Dios ciega a quienes quiere perder (Se lee en la profecía de Ezequiel). Siempre hay “un ciego que quiere guiar a otros ciegos”. Este es el caso de la mayoría de los políticos demócratas cegados por el odio visceral a Donald Trump. Un odio que comenzó el 16 de junio de 2015, cuando Trump descendió las escaleras de la Torre Trump en Nueva York y declaró su aspiración a la presidencia de los Estados Unidos.
Irónicamente, los demócratas y sus aliados en la prensa de izquierda le daban muy escasas probabilidades de triunfo. A tal punto que llegaron a utilizarlo para atacar a candidatos que creían con mayores probabilidades de éxito como Jeb Bush, Ted Cruz y Marco Rubio. Pero el guerrero incansable e invicto que es Donald Trump sorprendió a analistas políticos, encuestadores y periodistas alzándose con una victoria inesperada el 8 de noviembre de 2016.
A partir de ese momento le han declarado una guerra sin cuartel. En el 2017, los congresistas demócratas Al Green y Brad Sherman presentaron un Proyecto de Ley para someter a juicio político (impeachment) a Donald Trump. Sin embargo, durante casi tres años, los líderes del Partido Demócrata en el Congreso resistieron los intentos de la izquierda vitriólica del partido para enjuiciar al presidente. Recordando el fracaso de los republicanos en su intento de enjuiciara Bill Clinton en 1998, Nancy Pelosi bloqueó los esfuerzos de sus colegas de izquierda.
Pero las amenazas a su liderazgo por parte de la imberbe Alexandria Ocasio Cortez y de sus tres asociadas de la llamada “escuadra militante” la han hecho sumarse al esfuerzo de enjuiciar a Trump. La semana pasada, la Pelosi declaró: “Puedo decir con total autoridad que las acciones de la Administración Trump han minado la seguridad nacional y la integridad de nuestros organismos de inteligencia”. Lo que no se atreve a decir la abuela Nancy Pelosi es que perdió la batalla frente a sus nietas vociferantes y venosas de una izquierda que ha transformado radicalmente al partido. De ahí que Nancy haya pasado a ser presidenta nominal y sin poder alguno dentro de un nuevo Partido Demócrata que en nada se parece al de John Kennedy, Sam Nunn, Bob Graham y Henry Jackson.
Los demócratas, por otra parte, no cuentan con argumentos sólidos para enfrentarse a Donald Trump en las próximas elecciones presidenciales de 2020. No pueden criticar una economía con un Producto Interno Bruto que oscila alrededor del 3 por ciento, una baja tasa de desempleo para blancos, negros, mujeres e hispanos que no se había visto por más de medio siglo, un alto nivel de empleo en que hay más puestos de trabajo que aspirantes para ocuparlos, una política migratoria que cuenta con el apoyo de una mayoría de los ciudadanos, una política energética que ha hecho a los Estados Unidos por primera vez en cincuenta años independientes de fuentes externas y una política exterior que ha puesto fin al chantaje de sus aliados europeos y parado en seco las aspiraciones imperialistas de una China Comunista que se propone superar a los Estados Unidos como primera potencia del mundo.
Ante la imposibilidad de derrotar a Trump con los votos, los demócratas no han tenido otra alternativa que apelar a la insidia, la mentira y la despersonalización. Lo han acusado de conspirar con Rusia para ganar las elecciones de 2016, de simpatizar con los supremacistas blancos, de profesar sentimientos racistas contra los negros, de obstruir la justicia, de denigrar a las mujeres y hasta de traicionar a los Estados Unidos como espía de Vladimir Putin. Y llegaron al nivel del paroxismo cuando, después de casi tres años de investigación y un despilfarro de 37 millones de dólares, el inefable y solapado Robert Muller tuvo que exonerar a Trump de la falsa acusación de conspirar con Rusia.
Pero la izquierda nunca perdona a sus enemigos ni se da por vencida. Ahora se agarran del “clavo hirviendo” de una conversaciones telefónica entre los presidente de Ucrania y de los Estados Unidos. Según la versión demencial de los demócratas y su prensa apandillada, Trump le pidió como favor a Zelensky que investigara las fraudulentas actividades financieras en Ucrania del ex vicepresidente Joe Biden y de su hijo Hunter.
