EL COMUNISMO “ES UNA PERVERSIÓN QUE SE METIÓ COMO UN GRAN IDEAL”
CALVANI, MAESTRO Y APÓSTOL
Palabras de Paciano Padrón en el acto de presentación del libro “Arístides Calvani frente al comunismo”, de Eduardo Martínez, en el Interamerican Institute for Democracy.
Miami, 23 de mayo de 2019
“Yo no estoy enfrentándome al marxismo-leninismo por ser obcecado ni obsesionado anticomunista, sino porque lucho por la libertad del hombre y la promoción del hombre; hoy por hoy, el [comunismo es el] peligro más grave a esta promoción del hombre”. Esta afirmación la he tomado del libro que sobre el maestro y apóstol estamos presentando hoy: “Arístides Calvani frente al comunismo”. Idénticas o parecidas palabras le escuché muchas veces al Dr. Calvani en sus clases en el IFEDEC, Instituto de Formación Demócrata Cristiana que él mismo fundó en 1962, y que por años fue centro de formación de líderes de Venezuela y América. Leer el libro de Eduardo Martínez me ha hecho retornar a las aulas de la Quinta Campoamor, en la avenida principal de Los Chorros, en Caracas, para reencontrarme con las enseñanzas del profesor y amigo, para volverlo a escuchar en su prédica y recordar su razón de vida: “Promover la democracia donde no existe, fortalecerla donde es incipiente y consolidarla donde es fuerte”.
Mis primeras palabras son de agradecimiento al Interamerican Institute for Democracy. Gracias por haber publicado, en su colección “The Democracy Paper”, este importante trabajo académico del profesor Eduardo Martínez, ingeniero, comunicador social, político y analista de la política. Gracias por el tema de la publicación, tan actual, tan propio del momento, frente al mal del comunismo, promoviendo el humanismo y la democracia. Gracias también porque el autor, Calvani y el tema son Venezuela, la patria que llevamos en el alma, la que nos hace hoy sufrir por su adolorida tragedia y luchar con fuerza por su libertad. Este acto lo celebramos en días que pudieran ser finales dentro de ese proceso de degradación de un régimen agotado y sin aliento, sin otro destino que su propia muerte. Por último, gracias por el honor personal que para mí implica la invitación a hacer estas reflexiones hoy.
Calvani, educador y abogado, universitario y luchador social y político, diputado, senador, internacionalista y canciller, todo lo cual, como bien dice Eduardo Martínez, se reduce a dos palabras que resumen su vida: magisterio y apostolado. Eso fue él, maestro y apóstol, maestro que entendió que se enseña más con la vida que con la palabra, con el ejemplo que con el discurso. Calvani siempre dijo, “ética y política no pueden estar separadas”, “toda acción humana conlleva una connotación moral”. Cuando la Iglesia Católica, luego de su muerte y cumplidos los lapsos necesarios, lo declaró Siervo de Dios, junto a su esposa Adela, reconoce al apóstol. Dijo Monseñor Ovidio Pérez Morales, “Calvani fue un laico ejemplar”. Para él, como lo diría Pío XII, “La política es la forma más excelsa para el ejercicio de la caridad”. Así lo creyó y así lo vivió Calvani, la política era para él un amor practicado a gran escala, era siembra de democracia y alerta sobre el mal del comunismo.
Calvani, fallecido en 1986, en accidente aéreo en Guatemala, en ejercicio de su apostolado, desconocía que su querida Venezuela, pasión de sus sueños, iría a ser víctima del comunismo más salvaje que haya padecido el mundo, si bien sabía y había dicho: “Venezuela está en el objetivo final, y naturalmente, es el objetivo codiciado”. No obstante saber que Venezuela era el objetivo codiciado, la realidad ha sido la de un comunismo brutal y asesino que acabó con las instituciones, arruinó la economía y la vida. Calvani había escrito que el comunismo tiene como propósito, “Construir un estado dentro del estado y tratar de destruir el orden existente para instaurar su propio orden”.
