En este año que va terminando se ha notado una disminución de la tolerancia del exilio hacia los artistas, intelectuales y académicos comprometidos con la desinformación castrista.
Los soviéticos, que heredaron el prurito epistemológico de la gran academia zarista, lo llamaban dezinformatsiya.
Aparentemente, el término fue acuñado por Stalin. Las traducciones disminuyen el sentido que tiene en ruso. Dezinformatsiya es mucho más que la simple divulgación de información falsa para engañar a la opinión pública. Es un arte, una estrategia, un concepto de dominio implementado por poderosas, tentaculares estructuras secretas.
La primera vez que escuché la palabra fue de boca del fallecido escritor Joaquín G. Santana. Nos había reunido a un pequeño grupo jóvenes escritores para presentarnos un libro que atacaba al disidente Alexander Solzhenitsyn. Traducido por una editorial cubana, el panfleto presentaba a Solzhenitsyn como un tipo resentido, acomplejado, mediocre, a quien Occidente le regaló un Premio Nobel. |
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