Además de tsunamis, terremotos, huracanes, incendios, sequías, inundaciones, deslaves, guerras o epidemias letales, hay otra desgracia mayúscula que puede golpear a un país y que no tiene que ver con la naturaleza ni con la geología: la emigración masiva por razones políticas.
Y es lo que ocurre en Cuba desde 1959. Por eso, al comenzar a correr ya el año 62 del castrismo, una vez más surge la pregunta usual: ¿cuántos cubanos emigrarán en 2020?
¿Es normal que un país sufra un éxodo perenne de sus ciudadanos hacia cualquier rincón del mundo porque en su tierra natal les cierran las puertas para progresar, les niegan el derecho a una vida mejor y digna?
¿Se puede defender honestamente al socialismo, que niega esos derechos universales y de hecho obliga a emigrar a millones de sus nacionales?
Ese es el caso cubano, a causa de un par de hermanos marxista-leninistas que se atornillaron al poder a mediados del siglo pasado. Datos oficiales cubanos indican que desde la llamada Crisis de los Balseros en 1994, hasta 2015, emigraron unos 660.000 cubanos, pero los expertos consideran que la cifra llega al millón de personas.
O sea, la diáspora cubana actualmente sobrepasa los dos millones de emigrados. Se ha marchado de Cuba el 18% de su población total. Y si bien la Administración Trump ha tornado más difícil emigrar a EEUU, lo cierto es que continúa la salida masiva de cubanos para otros países, e incluso también para EEUU.
Este es, sin dudas, un flagelo que golpea a la sociedad cubana. Como genialmente decía Martí: “cuando un pueblo emigra, sus gobernantes sobran”.
Sí que sobran, pues entre otras cosas el país pierde constantemente su capital más valioso, el humano. De no haber comunismo en Cuba no habrían emigrado tantos cubanos, incluyendo muchos de los más educados y preparados: ingenieros, arquitectos, profesores, médicos, científicos, economistas, expertos de todo tipo, artistas, periodistas, intelectuales, altos ejecutivos y miles de hombres de negocios con un valiosísimo know-how multifacético.
Hoy fundamentalmente quienes emigran son jóvenes que conforman la población económicamente activa (PEA), algo así como la palanca que mueve al mundo.
Sin “revolución socialista” Cuba tendría hoy unos 17 o 18 millones de habitantes. Chile tenía en 1958 aproximadamente la misma población que Cuba y hoy tiene 19 millones de habitantes. Sin los Castro, la PEA de Cuba contaría con tres o cuatro millones más de personas, produciendo y consumiendo. El Producto Interno Bruto sería siete u ocho veces superior y el nivel de desarrollo socioeconómico de Cuba estaría en la escala más alta de Latinoamérica, como en 1958.
La propaganda de la dictadura, fiel al principio tan utilizado por Goebbels en la Alemania nazi de repetir una mentira constantemente hasta convertirla en “verdad”, ha logrado que la mayoría de quienes han emigrado en los últimos 40 años afirmen (y lo crean) que se han ido de Cuba por razones económicas. El régimen arguye que la emigración cubana es igual a la de cualquier país del Tercer Mundo.
Falso. Cuba es hoy muy pobre, pero ¿de quién es la culpa de esa pobreza y de que la economía se haya hundido en una crisis permanente que compulsa a emigrar?
Las razones para emigrar serían económicas si Cuba fuese un país con economía de mercado como en el resto del Tercer Mundo, desde donde millones emigran por falta de oportunidades. En la Isla no hay siquiera oportunidad alguna, pues no hay libre empresa. El Estado es el dueño de todo. Por tanto, es el responsable directo del desastre económico y la falta de oportunidades, y no un capitalismo que simplemente no existe en el país.
Valga un ejemplo. Si de la India hubiese emigrado el 18% de su población total (1.376 millones de habitantes al comenzar 2020) habría dispersos por el planeta 247 millones de indios. Esa colosal cifra sí podría ser realidad si hubiese una dictadura comunista en la India. Esa es la diferencia con Cuba, eminentemente política.
