Clandestinos en Los Arabos
Por: Alberto Sánchez Martiatu
Fotos: Alberto Corzo
¿Cuánto cuesta al gobierno cubano mantener vigilado día y noche a
Corzo, director del ICLEP* en Cuba?
Suele suceder que cuando las cosas son de Dios por mucho que nos
abrume el ritmo cotidiano de la vida, el Altísimo se ocupa de generar la
casualidad. Es entonces que advertimos el suceso, hasta ese momento
ignorado. Confieso que no fue hasta la cinco de la tarde del sábado 22
de febrero que el término “clandestino” irrumpió con fuerza donde hace
grupo mi pensamiento. Sapiens al fin –por mandato divino y sin derecho
a réplica–, de comienzo la curiosidad. El cosquilleo que va subiendo sin
permiso por todo el cuerpo rumbo a la cabeza. Cuando me percato, la
parte de arriba estaba llena de preguntas; ni tocaron a la puerta. ¿Qué
había detrás de esta palabra? ¿Habrá relación con el entorno inmediato,
Los Arabos? A la primera de las interrogantes dio respuesta Santiago
Álvarez en su excelso espacio radial La voz de la oposición, que se radia
todos los sábados y domingo desde las cinco de la tarde. Al otro enigma,
daremos respuesta a partir del próximo párrafo.
Es lícito precisar, aunque no hay manera de superar en claridad a lo
ya explicado por el patriota Santiago en su programa, a que se refiere
la expresión clandestinos. Estamos ante la presencia de un fenómeno
que ha tomado por sorpresa a todos, amén de aquellos que piensan que
pudiera tratarse de una treta del gobierno para culpar a disidentes. Una
avalancha de actos de todo tipo, que muestran a las claras rechazo al
sistema imperante en la isla, han hecho aparición a lo largo y ancho del
territorio nacional. Lo grande del asunto radica en su espontaneidad:
nadie lo ve venir, solo aparecen. Su carácter natural y espontáneo hace
que sea imposible identificar a los autores. La explicación lógica pudiera
vincularse con el descontento masivo de la población. Una liberación
espontánea de energía. Ollas individuales que explotan. Donde el temor
de ser delatados hace que no se consulte con nadie o con muy pocos
allegados. Estas ollas bípedas, ante el panorama de represión sufrido
por opositores frontales han decidido actuar por cuentapropia, sin pagar
impuestos. Una nueva modalidad.
Después de clasificado el fenómeno, sucesos ocurridos en el territorio
arabense dan fe de que Los Arabos no está exento de clandestinos. El
17 de febrero un rumor crispó los pelos del pueblo: un sabotaje en el
central Mario Muñoz, específicamente, en la refinería de azúcar. Habían
cortado cables eléctricos; además de cerrar válvulas claves que hicieron
colapsar el flujo productivo. A la buena del entendimiento, no existían
dudas: fue un hecho intencionado. De inmediato, la industria se llenó de
segurosos –definición popular de policía política–; sin tener en cuenta
que ya el ingenio se encuentra militarizado por la policía habitual, en un
intento por disminuir el creciente robo de azúcar del hombre nuevo. Fue
tal el impacto, que rostros extraños venidos de otros lares patrullaban
entre hierros. Nadie sabía quiénes eran, aunque lo imaginaban –cuando
vino El Papa usaban guayaberas–. Sin embargo, esta vez, se pusieron
fatales los clandestinos: fueron atrapados. Dos muchachos residentes
en Batey Occitania, inconformes por días sin poder robar azúcar debido
a la militarización de la industria, decidieron mostrar su inconformidad.
Pero cometieron un error: actuaron en el turno de trabajo que no era el
de ellos, en un intento por desviar la atención. Aun así, fueron marcado
fuera de zona; lo cual generó suspicacia. Ninguno de los jóvenes tenía
vínculos con la oposición frontal.