Es un hecho innegable que Joe Biden fue designado por Barack Obama como responsable de todas las negociaciones entre Ucrania y los Estados Unidos. En un momento dentro de este nebuloso entuerto Hunter Biden fue designado miembro de la junta de directores de Burisma, una compañía ucraniana dedicada a la explotación de fuentes de energía. Como compensación de su cargo, Hunter Biden, un neófito que no sabe una palabra de energía o de Ucrania y sin otro atractivo que ser hijo del Vicepresidente de los Estados Unidos, recibió un salario de 50,000 dólares mensuales. Y más importante todavía, en el curso de 16 meses Burisma depositó 3 millones de dólares en una cuenta bancaria asociada con el negocio de Hunter Biden.
Pero, en determinado momento, las cosas se complicaron y papá Biden tuvo que venir al rescate del hijo privilegiado. El Fiscal General de Ucrania empezó a investigar las actividades ilícitas de Burisma y, dentro de ellas, las de Hunter Biden. Entonces, Papá Biden, aplicando los procedimientos mafiosos del pantano de Washington, amenazó al Presidente de Ucrania con retener más de MIL MILLONES de dólares en ayuda norteamericana si éste no despedía al fiscal que amenazaba con investigar a su hijo. El fiscal fue despedido y los Biden pudieron haber disfrutar de sus dineros mal habidos sin ser perturbados.
Pero la justicia tiene muchas veces formas extrañas de manifestarse. Un año más tarde, la vanidad y la arrogancia del viejo Biden lo llevó a hacer alardes en uno de sus discursos políticos de haber ocasionado el despido del fiscal ucraniano que investigaba a su hijo. Estas declaraciones han salido ahora a la publicidad y es altamente probable que le cuesten su aspiración a la postulación presidencial por el Partido Demócrata.
Sin embargo, la gran prensa que conspira con los demócratas no sólo ha ignorado el delito de Biden sino ha utilizado la conversación de Trump con Zelensky para acusar al primero de delitos que merecen el enjuiciamiento (impeachment) ante el Congreso. La misma Nancy Pelosi que, en 1998, se opuso al juicio político contra Bill Clinton diciendo: “Los republicanos están paralizados por el odio”, ahora se suma a la izquierda fanática y vuelca todo su odio contra Donald Trump.
En esta oportunidad, los demócratas acusan al presidente de encubrimiento, pero no puede haber encubrimiento de una situación en que el propio Donald Trump publicó en su totalidad su conversación con el Presidente de Ucrania. En total transparencia, llego al extremo de publicar el contenido de la acusación del supuesto soplón (whistleblower ) . Donde no hay delito no puede haber obstrucción de la investigación de un delito que no existe.
En honor a la claridad, analicemos brevemente la parte procesal de este procedimiento de enjuiciamiento del presidente. La acusación es sometida a votación en el Comité Judicial de la Cámara de Representantes. Acto seguido es presentada para votación ante el pleno de la Cámara, que deberá aprobar los llamados Artículos de (impeachment). Después es enviada al Senado, el cual será presidido por el Presidente del Tribunal Supremo.
Los senadores actuarán como jurado que decidirá si el presidente es inocente o culpable. Esa culpabilidad tendría que ser declarada con el voto favorable de las dos terceras partes (67) de los miembros del Senado. Si tenemos en cuenta que los demócratas tienen solamente 47 senadores, una simple aritmética indica que necesitarían 20 judas republicanos para condenar a Donald Trump. Como sabemos, Trump tiene varios judas en el Partido Republicano y en el Senado pero su número no llega a los 20 que necesitan los demócratas para condenarlo. Luego, este (impeachment) no es sólo un circo sino un imposible político.
¿Qué persiguen entonces los demócratas con este ridículo circo? Primero, impedir que Donald Trump cumpla sus promesas al pueblo norteamericano. Segundo debilitar su popularidad para facilitar una derrota en las elecciones generales de 2020 que cada día les parece más improbable. Pero tienen que andar con mucho cuidado porque las encuestas están en su contra.
Como antes con Clinton y ahora con Trump los norteamericanos rechazan un proceso que anula los resultados de las elecciones y viola la esencia misma de la democracia. El 63 por ciento de los norteamericanos en el caso de Clinton y 57 por ciento en el de Trump dijeron oponerse al enjuiciamiento de un presidente por el Congreso. Por desgracia para la izquierda demócrata ellos no ven estos peligros porque están cegados por su odio. El mismo con que Dios ciega a quienes quiere perder.
10-1-19
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