“Tirar la casa por la ventana”
Se dice que alguien tira la casa por la ventana cuando efectúa gastos extraordinarios con motivo de alguna celebración en particular.
Todo comenzó en España, allá por el año 1763, en épocas del reinado de Carlos III (1716-1788), quien instauró la Lotería Nacional en aquel país. Desde entonces, cuando un español obtenía un premio suculento, se impuso la costumbre de arrojar, a veces por la ventana, los muebles y algo más hacia la calle, pues el dinero ganado mediante el azar alcanzaba para reemplazarlos por otros nuevos. Hoy se mantienen la frase y los festejos que ella supone, pero se ha perdido la solidaridad de entregar a otros aquello que resulta útil pero que ya no usamos.
“Poner las barbas en remojo”
Fórmula oral que refiere a los casos en los que se le llama la atención o se castiga a una persona por un acto indebido.
La expresión original no dice barbas, sino bardas. Las bardas son límites, cercos o vallados históricamente, fabricados con sarmientos, paja o espinos y usados para dividir terrenos. Inicialmente se decía: “Cuando veas las bardas de tu vecino quemar, pon las tuyas a remojar”, para evitar que te ocurriera lo mismo. En el fondo, no se trataba de un castigo sino de una advertencia. Bueno, en este caso, el tiempo y el viaje del refrán por diferentes lugares y culturas, provocó una modificación sustancial en el formato de la expresión y en su significado.
“El ojo del amo engorda el ganado”
Dicho popular que no habla para nada bien de los trabajadores, en especial de aquellos que tienen relación de dependencia, pues entraña una desconfianza explícita en cuanto a lo que puedan rendir o producir si el patrón no está presente.
No obstante, como tantas otras sentencias muy extendidas en la población, nació de las experiencias sumadas por muchas personas que pudieron constatar que los empleados se esfuerzan menos cuando no hay un ojo vigilante. La figura utilizada es la de un ganadero (el amo de la frase) que está siempre atento para cuidar la alimentación de sus reses.
“Poner las manos en el fuego por alguien”
Frase utilizada para demostrar la adhesión total o la creencia ciega en algo o alguien.
La procedencia de esta expresión, que se utiliza para manifestar respaldo total a alguien o algo, se remonta a la época en la que se practicaba el juicio de Dios. También conocida como Ordalía, ésta era una institución jurídica que dictaminaba, atendiendo a supuestos mandatos divinos, la inocencia o la culpabilidad de una persona o una cosa –un libro, una obra de arte– acusadas de quebrantar las normas o cometer un pecado.
Esta costumbre pagana, que fue común entre los germanos y otros pueblos antiguos, se ejecutaba de formas muy diversas. No obstante, casi todas consistían en pruebas de fuego.
Ante el tribunal, el acusado debía sujetar hierros candentes o introducir las manos en la lumbre o en una hoguera. Si la persona salía de la prueba indemne o con pocas quemaduras significaba que Dios la consideraba inocente y, por tanto, no tenía que recibir ningún castigo.
“Tirar manteca al techo”
Expresión que significa malgastar.
Surge cuando los jóvenes adinerados de Buenos Aires, allá por los años ´20, comenzaron a tomar por diversión, en los cafés o restaurantes porteños, arrojar con los cubiertos un poco de manteca a los techos. La idea era competir para ver quién era capaz de dejar pegados más pedazos de manteca o cuál de ellos se mantenía adherido por más tiempo. También gozaban cuando algún fragmento grasoso se despegaba y caía sobre un desprevenido cliente. Esta práctica absurda pero real, era propia de los llamados cajetillas o petiteros. Cajetilla proviene de España, donde significa paquete de cigarrillos, sólo que toma el sentido que suele darse a paquete para indicar algo muy arreglado, prolijo o de buen gusto. En tanto que los petiteros eran los que frecuentaban el famoso y exclusivo café Petit París.
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