Editorial: Hay que hacer hablar a los dirigentes
Primero fue la viceministra primera de Educación Superior, avisando de que todo el que no “se sienta activista de la política revolucionaria”, de su ideología, moral y convicciones políticas, “debe renunciar a ser profesor universitario”.
Después fue su superiora, la ministra de Educación en un tuit: “Los que no viven en Cuba no tienen derecho a criticarnos. Aceptamos las críticas de los que están junto a nosotros y están dispuestos a compartir nuestras carencias y buscar soluciones”.
Entre uno y otro pronunciamiento de esas funcionarias, hubo una carta pública en la que profesores y estudiantes rebatían lo dicho por la viceministra primera. El tuit de la ministra respondía a esa carta pública. Sin mencionarla, por supuesto, en el más puro estilo de la prensa oficialista.
Son ministra y viceministra de un régimen, no de una nación. Por eso dejan fuera a los no revolucionarios y a los exiliados. Como funcionarias del régimen, hacen lo que ha hecho siempre ese régimen: abusar de la frontera y aplastar cualquier crítica.
Es evidente que la ministra se sintió afectada por la carta pública cuando tuvo que salir en defensa de su subordinada y de la política de su ministerio. Y después de la carta, ha tenido que soportar las respuestas a su tuit. En esto consiste lo nuevo del asunto, dada la política de comunicación del régimen que pone a tuitear a sus dirigentes, empezando por Díaz-Canel.
Por otra parte, una investigación publicada por The New York Times la semana antepasada denunció irregularidades en las cifras de casos de zika reportados por Cuba. El rejuego con las estadísticas, en compinchería o no con organizaciones internacionales, forma parte de la naturaleza del régimen cubano. Y la prensa de la Isla tuvo que responder al diario neoyorquino.
Cartas públicas como la de los estudiantes y profesores, respuestas como la de muchos tuiteros a la ministra de Educación, por no hablar de investigaciones como la publicada por The New York Times, ayudan a conformar un estado de opinión adverso a la propaganda del régimen cubano, que apenas se sostiene por “los logros de la salud y la educación”.
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