El comunismo venezolano entre otras muchas cosas, eliminó la clase media de manera absoluta, colocándonos a todos en posición de sobrevivientes, en búsqueda permanente de lo mínimo para la subsistencia, alimentos y medicinas, realidad que es general para todos, excepto para un pequeño grupo de la cúpula podrida, enriquecida gracias a una corrupción sin precedentes en Venezuela, y lo puedo decir con propiedad, ningún otro régimen tan despiadadamente corrupto, al cual suma el narcotráfico y los beneficios económicos del terrorismo internacional, a los que han cedido la soberanía venezolana, que hoy ampara bajo su bandera a la guerrilla colombiana, al narcotráfico internacional y a lo peor del terrorismo mundial. Como ha sido dicho, “El comunismo no es un gran ideal que se pervirtió”. Es una perversión que se metió con un gran ideal.
Qué oportunas las lecciones del maestro Calvani. Estamos obligados a recordarlas en este escenario y a esta hora: “un fin bueno no puede alcanzarse por medios moralmente malos o ilícitos”. El maestro vive la ética y la moral: “En política no se vale todo, el fin no justifica los medios”. El maestro diría más, “todos los compromisos que adquieren los comunistas son válidos en la medida en que se alcanzan los fines que se persiguen”. Para ellos, “No es que el fin justifica los medios, sino que el fin hace bueno los medios, no los justifica. Cuando digo que justifica, estoy dándole a los medios cierta maldad: caramba, no me gusta, pero tengo que usarlo. En el caso de ellos no: el medio es bueno si es eficaz para alcanzar el fin que persiguen. Cualquier medio. Entonces, el criterio de la eficacia del medio es el que bonifica el medio”.
Cuando hoy en Venezuela, al igual que en Cuba, Nicaragua y Bolivia los regímenes actúan por interés del comunismo internacional, sin importarles el destino de su pueblo ni la felicidad de su gente, cuando las banderas rojas valen más que la bandera de la patria y del alma de los pueblos, nos percatamos que a esta hora hacen falta más Calvani en América, más maestros que nos enseñen que “a la política se viene a servir. La política es servicio”. Bien sabemos que para el cristiano amor es servir, y si se trata del amor a Dios, este solo se manifiesta de manera eficiente cuando se traduce en servicio a la gente, al pueblo, diríamos al prójimo. El maestro Calvani que fue diputado y senador, que por cinco años completos y consecutivos fue el Canciller de la República de Venezuela, fue tenido como un hombre sencillo y humilde que entendía que estaba allí para servir. Él decía: “Téngale miedo al poder que envilece y degrada el espíritu, si no vamos preparados para resistir sus tentaciones de engrandecimiento, creeremos que somos dioses”. Cuántos con mucho menos poder y autoridad que Calvani, en funciones de menor trascendencia, creen tener a Dios agarrado por la barba, se sienten omnipotentes y dignos de honores, en espera permanente de ser servidos, olvidando la misión principal: la función pública es para servir y no para servirse.
Cuántas cosas quisiera decir ahora del maestro Calvani, pero no me está dado hacerlo, el tiempo no me lo permite. No obstante, no puedo dejar de recordar que mi primer viaje a este país, a los Estados Unidos, fue de marzo a mayo de 1969, recién graduado yo de Abogado, cuando el maestro Calvani se empeñó en que viniera a New Orleans, a Loyola University, para hacer un curso de planificación y desarrollo, para el cual él me había logrado desde un año antes la beca. Me había dicho, todo político debe saber de planificación y desarrollo, si quiere marchar por camino firme y seguro.
Hoy desde acá, al recordarlo, quiero repetir su consigna de lucha y razón de su vida en la política, la que resulta tan apropiada a este escenario del Interamerican Institute for Democracy que hoy le rinde homenaje. Concluyo pues con palabras de Calvani: La misión es: “Promover la democracia donde no existe, fortalecerla donde es incipiente y consolidarla donde es fuerte”.
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