La columna de esta semana. Saludos y gracias. Pedro
Las avispas del castrismo Es de suponer que hay muchos profesionales, particularmente, abogados, actores y actrices que por razones de oficio se ven precisados a cumplir diligencias que no son de su entera satisfacción, otros, al contrario, sentirán placer en asumir sus responsabilidades al defender o interpretar sujetos cuya conducta de vida han sido negativas para la sociedad. Este último, quizás, fue el caso de Benicio del Toro cuando interpretó a Ernesto Guevara, el asesino en serie más prolífico del hemisferio. El actor dijo que “el personaje del ‘Che’ educó mis raíces, de ser caribeño, latinoamericano, puertorriqueño”, indiscutiblemente, del Toro valora a Guevara, usando su incuestionable derecho de equivocarse total y absolutamente, como un personaje positivo de la historia. Guevara, incomprensiblemente, continúa ejerciendo influencia sobre ciertos sectores. A pesar de las numerosas evidencias presentadas en su contra no faltan quienes defienden su obra y legado. Presentarlo como mensajero del amor, como hacen algunos, es una aberración, e ignorar a propósito expresiones suyas como ‘El odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de los límites naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar”, es un soberano disparate. Pero esta columna no es acerca del laureado actor ni del verdugo de La Cabaña, es para comentar una reciente película que recoge las actuaciones de cinco sujetos que espiaron a favor de la dictadura más cruenta de las Américas. Servidores conscientes de una tiranía y no patriotas arriesgados que defendían a un gobierno de una agresión extranjera. Soy un aficionado al cine. Disfruto mucho las películas y series, no tengo reparos en ver filmes de violencia, me atraen los temas históricos fuertemente y entre ellos los relacionados con la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración, pero no estoy dispuesto a ver una película que elogie el nazi fascismo, justifique el holocausto o pretenda presentar los gulag soviéticos como campos de recreo. Una cosa es ver fantasear sobre sucesos históricos, otra, sumamente cruel, es argumentar a favor de sujetos y regímenes que se han caracterizado por su salvajismo. Esta reflexión está motivada por una reciente película dedicada a los cincos espías de Fidel Castro, no de Cuba. Sujetos que se prestaron para espiar en Estados Unidos, infiltrarse en dependencias gubernamentales para recabar información que favoreciera una dictadura infame, escribir cartas amenazantes a personalidades políticas estadounidenses y complotarse para que cuatro jóvenes que cumplían una labor humanitaria fueran brutalmente asesinados en el aire en aguas internacionales. Los espías de esta película fueron sancionados en procesos judiciales ajustados a derechos. Ellos planeaban infiltrarse en bases militares estadounidenses, sabotear instalaciones aeronáuticas e informar sobre actividades militares, para esas actividades disponía de documentación falsa o de otras personas, incluidas licencias de conducir, pasaportes, partidas de nacimientos y números de seguridad social. Los crímenes en los que incurrieron estos sujetos determinaron que fueran considerados “héroes” por el régimen al que sirvieron. Sin embargo, estos individuos no defendían una democracia, sino un sistema que apabulla a sus ciudadanos como reflejan las declaraciones de la actriz, Penélope Cruz, interprete de la esposa de uno de los espías. Cruz dijo, sobre su estancia en Cuba. “Era muy difícil recibir información concreta”, “Resultaba complicado que compartieran contigo lo que realmente sentían, tanto sobre los últimos cambios como sobre lo ocurrido en las últimas décadas”, a lo que agregó, la confesión de “no haber sentido una libertad muy grande a la hora de hablar”, señalando, “Y eso sí es algo que me inquieta, porque creo que en 2019 en cualquier lugar del mundo alguien debería sentirse libre para hablar”. El tipo de régimen al que servían estos espías y cuál era el fundamento moral de sus actuaciones se manifiesta también en las declaraciones del director del filme, Olivier Assayas al decir: “A veces no sabíamos si íbamos a poder rodar al día siguiente”, también dijo a la revista Variety. “Estábamos siendo vigilados de cerca por el Estado cubano y sujetos a las fluctuaciones del clima político”. Estas declaraciones reflejan inseguridad, miedo a incurrir en un error ante el Gran Hermano, entonces, “por qué presentar como buenos a los que sirven a los malos”.
Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714
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