La crudeza de la vejez en Cuba, el país más longevo del continente
Una mujer de edad se sienta cerca de su ventana en un hogar de La Habana. THE MIAMI HERALD
LA HABANA
A los 67 años, golpeada por la vejez y una pensión miserable, Raquel, una ingeniera “formada por la revolución”, busca entre la basura el sustento de cada día. Sus manos, que alguna vez trazaron mapas y midieron espacios donde crecerían prometedores cultivos, hoy se dedican a recoger cartones, latas y envases vacíos.
“¿Mi apellido? ¿Para qué? Tampoco quiero fotos. Tengo hijos y tuve una vida. No quiero que la gente hable de mí”, dice mientras accede a contar su historia con cierto aire de nostalgia y desengaño. Nunca pensó que llegaría a convertirse en un buzó, de esos que escarban los latones en las esquinas y son objeto de burlas.
Cuba se ha convertido en el país más envejecido de América, según datos oficiales. Este ha sido un proceso acelerado, que sorprendió incluso a los especialistas que esperaban que el fenómeno se manifestara a partir del año 2025.
Con un sistema de pensiones insostenible a mediano plazo, recesión económica y un previsible impacto en los servicios sociales producto del envejecimiento poblacional, el país enfrenta uno de los mayores desafíos de su historia.
“Recibo de pensión 240 pesos al mes (menos de $10). De ese dinero tengo que gastar 50 pesos al pago del refrigerador Haier que el Gobierno me cambió y separar 100 pesos para la compra de medicamentos”, relata Raquel.
Aunque es una jubilada, la farmacia no le subvenciona las medicinas que necesita para su diabetes e hipertensión. El programa estatal de asistencia social no incluye a aquellos ancianos que viven con familiares bajo el mismo techo.
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