Escasez, derrumbes, coyuntura… y ahora el coronavirus
Son tantos los problemas existenciales acumulados durante años que no hay margen para pensar en un posible contagio
LA HABANA, Cuba. – La indiferencia de la mayoría de los cubanos, que residen en la capital, supera con creces el pánico ante el coronavirus. Son pocos los que sienten un miedo incontrolable a la nueva pandemia.
El temor a la escasez de productos básicos y las posibilidades de que el desabastecimiento sea mucho más severo en lo que resta de año, son asuntos que sin lugar a dudas encabezan el inventario de preocupaciones.
En el pugilato, recurrente y agotador, para comprar papel sanitario, jabón, detergente, muslos de pollo congelado, yogurt o leche en polvo, entre otros artículos de gran demanda, se comenta la incidencia del mortal virus, desde una perspectiva que va de la jocosidad a una atención pasajera y distante de las graves consecuencias de este flagelo.
Son tantos los problemas existenciales acumulados durante años que no hay margen para pensar en un posible contagio.
El techo de la casa a punto de desplomarse, la falta crónica de agua potable, las enconadas disputas por llegar al mostrador de las tiendas donde venden algunos de los bienes mencionados anteriormente y la información, aún no oficial, del posible aumento de los precios de productos alimenticios y el tiro de gracia a la mal llamada libreta de abastecimiento, son trampolines para nuevas zambullidas en las aguas de la enajenación y la apatía.
Esos trajines, que son diarios y sin un fin previsible, a corto y mediano plazo, son a menudo considerados como una manera de estar muertos en vida y en cierta medida no están lejos de lo que realmente se siente cuando se han apagado casi todas las luces de la esperanza en ponerle cotos a la pobreza y en sentido general, disfrutar de una existencia, cuyos pilares sean la libertad, la garantía de comer tres veces al día como Dios manda, sin tantos sobresaltos. Dos aspiraciones básicas, que por supuesto no son las únicas.
Al margen de la despreocupación frente a la que llamaría “la peste del siglo XXI”, es muy probable que esta se lleve a la tumba a un número impredecible de cubanos.
La minimización del impacto del problema, al interior de Cuba, en los medios de prensa oficialistas, la indolencia entre la población y un adverso panorama higiénico-sanitario, en calles, vecindarios y centros médicos, a nivel nacional, allana el camino a un contagio masivo.
Puede que eso no ocurra, no obstante, las condiciones son propicias para una peligrosa dispersión del virus.
Algunas de las personas piensan que ya era hora de que el gobierno hubiera decidido cerrar los aeropuertos, pero todo indica que esa medida no será aplicada.
La apuesta es por mantener el espacio aéreo y marítimo abierto con la finalidad de no perder dividendos económicos, una decisión insensata y que pudiera ser el detonante de una situación sanitaria catastrófica.
Por otro lado, como apuntaba anteriormente, a una buena parte de los capitalinos, les importa un bledo lo que venga. Viven el día a día a su manera sin tomarse muy en serio lo que está sucediendo a nivel mundial.
Consideran que hay concentrar las energías en procurarse el sustento o refugiarse en sendos tragos de alcohol barato para no sentir el rigor de las penurias ni tampoco el devastador impacto del coronavirus.
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