El “paripé” de restablecer el cargo de presidente de la República de Cuba solo sirvió para evidenciar el inmovilismo (ya de índole criminal) de la gerontocracia militar que manda en el país, cuando más se requiere de cambios para paliar al menos la grave crisis económica que padece. También mostró el anacronismo del modelo estalinista, ya a punto de finalizar la segunda década del siglo XXI.
Miguel Díaz-Canel, un hombre gris, inepto para dirigir gobierno alguno pero muy obediente —que es lo que cuenta aquí— se convirtió en la nueva versión de Manuel Urrutia y de Osvaldo Dorticós, los otros dos presidentes de mentiritas de la República desde 1959 sin el apellido dinástico de Castro.
Ello hizo recordar que en Cuba no hay elecciones democráticas desde 1948. O sea, que los cubanos no eligen a sus gobernantes desde hace 71 años, cuando se realizaron los últimos comicios y resultó vencedor Carlos Prío Socarrás, quien obtuvo 905.200 votos, contra los 608.000 que logró su principal contendiente, Ricardo Núñez Portuondo.
No hay en la Isla un presidente de la República civil, con poder real de jefe de Estado y Gobierno desde que en febrero de 1959 Fidel Castro le dio un golpe de Estado “invisible” a Urrutia.
Al entrar en La Habana el 8 de enero de 1959 Castro I declaró que no le interesaba el poder y no aspiraba a ningún cargo público. Pero solo se aguantó por 37 días. El 13 de febrero de 1959 sustituyó la Constitución de 1940 por una Ley Fundamental redactada por él mismo —con la ayuda de Dorticós— y convirtió el cargo de primer ministro en jefe de Gobierno por encima del presidente de la República.
Tres días después Fidel asumió como primer ministro. Urrutia devino figura protocolar y mediática, sin poder real. En julio de 1959 el comandante lo obligó a renunciar por anticomunista, y nombró a Dorticós, igualmente sin poder alguno.
Anatomía del castrismo: jerarquía superior y subordinada
El mundo y los propios cubanos conocen muy poco cómo funciona el poder político real en la Isla. La Constitución establece que el Partido Comunista (PCC) “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Eso no es cierto. La máxima instancia de poder es un grupo de militares que de hecho conforman una Junta Militar encabezada por Raúl Castro.
Cuba está a años luz de la democracia moderna que se afinca en la independencia de los tres poderes públicos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), algo que retomando a Platón y Aristóteles formuló el barón de Montesquieu hace 271 años (El espíritu de las leyes, 1748).
En la Isla no hay tres poderes sino solo dos, que agrupan un menjunje institucional que cual hidra mitológica tiene al menos 10 cabezas, controladas por un solo hombre que gobierna auxiliado por la Junta Militar ya mencionada.
Esos dos grandes poderes constituyen lo que bien podrían llamarse jerarquía superior y jerarquía subordinada. La primera incluye, por orden de fuerza real, al dictador, la Junta Militar, el Buró Político del PCC y el Comité Central del PCC con su Secretariado.
La subordinada la conforman el presidente de la República, el Consejo de Estado, el primer ministro (aún por nombrar) y el Consejo de Ministros, y la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). Vale aclarar que el tirano también controla al Poder Judicial, como los reyes y emperadores en la antigüedad.
La crème de la crème castrista
Luego de Castro II, con más poder personal que el Rey Sol Luis XIV de Francia (“L’Etat, c’est moi” , “El Estado soy yo”) está la Junta Militar, la crème de la crème del régimen, integrada por los comandantes históricos Ramiro Valdés y Machado Ventura, los generales Leopoldo Cintras Frías, ministro de las FAR; Alvaro López Miera, viceministro primero de las FAR y jefe del Estado Mayor; Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, zar de las empresas militares; Julio Cesar Gandarilla, ministro del Interior.
También la conforman los generales de tres estrellas Ramón Espinosa y Joaquín Quintas Solá, viceministros de las FAR; el hijo del dictador, coronel Alejandro Castro Espín; así como los jefes de los tres ejércitos (Occidente, Centro y Oriente) y dos o tres generales más cuyos nombres pueden variar según su cercanía con el dictador, y uno de los cuales ahora es Leonardo Andollo. La Junta Militar no tiene corporeidad física, no existe formalmente, trabaja tras bambalinas.
En el Buró Político del PCC, actualmente con 17 miembros, solo cuentan los seis militares (Castro II, Machado, Ramiro, Cintras Frías, Espinosa y López Miera). Ellos deciden, los otros 11 miembros escuchan, opinan si los dejan, y aprueban lo que deciden los militares.
El Comité Central del PCC, con unos 140 miembros, aprueba todo lo decidido “arriba”. Su misión es controlar el Gobierno y toda la sociedad con mano de hierro mediante un aparato burocrático multifacético. Sus jefes de departamento y de sección dirigen a los ministros, al Consejo de Estado, la ANPP, los organismos centrales, los medios de comunicación, la cultura, la enseñanza, las organizaciones de masas, y las instancias de PCC en todos los niveles. La política exterior no se traza en el MINREX, sino en el Departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central.
El Secretariado, con nueve miembros, es la cúpula del aparato burocrático del PCC. Su función es burocrática, auxilia al Comité Central en la aplicación de las resoluciones y acuerdos del congreso.
La nomenclatura sometida
El presidente de la República, Díaz-Canel, ya se sabe que no lo es de verdad, sino solo en materia protocolar y burocrática. Debe rendir cuentas al Consejo de Estado y a la ANPP. Representa al Estado y le da nivel mediático a las reuniones a las que vaya.
Por cierto, como ahora el presidente del Consejo de Estado, Esteban Lazo, es también el presidente de la ANPP, resulta que Lazo se rinde cuenta a sí mismo, y de hecho goza de más independencia y poder formal que Díaz-Canel.
El Consejo de Estado, con 21 miembros, ejecuta los acuerdos de la ANPP entre una y otra reunión. Y se mezcla en tareas burocráticas.
El primer ministro, que será nombrado próximamente, será nuevamente quien se encargará del día a día burocrático del Gobierno, pero sin poder decidir nada importante. El Consejo de Ministros en la práctica tiene funciones administrativas. Es dirigido realmente por el Comité Central del PCC. Y en la Asamblea Nacional del Poder Popular sus 605 “diputados” escuchan, levantan la mano y aprueban por unanimidad lo ya cocinado “arriba”.
De Díaz-Canel es fundamental aclarar que no integra la Junta Militar. De ahí su condición de solo administrador de la burocracia estatal, sin verdadero poder ejecutivo, ni político-militar. Y eso pese a que la Constitución establece que el presidente de la República es el jefe supremo de las fuerzas armadas. ¿Se cree eso Díaz-Canel? ¿Le puede él insinuar siquiera al general Castro que no es el máximo jefe militar y “número uno” de Cuba, sino él, Díaz-Canel?
Por lo demás, lo ocurrido el 10 de octubre pasado fue resultado directo de la nueva Constitución, que es realmente el testamento que ha dejado Raúl Castro para atar las manos de sus sucesores y evitar que surja un Gorbachov que haga cambios violatorios del legado de Fidel Castro de “construir” el feudalismo en Cuba.
Castro II simplemente hizo una repartición de los principales cargos públicos del país para evitar que nadie, salvo él mismo, pueda concentrar mucho poder en sus manos. Ni siquiera el próximo primer secretario del PCC en 2021, que ya el general anunció será también Díaz-Canel.
Porque el menor de los Castro seguirá siendo el jefe de jefes hasta que la muerte lo separe del jamón y lo trasladen a su mausoleo en Sierra Cristal, Oriente. |
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