Cuba era un imán de inmigrantes
La próspera Cuba antes de 1959 era, por el contrario, un imán para atraer inmigrantes de todo el mundo. Al proclamarse la independencia en 1902 la población era de 1,6 millones de habitantes, y hasta 1930 llegaron a la Isla 1,3 millones de inmigrantes, según el antiguo Ministerio de Hacienda. Solo en seis años, entre 1924 y 1930, llegaron 261.587 inmigrantes. Ya en 1919 la Isla tenía ya 2,8 millones de habitantes, según el censo de ese año. Casi duplicó su población en 17 años.
En solo 28 años llegaron a Cuba, para quedarse, 774.123 españoles, 190.046 haitianos y 120.046 jamaicanos (estos dos últimos grupos mayormente para trabajar en las plantaciones de caña, pues Cuba ya era la azucarera del planeta).
También arribaron a la Isla como inmigrantes 34.462 estadounidenses, 19.769 ingleses, 13.930 puertorriqueños, 12.926 chinos, 10.428 italianos, 10.305 sirios, 8.895 polacos, 6.632 turcos, 6.222 franceses, 4.850 rusos, 3.726 alemanes y 3.569 griegos. Todos llegaron para sumarse al auge económico de la Isla como inversionistas, empresarios, profesionales o empleados.
La población cubana crecía vertiginosamente y en 1931 era de 3,9 millones de habitantes, 1,1 millones más en solo 12 años. Entre 1940 y 1950 Cuba exportaba el 50% de todo el azúcar que se comercializaba en el mundo entero.
Al auge azucarero se sumó el desarrollo paulatino de toda la economía nacional. Y siguieron llegando a Cuba más inmigrantes de las nacionalidades mencionadas, y también libaneses, palestinos, judíos, rumanos, húngaros, filipinos y mexicanos (sobre todo de Yucatán). En 1958 había en la embajada de Cuba en Roma 12.000 solicitudes de italianos deseosos de emigrar a la Isla.
De Cuba no había por qué emigrar. Fluían las inversiones de capitales nacionales y extranjeros. Había un evidente avance socioeconómico. Pero asaltaron el poder Fidel y Raúl Castro e impusieron el comunismo. Hoy la nación suelta lastimosamente los pedazos, en ruinas.
Antes se iban tristes, hoy se van felices
Recordemos que Fidel Castro vociferaba: “Que se vayan, no los necesitamos…” a los “gusanos”. A esos mismos “apátridas” a los que turbas enviadas por el régimen les lanzaban huevos podridos, y que hoy son irónicamente los que sostienen la postrada economía cubana con sus remesas, paquetes y viajes a la Isla, por valor de unos 7.000 millones de dólares (en 2018), cifra superior a las divisas que les confisca a los médicos que explota en el extranjero como si fueran propiedad estatal, y que triplica los ingresos brutos por el turismo.
Hay un detalle que expresa nítidamente este drama. Durante las primeras oleadas de emigrantes en los años 60 los cubanos se iban tristes. Llevaban consigo entrañables recuerdos y la nostalgia de haber vivido en un país que avanzaba, con sus virtudes y defectos, con libertad económica, incluso bajo una dictadura militar como la de Batista.
En cambio, generalmente quienes han emigrado en las últimas tres décadas se van felices, esperanzados. Solo llevan encima malos recuerdos de un empobrecido y muy reprimido país que lejos de añorar quieren olvidar. Eso es triste.
¿Cuántos cubanos emigrarán en 2020? Nadie lo sabe. Lo que sí se sabe es que el éxodo de cubanos va a continuar si no se le pone más presión a la gerontocracia militar que manda en el país, o se le echa del poder y se liberan al fin las fuerzas constreñidas del pueblo cubano. |
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