Opositora cubana Xiomara Cruz, víctima del peligro de defender los derechos humanos en dictadura
La historia de Xiomara de las Mercedes Cruz Miranda, Dama de Blanco y miembro de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), es un ejemplo del peligro que implica la demanda de respeto a los DDHH a un Estado que los ignora
Por BORIS GONZÁLEZ ARENAS
Diario de Cuba
En una dictadura, la gloria de los movimientos defensores de derechos humanos está asociada a la tragedia. No se mide la grandeza de un movimiento por sus éxitos, como podría hacerse en una democracia, sino por sus víctimas, por la cantidad de sufrimiento que acumulan mientras viven.
La historia de Xiomara de las Mercedes Cruz Miranda, Dama de Blanco y miembro de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), es un ejemplo del peligro que implica la demanda de respeto a los derechos humanos a un Estado que los ignora.
Xiomara Cruz nació en La Habana el 7 de agosto de 1961. En 1973 murió su mamá y la educación de ella y sus dos hermanos menores quedó a cargo de su abuela materna. Toda su vida vivió en la calle Tenerife, en el municipio de Centro Habana, hasta que en 2005 una pared de su apartamento se vino abajo y casi mató a su nieto de siete años. El viejo edificio fue demolido poco después.
“Cuando se cayó la pared, el niño quedó cubierto por los escombros –contó Xiomara en una entrevista realizada a principios de este mes–. Perdió tanta sangre que llegó al hospital con cuatro de hemoglobina”.
El nieto de Xiomara estuvo ingresado tres meses en el pediátrico Juan Manuel Márquez. Salió con todo su cuerpo enyesado. En ese momento, las autoridades del Instituto de Vivienda de Centro Habana dijeron que no tenían casa en la que ubicar a la familia.
“Cuando fuimos a Vivienda me abrieron un expediente nuevo. Yo llevaba más de 30 años esperando una casa y ahora parecía que la acababa de solicitar. Entonces les dije ‘me voy a quedar aquí y ustedes van a tener que tomar una decisión’. Allí estuvimos, en Vivienda, con mi nieto cubierto de yeso, durmiendo en un canapé y mi hija en una silla, por un mes. Entonces se rumoró que vendrían los de los derechos humanos y bastó aquel rumor para que apareciera este sitio”.
La familia de Xiomara Cruz fue a dar a un albergue de dos cuartos y techo de asbesto; una porción de una extensa nave de pequeños módulos separados por paredes, ubicada en un área suburbana del municipio de Guanabacoa.
La lucha por tener una vivienda ha sido una constante en la vida de Xiomara Cruz. Cuando se le pregunta sobre los antecedentes que podrían anticipar su pertenencia a las Damas de Blanco y la UNPACU, responde que por lo que más ha reclamado es por “el problema de la vivienda”.
La vida de Xiomara ha estado también marcada por la prisión de seres queridos. Poco después de nacer ella, su padre sufrió una larga condena por homicidio que terminó cuando Xiomara tenía 26 años. Uno de sus hermanos, Juan Cruz Miranda, falleció en prisión en febrero de 1987. Su hijo cumplió ocho años de prisión entre 2002 y 2010.
En 1987, el año en que falleció su hermano, se aproximaba el fin de una década en Cuba en la que se había intentado disminuir la población carcelaria y poner freno al uso del derecho penal como recurso de control social, cuentan algunos especialistas y protagonistas de aquellos empeños. Hasta inicios de los años 80, la lógica del castrismo había sido la de la sanción como castigo, y sería también la que se impondría a partir de los 90 hasta el presente. El resultado son cárceles donde conviven criminales con personas que no lo son, y que han llegado a prisión por tratar de mitigar el impacto en sus familias de los bajos salarios, la falta de medicinas y el hambre derivados de un funcionamiento estatal centrado en la conservación del poder en lugar del servicio público.
Una situación social de extrema miseria y una posición desfavorecida han sido históricamente razones importantes para disponer a unos seres humanos al crimen y a otros a las luchas contra la injusticia. Con su vida, Xiomara Cruz expresa el segundo de esos caminos.
“Cuando el problema de la vivienda, que tenía a mi nieto en las condiciones que he dicho, busqué a la gente de los derechos humanos. Después seguí interesada en conocerlos”. A través de una vecina, llegó a las Damas de Blanco en 2013, cuando tenía 52 años y cuatro nietos.
Quien conoce la violencia con que el Estado cubano arremete contra las Damas de Blanco podría considerar temeraria la decisión de unirse a la organización. Y la historia de Xiomara refuerza esa idea.
La prisión
“A mí me detenían lo mismo fuera de mi casa que esperaban cerca y me apresaban. Me llevaban a una estación de Policía y después me soltaban. Cuando llegaba a la Iglesia de Santa Rita, nos arrestaban al salir y nos llevaban para la estación policial de Tarará”.
En abril de 2016 Xiomara Cruz, junto a otras Damas de Blanco, se manifestó contra el castrismo en el Parque de la Fraternidad. La arrestaron e intentaron ponerle una multa de 3.000 pesos. “Les dije ‘no voy a pagar nada'”, y por ello acabó en la prisión de mujeres del Guatao para esperar el juicio.
