December 25, 2024

¿Asunto de borrachos en Caimanera? A otro con ese cuento.

Los que hoy escriben el guion de la “continuidad” deberían pensarlo un poco más antes de echar mano a esos “cuentos mal contados” que los hunden más en el ridículo y el descrédito.

Ernesto Pérez Chang

lunes, 8 de mayo, 2023 9:35 am

en Destacados, Opinión

LA HABANA, Cuba. – No importa si cortan la internet, a fin de cuentas cuando lo hacen ya todos en Cuba saben que “algo grande” está ocurriendo, porque sucede siempre unos segundos antes de que comience la represión, las palizas contra manifestantes pacíficos, las desapariciones forzadas. 

Los cortes de internet son, sin dudas, parte del “protocolo” antes de “dar la orden de combate” y lanzar a los uniformados contra un pueblo que literalmente está muriendo de hambre. Incluso esta vez, además de los datos, hasta tumbaron los servicios de voz a algunos miles de teléfonos —el mío entre ellos—, y no solo Caimanera y Boquerón quedaron amordazadas —que no en silencio— sino que también todo el país, algunos durante horas.

No se deja a un país incomunicado por un escándalo de tres borrachos en un pequeño pueblito del interior, ni todo ese pueblito, evidentemente sobrio, marcha a gritos de “libertad” hasta la sede local del Partido Comunista como por diversión. 

Las fotos y los videos tomados en el lugar por los propios manifestantes son bien claros, así como indignante, aborrecible, el momento preciso en que los represores golpean a hombres y mujeres para que dejen de gritar lo que ellos mismos gritarán en algún momento del futuro cercano (solo hay que darles tiempo al tiempo). Porque esas multitudes enojadas no están formadas por “mercenarios” y “enemigos” —como insiste la versión oficial— sino por gente humilde que quizás alguna vez hasta estuvo entre los que gritaron consignas, juraron ser como el Che, pidieron paredón, firmaron algún juramento o simplemente guardaron silencio para “no señalarse” en el trabajo o en el barrio.

Gente desilusionada, harta de tanta miseria, de haber sacrificado sus vidas y las de sus hijos por un futuro que llegó hace mucho tiempo pero no es ni de lejos lo que la vieja guardia de los comunistas prometiera. Gente que, no teniendo comida que llevar a la mesa familiar, probablemente se refugie en el alcohol, tal como les ha enseñado este perverso sistema que no sabe producir un trozo de pan, un simple vaso de agua con azúcar, pero sí abarrota los comercios y las “ferias populares” con alcoholes baratos, a sabiendas de que hay cientos de miles de hombres y mujeres que se embriagarán para “ahogar las penas”, para “no pensar”, ya que no logran llenar la barriga con el escaso dinero que ganan.

Pudo haber ebrios entre la multitud que protesta como los hay en cualquier barrio cubano donde se intenta sobrevivir a la pobreza y las desilusiones, y como los hay por allá arriba, a las sombras del poder y a resguardo de la represión, bebiendo buen whisky —que no “chispa e’ tren”— y fingiendo que dirigen pero en realidad arruinando el país con sus malas decisiones de borrachos, de modo que estar o no bajo los efectos del alcohol no dice nada sustancial que demerite las protestas, ni justifica tanta violencia contra gente que ahora suma a sus desgracias cotidianas el tener familiares en prisión, incomunicados y abusados, más el estar bajo vigilancia policial perpetua.   

Es muy difícil (y tonto) creer en la versión oficial que atribuye los disturbios a tres personas ebrias y, en consecuencia, las redes sociales se ha inundado con mensajes y memes que son los que producen una mentira tan chapucera como esa que, incluso, aunque fuera cierta, deja muy mal parado a un régimen en tanto reconoce cuán alto es su nivel de impopularidad, de rechazo, cuando una multitud cansada decidiría sumarse y erigir como líderes a tres borrachos antes que a cualquier comunista barrigón que los sermonee con ese cuento chino (y ruso) de la “continuidad”. 

La gente no quiere “continuar”, la gente necesita y pide “cambiar”, que es igual a “comer”, comer de modo humilde pero decentemente, y no intoxicarse con alcohol barato para olvidar que hace años que no comen —lo que se dice comer—, o que lo hacen peor que los animales de corral. 

Los que hoy escriben el guion de la “continuidad” deberían pensarlo un poquito más antes de echar mano a esos “cuentos mal contados” que los hunden más en el ridículo, en el descrédito, y quizás hasta el “enemigo” que tanto buscan en la evidente espontaneidad popular deberían comenzar a buscarlo entre ellos mismos, por allá arriba, en tanto no solo esas “versiones oficiales” son por sí solas verdaderos memes, sino por este trágico escenario actual tan pleno de incendios, “accidentes” y “catástrofes sin explicación” que los rodea.