Los disturbios ocurridos en un barrio de gente con escasos recursos, en la apertura del supermercado de Cuatro Caminos —ahora remozado, dolarizado y anunciado a bombo y platillo por las autoridades—, pueden haber sido un alerta para la elite de poder cubana. Debiera serlo.
No deja de ser justicia poética que las autoridades acusen a “una mano oscura” de haber provocado lo que de forma ridícula han llamado “La Batalla de Cuatro Caminos”. Otro toque ridículo ha sido el teatral rechazo a la “violencia” de quienes forzaron su entrada al supermercado y lo vandalizaron. Nadie fue encapuchado, ni con bombas incendiarias a quemar los servicios públicos y comercios de la ciudad.
Pero además, ¿no vino al mundo la revolución cubana chorreando sangre y violencia por todos los poros? ¿No la ha ejercido por seis décadas en el territorio nacional y la ha exportado a América Latina, África y Asia? Entonces, ¿a qué viene esa desmesurada reacción ante un hecho microlocalizado?
La respuesta más plausible es que a la gerontocracia castrista le es adversa y compleja lo que su Ministerio del Interior denomina la “situación operativa nacional”. Al parecer, la elite de poder descubrió que las explosiones sociales que les desean a todos aquellos gobiernos que no les resulten simpáticos, pueden ocurrirles a ellos mismos.
En Cuba hay una disidencia masiva socioeconómica más allá de la oposición política organizada. Eso es lo que no entendió Nicolas Ceausescu cuando se vanagloriaba de tener en Rumanía a todas las organizaciones opositoras infiltradas y controladas. La población era su mayor disidencia. Las demandas sociales su talón de Aquiles. No hay cárceles ni policías suficientes para neutralizarla.
En el Comité Central del PCC deberían revisar el eufórico informe escrito por Jorge Risquet en 1989, a su regreso de conversar con Ceausescu, el sanguinario dictador rumano, apenas semanas antes de su caída. Para Risquet todo andaba en calma. Puede que los ilumine sobre los peligros de la terquedad de no levantar a tiempo todas las prohibiciones, respetar derechos y abandonar un sistema fallido.
Ser necio no es heroico como insinuaba Silvio Rodríguez en una de sus canciones del anterior Periodo Especial, sino estúpido. También es criminal. |
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