Ancianos, los más desfavorecidos en Cuba
Los ancianos representan un alto por ciento de los cerca de 4 mil cubanos que entre 2016 y 2017 se suicidaron
LA HABANA, Cuba.- Deambula por las calles, pide dinero, registra en los basurales y a veces se atreve a acercarse a la entrada de un hotel para conseguir de los turistas un jabón o unos centavos para comprarlo. Se arriesga a que lo echen con palabrotas o que la policía lo aprehenda como a un delincuente.
A él no parece importarle. Ha perdido el amor propio y, como otras cosas en el pasado, ahora también acepta el papel que le ha tocado en las márgenes de una sociedad que él mismo contribuyó a diseñar desde la ignorancia, el desdén o la resignación, y donde incluso a los delincuentes los tratan mejor que a él porque no proyectan esa imagen de viejo sucio y mendigo, a pesar de que solo es uno de tantos ancianos que en su momento creyeron en el sacrificio de “darlo todo” por la revolución y el socialismo.
Trabajó hasta los 70 años y solo ahora que se acerca a cumplir los 80 pareciera que se arrepiente de haber creído en que existía un futuro y que las cosas cambiarían para bien, sin embargo, los frutos que ha recogido son extremadamente amargos y apenas lo dejan pensar en una de dos alternativas: sobrevivir a toda costa o quitarse la vida.
A fin de cuentas pareciera lo mismo: pasa las noches en un hogar de ancianos donde apenas lo atienden a cambio de una pensión que se ha esfumado en el pago mensual de una cama maltrecha más una comida y una atención médica espantosas, los únicos beneficios que le “garantiza” ese sistema socialista de Seguridad Social cada día más deprimido posiblemente a causa de unos planes económicos del tipo “sálvese quien pueda”.
Mientras el gobierno anuncia la liquidación de la deuda externa con algunos acreedores de Europa y Asia, así como el auge de las inversiones extranjeras, las propias estadísticas exhiben una tendencia al deterioro en los índices de atención al adulto mayor, así como a las personas con discapacidades físicas o mentales, un comportamiento negativo que además se refleja en el aumento de la cifra de ancianos que, en la actual encrucijada, optan por el suicidio, representando un alto por ciento de los cerca de 4 mil cubanos que entre 2016 y 2017 ingresaron a las estadísticas de muerte por “lesiones autoinflingidas intencionalmente”, que es como lo describe la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
En las clínicas de Atención al Adulto Mayor así como en las consultas externas de psiquiatría en los hospitales de todo el país, se multiplican los reportes de casos de depresión severa en personas de la tercera edad, incluso en los grupos de población cuyas edades oscilan entre los 50 y 60 años, obligando en algunos casos al abandono del empleo por incapacidad antes de la edad de jubilación.
“[En hospitales y policlínicos de La Habana] se registra un aumento considerable de casos de depresión en adultos mayores, incluso de ancianos que más tarde han atentado contra sus vidas con resultados fatales”, informa Rosario, una trabajadora social que atiende los municipios Centro Habana y Habana Vieja: “Son casi siempre ancianos que viven solos o que no reciben atención en el entorno familiar, con una situación económica difícil”, se limita a responder la especialista sin ofrecer más detalles cuando nuestras siguientes preguntas la ponen en alerta. No le está permitido hablar de esas cosas con la prensa independiente.
Una situación similar a la de la capital se reporta en localidades del interior, sobre todo en zonas rurales de provincias como Granma y Guantánamo donde el número de casos pudiera superar, en proporción con el número de habitantes, los reportados en La Habana.
“El suicidio de personas mayores es algo muy común en zonas rurales de Granma (…). Una situación que es muy similar a la de Guantánamo porque estuve de práctica allí cuando estudiaba (…), sobre todo en hombres más que en mujeres (…). Según un estudio basado en los registros en Cuerpos de Guardia y hospitales hubo unos 2 mil casos tan solo en 2016, muchos de los cuales no terminaron en muerte pero ya de por sí hablan de la situación en estas provincias (…), influye mucho la situación económica que cada día empeora más, esto no es La Habana, y la falta de atenciones, el abandono familiar pero también institucional (…), no existen proyectos dirigidos a los más viejos ni programas sociales que alivien la poca capacidad para enfrentar una realidad difícil donde el dinero es el centro de todo”, explica un joven médico que cumple servicio social en las áreas rurales de Granma.
Su testimonio confirma aquello otro que con cifras, muchas de ellas no actualizadas, es descrito en las estadísticas oficiales donde se advierte una caída brusca en los indicadores de asistencia y seguridad social, entre los años 2006 y 2014, sobre todo para las personas de la tercera edad.
Por ejemplo, de 142 hogares de ancianos que existían en el país hace poco más de una década hoy solo funcionan unos 120, todos con problemas con el suministro de insumos que garanticen el bienestar de los ingresados, a pesar de que, de acuerdo con la Instrucción General de Economía No. 178 del 23 de Octubre de 1984, del Ministerio de Salud Pública (demasiado desactualizada para el contexto), los ancianos están obligados a abonar casi la totalidad de sus pensiones con el fin de sufragarse ellos mismos los gastos por concepto de los servicios que presta el asilo, que no son muchos.
De igual modo, tan solo entre los años 2006 y 2011, la cantidad de hogares de impedidos físicos y mentales se contrajo de 37 a 31, en consonancia con la reducción del número de personas que lograron ser beneficiadas con los escasos 60 millones de pesos (unos 2 millones y medio de dólares al cambio oficial) aprobados en el presupuesto estatal para el pago de pensiones de la asistencia social, que tan solo en la capital alcanzó a unos 10 616 adultos mayores, mientras que en Guantánamo ni siquiera superó los 2 300.
De acuerdo con los datos publicados por la ONEI en su página oficial, de los 143 483 adultos mayores beneficiados por la asistencia social en 2006 en toda Cuba, para 2011 apenas quedaban unos 63 383. Igual decrecimiento sufrió el número de personas con discapacidad socorridas con la asistencia social, que de 97 347 se redujeron a 42 093 en 2011 y a solo 38 056 en 2014, todos con una pensión media mensual que apenas supera los 300 pesos, es decir, unos 144 dólares al año.
No obstante, el tono triunfalista continúa definiendo el discurso del régimen cubano mientras los signos de una crisis se palpan no solo en lluvias arrasadoras, miles de metros cúbicos de residuos de petróleo vertidos al mar y desastres aéreos sin culpables ni explicaciones sino, además, en las imágenes más simples de lo cotidiano.
No importa por dónde caminemos ni a la hora que lo hagamos, la realidad salta a la vista. Ya no resulta difícil demostrar con una imagen que las cosas no son como nos las describen en la prensa oficialista y que estamos muy lejos del camino hacia la prosperidad y el bienestar común.
Sin demasiado esfuerzo, hoy se perciben en Cuba los efectos de una crisis económica cada vez más profunda y se constata que las soluciones propuestas por los “arquitectos” del socialismo solo son efectivas para una pequeña clase social a la sombra del poder y de la cual están excluidos aquellos que no han sabido comprender la esencia de un juego donde el ganador no es precisamente quien decide ser fiel a las reglas.
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