas treparon al poder cuando nuestro país era, y por amplio margen, el mayor productor y exportador del dulce en todo el mundo. Hoy los pocos centrales destartalados que quedan apenas pueden cubrir el consumo nacional.
En un plano más general, podemos contrastar el desarrollo relativo que exhibían Cuba y algunos otros países. ¿En 1958 qué eran Taiwán o Sudcorea en comparación con nuestra Gran Antilla! ¿O incluso países del Viejo Continente, como España o Italia! A los rojillos que objeten que esas son naciones ajenas a nuestro espacio geográfico-cultural, los invitaría a hacer la comparación con —digamos— Panamá, Costa Rica o República Dominicana.
De modo que aquí viene al caso formularles una sugerencia a los plumíferos y cotorrones del régimen que padecemos: señores, por mucho que ustedes quieran defender al actual gobierno de La Habana, es preferible que renuncien a la idea de hacer comparaciones entre el desastre que hoy sufrimos y el país que teníamos en 1958. Con todo y sus deficiencias (que eran ciertas), este último siempre saldrá ganando de calle al ser parangonado con la calamidad que sufrimos hoy.
Otra de las actitudes por las que siente predilección el régimen castrista es la de adoptar poses de víctima. Ejemplos de esto los vemos en las recientes manifestaciones de rechazo sufridas en el extranjero por personas del mundo de la cultura que se han caracterizado por su apoyo incondicional a las políticas del régimen comunista. Ha sido, en días recientes, el caso del dúo Buena Fe, y también el de la poeta Nancy Morejón.
La pareja musical guantanamera, integrada por Israel Rojas y Yoel Martínez, ha sufrido en España el boicot de exiliados cubanos, quienes se han ocupado de enrostrarles su absoluta identificación con el actual régimen de nuestro país. Algunos de los autores de las denuncias dirigidas contra el dúo, aunque sin aducir otros elementos que sirvan de sostén a su dicho, han planteado “¡Basta de lavado de dinero para la dictadura militar castrista!”.
La versión de los hechos que ofrecen ambos artistas, alude a “acosos y amenazas fascistas”. La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) planteó que lo ocurrido representaba un “atentado contra la civilidad” (el repudio a Buena Fe, claro; no los golpes que cubanos del oficialismo propinaron a los críticos del dúo). Por su parte, Indira Fajardo, presidente del Instituto Cubano de la Música (ICM) adujo que se pretendía “el ahogamiento del pueblo cubano” en el terreno cultural.
En el caso de la literata Nancy Morejón, que es más reciente, los órganos de agitación castristas han mostrado aún más actividad. Y en cierto modo es natural que así haya sucedido: mientras en el caso de Rojas-Martínez hubo una actuación física (tanto por parte de quienes protestaban como de quienes usaron la fuerza para reprimirlos), el affaire Morejón se ha limitado al terreno de las ideas.
Todo comenzó cuando los franceses que organizaban el “Mercado de la Poesía”, a celebrarse este año en París, tuvieron la peregrina idea de nombrarla “Presidente de Honor” del encuentro literario. Ni tardo ni perezoso, el destacado escritor exiliado Jacobo Machover se dirigió a los referidos señores y argumentó cuán improcedente resultaba esa nominación.
En su misiva, el autor de El libro negro del castrismo recordó que la homenajeada es directora del “órgano de la muy oficialista Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que sólo admite en sus filas a los intelectuales allegados al poder y de la que todos los disidentes o críticos son excluidos sin piedad”. ¡Sí sabré yo de estas características de la UNEAC, cuya Asociación de Escritores me expulsó hace años por mi postura contestataria!
En sus muestras de apoyo a la que es también Premio Nacional de Poesía 2001, el referido gremio oficialista optó por aludir a “gastados lugares comunes en los ataques contra artistas e intelectuales que viven y trabajan entre nosotros”. Como resulta obvio, con una frase vaga como la recién citada, los aludidos hombres de letras se ahorran el tener que entrar al fondo de una discusión que jamás sería favorable para ellos.
Es que, en resumidas cuentas, se acusa a esos artistas itinerantes no por el solo hecho de vivir en Cuba. Las imputaciones que se les hacen tienen que ver con su plena identificación y respaldo a la dictadura que padece el país. Por ejemplo, su apoyo a las oleadas represivas de la Primavera Negra de 2003 o, en fecha más reciente, de julio de 2021.
¿O es que esos señores —y sus similares, que no faltan— piensan que pueden, con total impunidad, firmar los mamotretos que de tiempo en tiempo guisan en las cocinas del régimen para justificar las barbaridades que este perpetra! La chicharronería (“obsecuencia” en un lenguaje más clásico) tiene el rechazo abrumador del pueblo cubano, máxime ahora cuando el hambre, las carencias de todo tipo y la represión están más difundidas.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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