April 23, 2024

Caso Ferrer: la represión no se detiene

En las últimas acciones perpetradas contra el preso de conciencia y sus seres queridos se exterioriza la maldad del régimen castrista

René Gómez Manzano

viernes, 19 de mayo, 2023 3:00 am

en Destacados, Opinión

LA HABANA, Cuba. — El pasado martes, este diario digital publicó las declaraciones formuladas por el senador Marco Rubio en apoyo al preso de conciencia José Daniel Ferrer García, así como a sus familiares. “¿Hasta cuándo el aparato opresivo del régimen seguirá empeñado en reprimir y censurar a sus opositores?”, se preguntaba el legislador.

Con esto se puso de manifiesto una vez más el permanente interés que los legisladores estadounidenses de ascendencia cubana prestan a los asuntos de su país de origen; su indeclinable rechazo a la dictadura comunista que mantiene oprimido al pueblo de la Isla. Y esto —conviene destacarlo— cualquiera que sea el partido político al que uno u otro pertenezca. Ejemplos de ello son el mismo Marco Rubio y Bob Menéndez, republicano el primero y demócrata el segundo.

Me parece acertadísimo que la atención de políticos prominentes como esos (y de la opinión pública en general) se centre en los cautivos de conciencia que mantiene el castrismo. Más concretamente, en personas como el propio José Daniel Ferrer; o como Félix Navarro.

Estamos hablando de hombres que llevan decenios de lucha frontal contra el régimen castrista. Y es justamente debido a ese enfrentamiento de larga data que ellos han mantenido contra el comunismo en Cuba que yo he tenido la ocasión de conocerlos, tratarlos y realizar acciones opositoras junto a ellos. Y he llegado a considerarlos mis amigos personales.

En el caso específico de José Daniel, el interés que ha concitado su situación en esta semana está más que justificado por podcasts de valiente denuncia que ha dado a conocer su esposa, la doctora Nelva Ismarays Ortega Tamayo. Esas grabaciones han estado motivadas respectivamente por dos situaciones distintas en las que se ha puesto de manifiesto la protervia del régimen castrista.

El pasado viernes recibí y reenvié a mis contactos la denuncia planteada por esa señora con motivo del acto perpetrado contra ella por los represores comunistas. Se trata de una acción que ha merecido de la misma dama los calificativos de “engaño”, “chantaje”, “falsedad”.  El día anterior —jueves 11— la doctora se presentó en la prisión de Mar Verde, en Santiago de Cuba, para llevar a cabo lo que se suponía que sería una visita matrimonial, la cual le había sido anunciada por vía telefónica por uno de los represores que “la atienden”.

El jueves, después de estar aguardando en las afueras de la referida cárcel desde horas tempranas de la mañana, un oficial le expresó, “alrededor del mediodía”, que “no tendría lugar la visita”. Pensemos no sólo en la vana ilusión de ver al ser querido; también es necesario tener presentes la tremenda complicación y los gastos que entraña, en la Cuba de hoy, el mero hecho de trasladarse a una prisión.

Esta acción sufrida por la doctora Ortega Tamayo me ha hecho rememorar una página del gran escritor ruso Alexánder Solzhenitsyn, la cual he comparado con la realidad sufrida por Nelva Ismarays. Pese a toda la monstruosidad del régimen bárbaro instalado en la antigua Unión Soviética por el tirano que se hacía llamar por su alias delincuencial de “Stalin”, forzoso es reconocer que, aunque parezca increíble, al hacer el parangón, ¡el régimen castrista lleva las de perder!

En una de sus brillantes novelas de denuncia del comunismo, Solzhenitsyn narra la experiencia de la esposa de un preso político, la cual fue reconocida en un transporte público por uno de los oficiales de la cárcel. En puridad, su marido no estaba incluido en la lista de los que recibirían visita; por ello la mujer no había sido avisada al efecto. Pero el corchete sabía que, en medio de la burocracia imperante, si la mujer se presentaba el día señalado, podría ver a su esposo. Por ello, el agente se acercó a la señora y, de manera discreta, en voz baja, le indicó el día y hora en que debía presentarse en la prisión.

Eso pasó, según nos cuenta el gran novelista ruso, en la gran cárcel de pueblos —felizmente desaparecida— que fue la Unión Soviética. ¡Pero en la Cuba de la “continuidad diazcanelista” sucede lo contrario!: A la mujer de un preso de conciencia se le anuncia falsamente que, tras dos meses sin saber de su marido, ¡podrá verlo, ¡pero es sólo con el deliberado propósito de hacerla perder el viaje y mofarse de ella!

El viernes 12 de mayo, la doctora Ortega Tamayo emprendió, con su hijito de apenas tres años, otro viaje: En este caso, al paraje rural Caney de las Mercedes, para ver a su abuela enferma de 83 años. Le llevaban alimentos y medicamentos. Pero también algo no menos importante: la presencia de seres queridos en una fecha tan señalada como el Día de las Madres, que sería la primera ocasión en que la hija de la anciana (y mamá de Nelva) no podría estar junto a la viejecita.

A las tres de la tarde, Nelva y su nené fueron bajados en Dos Ríos, Palma Soriano. Los llevaron a una estación policial de la localidad, donde los obligaron a permanecer “aproximadamente cinco horas”. De allí (y siempre en vehículos represivos) los trasladaron hasta Santiago de Cuba. Una vez en esta ciudad, pretendieron que firmara un acta de advertencia por “afear el ornato público” (esto debido a los letreros de “Patria y Vida” y “Abajo Raúl” que la combativa dama había pintado en el frente de su casa). Fueron liberados “cerca de las 10:15” de la noche.

Estas realidades, dichas así, en un lenguaje técnico y lo más objetivo posible (como cuadra a un periodista que se respete) no pueden parangonarse a la escucha de los podcasts. Exhorto a mis lectores a que hagan esto último. Y a que se solidaricen con José Daniel y su esposa, y demanden la libertad de todos los presos políticos cubanos.