November 14, 2024

Miguel Díaz-Canel, un año a la sombra de Raúl Castro. Por DANIEL LOZANO

CUBA

Miguel Díaz-Canel, un año a la sombra de Raúl Castro

Se afianza como presidente cubano con estrategias alejadas del castrismo, en parte gracias a su Gobierno de calle y a la lucha contra la pequeña corrupción

De izquierda a derecha, Miguel Díaz-Canel, Raúl Castro y el presidente del Parlamento, Esteban Lazo. EFE

En Cuba ya no manda ‘El Caballo’ o ‘El Hombre’, como se referían a Fidel mezclando admiración y miedo. Tampoco figura como jefe revolucionario el General de Ejército, denominación empleada de forma obligada por los medios estatales al referirse a Raúl. El nuevo presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, quien cumple un año al frente del país, nada tiene que ver con líderes supremos ni tampoco con símbolos de la lucha antiimperial. Es simplemente Díaz-Canel, tal y como le citan en las calles habaneras. No es militar ni tampoco lleva en sus venas la sangre de los Castro.

“No cambiará la actitud frente a los que sostienen la espada contra nosotros. En Cuba mandamos los cubanos”, insistió Miguel Díaz-Canel (58 años), que en muchas ocasiones sí habla como si fuera otro de los Castro. El primer mandatario ha evocado de nuevo la resistencia revolucionaria horas antes de su primer aniversario, que llega en medio de la tormenta política provocada por la beligerante administración de Donald Trump y sacudido además por la encrucijada económica. Doce meses bajo la sombra alargada de su antecesor y liderando de nuevo la “plaza sitiada”, todo un clásico en 60 años de castrismo. La Habana, en cambio, ya no es cita obligada hoy para el nacionalismo latinoamericano ni tampoco la Meca de la izquierda mundial.

Más allá del tiovivo cubano, un constante subebaja que forma parte de su existencia, el principal cambio del país en este primer año ha ocurrido precisamente con la figura presidencial, un continuismo con aires nuevos, trufado de diferentes formas de hacer política bajo supervisión del PCC y del Ejército.

Díaz-Canel ha afianzado su nombramiento a dedo gracias a su Gobierno de calle y a la lucha contra la pequeña corrupción, que tanto afecta el día a día de los cubanos. Desde el propio país se miraba al elegido como un funcionario gris capaz de moverse con acierto en la cúspide y de aprobar todos los exámenes que Raúl le colocaba en su camino político. Pero el burócrata ha sorprendido a casi todos. Detrás de la sempiterna guayabera blanca o camisa azul estilo oficina se esconde un político con plan propio, alejado de los despachos y que se mueve con facilidad entre las gentes, pese al disgusto vivido este año en Regla, cuando abandonó a toda velocidad la zona afectada por el ciclón.

El heredero de Raúl necesitó ocho meses para recorrer las 15 provincias del país, con última parada en Mayabeque el 28 de febrero. “Lo que hay que hacer es producir, producir y producir. Y todo con calidad”, arengó a los agricultores.

Buena parte de esta nueva estrategia se basa en el manejo de las redes sociales, pero muy lejos todavía de ese “gobierno electrónico e informatización de la sociedad” soñados para un pueblo en el pelotón de cola del planeta digital. Una primera avanzadilla de gobiernos provinciales, instituciones y funcionarios estatales se han lanzado a Twitter, un mundo que no comprenden más allá de la propaganda.

Otro de los factores diferenciales es la presencia destacada de su mujer, Lis Cuesta, como cualquier otro mandatario del continente, algo inédito hasta ahora en la isla. Cuesta acompañó a su marido en 12 viajes al extranjero y además debutó esta semana en solitario al viajar a China en un mensaje claro de la apuesta de Díaz-Canel por las reformas económicas sin tocar la ortodoxia política.

“La gente, en su mayoría, cree adecuado el trabajo que esté haciendo, aunque reclamen más rapidez en los cambios. Está trabajando sin recursos y con mucha escasez, pero hay cierta confianza pese a que no se sabe hasta dónde puede llegar”, relata bajo anonimato un exitoso cuentapropista, antiguo funcionario del Estado.

Díaz-Canel es sabedor de que, ante las dudas de parte de la población por su elección a dedo, necesita de la legitimidad ejecutiva para encontrar su sitio entre un pueblo que es muy crítico con héroes y políticos. El presidente sí fue sensible a la presión ciudadana, cuando a finales de 2018 decidió dar marcha atrás en una impopulares medidas contra los cuentapropistas.

“Persiste la vieja guardia, que mantiene posiciones clave en el partido y en el Gobierno”, confirma a su vez el economista Mesa-Lago. Díaz-Canel gobernará cinco años con Raúl Castro vigilante al frente del Partido Comunista de Cuba (PCC), “órgano rector de la sociedad”, y será él mismo quien le reemplace para compartir ambos poderes en su segunda legislatura.

“Para decirlo en buen cubano: la crudeza del momento nos exige establecer prioridades, bien claras y definidas, para no regresar a los difíciles momentos del Periodo Especial”, confirmó el presidente ante la Asamblea Nacional. Una resistencia que ya se ha convertido para los cubanos en una forma de vivir.