Cinco meses después fue trasladada a la prisión La Bellote, en Matanzas. “Estuve un año y ocho meses esperando el juicio. Cuando lo hicieron, la sanción fue de tres años. Un mes después me dieron libertad condicional. Estuve en prisión casi dos años”.
Pese a su paso por la cárcel, Xiomara Cruz continuó su movilización con las Damas de Blanco a favor de los presos políticos. El acoso paramilitar no cesó. En septiembre de 2018, encaró a una exintegrante de la organización, Elsa Sarduy, quien al parecer lanzaba piedras al techo de tejas de Xiomara con peligro de abrir un hueco.
Elsa grabó a Xiomara con un teléfono móvil y la denunció a la Policía. Al día siguiente, 12 de septiembre de 2018, la detuvieron. “Al otro día me hicieron el juicio. No tuve abogado, no me dieron documentos. Hubo dos fiscales y una jueza. Me condenaron a un año por ‘amenaza’, pero después me añadieron un mes porque supuestamente me hicieron una conjunta de la sanción que yo estaba extinguiendo y esta nueva”.
Xiomara fue trasladada al Guatao y, luego de unos días, a la prisión de Ciego de Ávila. Al llegar la encerraron en una celda de castigo.
La enfermedad
Es en esa prisión donde Xiomara comienza, entre marzo y abril de este año, a sufrir los problemas que hoy tienen su salud muy deteriorada. “Me comenzaron a salir unas bolas, como ampollas que se reventaban y parecían quemadas. Como si me hubieran pegado tabaco. Me diagnosticaron eritema multiforme. Primero eran pocos y luego se regaron por todo mi cuerpo. Yo iba al hospital y regresaba a la prisión. Ya no era a la celda, sino a la enfermería”.
Durante los días en la enfermería las dificultades para dormir y bañarse aumentaron y a finales de abril la Dama de Blanco fue ingresada en el hospital provincial de Ciego de Ávila.
A juicio de su hija, Clara de las Mercedes Iznaga, que asistió para cuidarla pues Xiomara ingresó en una sala pública, “no le estaban dando la atención debida”.
“Las enfermeras no querían trabajar. Inclusive hubo una que le estaba poniendo un antibiótico y lo que le puso fue agua. Le reclamé, me dijo que no, pero yo la estaba mirando. A veces le tocaba el medicamento y no se lo ponían, tenía yo que ir y decirle que le tocaba el medicamento. Entonces, me encabroné, le tiré una foto a mi mamá y la publiqué”.
Tras la denuncia, el castrismo ordenó separar a Clara de las Mercedes de su madre. Para ello, Xiomara Cruz fue enviada a la Sala de Penados del hospital. Pero su salud continuó debilitándose y, a principios de julio, fue trasladada a La Habana, a la Sala de Penados del hospital La Covadonga.
El 10 de agosto de 2019 las autoridades concedieron a Xioamara Cruz la licencia extrapenal por enfermedad, y pocos días después fue dada de alta con un diagnóstico de tuberculosis que no mejora con la administración de medicamentos.
Su deterioro no cesa y, sin embargo, las instituciones de Salud Pública no la asisten. Los amigos de Xiomara comenzaron una campaña centrada en obtener para ella una visa humanitaria del Gobierno de Estados Unidos para que pueda conseguir los cuidados que requiere. El diagnóstico de tuberculosis dificulta su otorgamiento porque es una enfermedad transmisible que implica riesgos de salud pública.
Este 26 de diciembre, Xiomara Cruz fue ingresada en el hospital Miguel Henríquez de La Habana. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, escribió en Facebook: “Está muy mal en estos momentos (…) con mucha falta de aire, líquido en los pulmones, piernas inflamadas hasta los glúteos, pérdida de apetito, en ocasiones el esfínter no le funciona al punto que se le salen las heces fecales y se ha orinado en la cama”.
El día del ingreso, el activista Ángel Moya denunció que los médicos no habían dado los resultados de las pruebas hechas a Xiomara. Al día siguiente los consiguió.
La Dama de Blanco Yamilé Bargés, que ha acompañado a Xiomara, afirmó en una publicación en Facebook, el 27 de diciembre, que pidió a la enfermera que le diera las ámpulas de los medicamentos utilizados. La enfermera no lo hacía y, “de momento, vino un señor con un walkie talkie y otra señora que se atravesó en el carrito de los medicamentos para que yo no viera, y mezcló los frascos ya utilizados con otros”.
“Percibí que un operativo de la Seguridad del Estado se mueve dentro del hospital y que Xiomara corre peligro”, dijo Bargés. No son publicaciones inusuales; abundan las denuncias de perseguidos políticos que han sufrido el escamoteo de sus resultados médicos o la sustitución de medicamentos por placebos.
Las dos organizaciones de las que es miembro Xiomara Cruz terminan el año con numerosos presos políticos. Las Damas de Blanco tienen en prisión a Martha Sánchez y Aymara Nieto Muñoz; la UNPACU a su líder, José Daniel Ferrer García, junto a otros activistas.
Los que están en libertad y les es posible, acompañan a Xiomara Cruz en estos días difíciles. En dictadura no hay muchas personas para atender a los perseguidos políticos; tienen miedo o están tras las rejas.
FUENTE: Publicado en Diario de Cuba
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