El otro suceso ejecutado por clandestinos arabenses acaeció en la
noche del 21 de febrero. Un joven trabajador de la misma industria, que
por razones personales ese día no pudo tomar el transporte colectivo
que lo conduce al central, fue interceptado por tres individuos montados
en caballos. A las siete de la noche el muchacho se dirigía en bicicleta
Central azucarero arabense Mario Muñoz, donde ocurrió
el sabotaje de los clandestinos.
hacia el central. Rebasado el batey Occitania y posterior línea férrea, en
el crucero que inicia carretera que conduce al batey Cuatro Esquina, los
tres jinetes blandiendo machetes coparon el paso por carretera; para
luego uno de ellos preguntar: “¿Dime con quién estás, con ellos o con
nosotros?”. El joven pregunta: “Quiénes son ustedes”. Los tres jinetes
comienzan a gritar: “Abajo Raúl. Abajo Días-Canel. Abajo la dictadura”.
El muchacho que había perdido el transporte colectivo hacia la fábrica
se atragantó. No le salían las palabras. Solo cuando los hombres en los
caballos caminaron hacia él, blandiendo machetes y con la promesa de
quitarle la vida, el joven aulló en falsete: “Claro que estoy con ustedes”.
El muchacho comenzó a gritar lo mismo que los otros, inclusive más,
según se supo después. Tuvieron que mandarlo a callar antes de liberar
la carretera.
Cuentan los compañeros de trabajo que llegó a la industria afónico y
apenas tenía color en el rostro. El muchacho, sea por el susto de ver
pasar en un segundo toda su vida o por la oscuridad de la noche, no ha
podido identificar a los autores. Dicen que su calzoncillo no sirve para
nada más. Cuando llegó al central azucarero no solo era el tembleque
que traía, sino que el mal olor que emanaba de su zona lumbar lo puso
al descubierto. Hoy, es objeto de burlas del resto de la clase trabajadora.
Parece que el solo hecho de las burlas –que llevan a recordatorio– ha
borrado de su mente el rostro de los clandestinos que lo interceptaron.
El pobre, después de aquello parece un zombi.
Crucero que conduce al batey Cuatro Esquina, donde los
tres jinetes clandestinos asediaron al muchacho.
Lo inusual del caso anterior es que reconocidos opositores de la zona
se han dado a la tarea de intentar conocer a los autores y no hay la más
mínima pista de ellos. Son fantasmas. Igual, han devenido espectros los
transeúntes de senderos entre cañaverales que ya no toman precaución
para arrojar colillas de cigarrillos. No puede ser tan casual la aparición
de incendios en lugares no conectados y con sospechosa frecuencia.
Un porciento de la caña quemada no ha podido ser utilizada, debido a
la coincidencia de varios incendios.
Pero, en las redes sociales también tenemos clandestinos virtuales.
Todo indica un fenómeno en auge. Mientras que el descontento por las
carencias continúe habrá clandestinos. Ya salió a luz cuando el periodo
especial. La gente no soportaba los largos apagones y cuanta vidriera
de tienda había en los pueblos fueron víctimas de piedras nocturnas.
Incendio de origen desconocido en una plantación
de caña en las proximidades del batey Zorrilla.
Asedio de la policía a la casa de Corzo, sito en Calle
19, San Pedro de Mayabón.
Hay una certeza mal comprendida: con muela (retórica hueca) no se
contiene un rebaño. La gente tiene en el subconsciente otro mundo, la
realidad es otra, no lo que muestra la cáscara. La teoría del tornillo, que
en otras ocasiones hemos expuesto, lo define: si dividimos la industria
arabense entre once millones de cubanos, como apunta el socialismo,
al más afortunado de los cubanos no le toca ni tan siquiera un tornillo; y
mira que hay hierros en esa fábrica. Este es el origen de la ausencia de
sentido de pertenencia. Sin embargo, puede que, con solo un tercio de
los recursos empleados para vigilar las 24 horas a opositores frontales
en todos los rincones de la isla, halla más jabón en las tiendas y menos
alusiones al bloqueo. Quizás, hubiese hasta menos ollas individuales
explotando por doquier, como artefactos de racimo. Fenómeno que ya
la vida se ha encargado de etiquetar como “Clandestinos”.
*ICLEP: Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa.
More Stories
Vicente Feliú: “un revolucionario provocado puede ser muy peligroso”
Camila Acosta, de la estación policial al arresto domiciliario
Régimen multa a un vendedor ambulante con discapacidad por tomar un descanso