No se puede negar la habilidad que ha tenido el régimen castrista en disfrazar como episodios de solidaridad y humanismo el arriendo de los profesionales de la salud. Cuba por décadas ha lucrado con médicos y enfermeras como si fueran automóviles. Los arrienda sin opción a compra porque hacerlo le restaría capacidad a futuras negociaciones.
Aunque en los últimos meses este negocio ha sido denunciado por varias organizaciones internacionales, la pandemia del coronavirus y los amigos del castrismo alrededor del mundo han hecho posible que la oferta de profesionales cubanos haya cobrado nuevos vuelos, de ahí que es posible que los veamos por Argentina y México sin obviar los que ya están en varios países europeos.
Otra gran verdad es que Cuba usa a muchos de estos profesionales de la salud, educación o cualquier otra disciplina, como agentes información. No pocos de estos individuos están comprometidos con la dictadura y obligados a cumplir cualquier requerimiento que le hagan, entre ellos espiar e informar de asuntos que puedan ser de interés para La Habana. Los espías cubanos tienen oficio al igual que su policía política, no lo olviden.
Hay testimonios de médicos cubanos que ejercían en países como Venezuela y Guatemala que recibían instrucciones de sus superiores de influenciar al electorado de sus distritos a favor de los candidatos identificados con el castro chavismo. Evidentemente cumplirán el mismo papel en aquellos países que pagan el servicio médico y que reciben como regalías, sin costo, la generosidad de ser espiados.
Tratar a seres humanos como esclavos no es nuevo para un régimen que desde que llegó al poder le ha negado a sus ciudadanos los derechos más elementales, lo que ocurre en este caso es que en la conculcación de esos derechos han sido cómplices activos gobiernos, organismos internacionales y funcionarios que han participado en cada transacción.
La Organización Panamericana de la Salud, OPS, fue acusada por cuatro galenos cubanos de complicidad con el régimen de La Habana en las negociaciones de la dictadura con Brasil para que este último país contratara miles de profesionales cubanos. Según informaciones el negocio generó unos 75 millones de dólares de ganancia para la OPS, para los Castro miles de millones.
Incuestionablemente también han sido mañosos en vender quimeras. Líderes sociales, políticos, empresariales y más de un gobierno, han comprado el cuento de los logros de la dictadura en disciplinas tan importantes como Educación, Medicina y Deporte, aunque la fábula de la medicina es la que más ha calado, sin negar la importancia que para este tráfico han tenido las afinidades ideológicas y políticas entre quienes rentan los servicios y quienes lo ofertan.
Como dijo recientemente Celso Sarduy, comunicador radicado en Buenos Aires: “ es una gran verdad que la señora Cristina Fernández simpatiza con el castro chavismo aparte de que su hija estuvo refugiada en Cuba huyendo de la justicia argentina hasta que retomó el poder”.
En estos tiempos del coronavirus la dictadura cubana está haciendo una buena cosecha, sin importar que a los enfermos de la Isla les falte atención medica y se agrave la falta de medicinas de todo tipo.
El castrismo ávido de dinero por su persistente incapacidad para producir riquezas, siempre tiene abierta una especie de feria de empleo internacional en la que los profesionales de la salud son incomprensiblemente su oferta más importante, a pesar de los muchos cuestionamientos hechos a la calidad profesional de las promociones más recientes de galenos en la Isla.
En las últimas semanas la ley de la oferta y la demanda, tan negada por el castrismo, ha prendido el bombillo rojo de la codicia gubernamental. Médicos, enfermeras y técnicos han arribado a Andorra, Jamaica e Italia.
La pregunta de cómo la dictadura cubana ha sido tan hábil para encontrar quienes paguen sus cuentas, solo puede ser respondida con la afirmación de que no hay peor ciego y sordo que aquel que no quiere ni ver ni oír, por lo demás, el castro chavismo ha demostrado estar siempre dispuesto a servir de refugio a sus amigos en desgracia, al menos hasta que le conviene. Recuerden a Robert Vesco.
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