Una nueva falsedad del castrismo
¿A dónde fue a parar la “indignación patriótica” de todos los que contemplaban aquellas verdaderas procesiones de la “gusanera vendepatria y anexionista”
LA HABANA, Cuba.- Reza un dicho popular que “más rápido se coge a un mentiroso que a un cojo”. El refrán tiene una versión algo más refinada y breve: “La mentira tiene piernas cortas”. Estas verdades se han puesto de manifiesto una vez más con respecto a una modalidad de la actuación del régimen castrista en estos tiempos de coronavirus.
En su “cafecito informativo” del pasado jueves, la bloguera Yoani Sánchez señaló la “rara tranquilidad que se extiende por Twitter”. Con esto, la colega alude a la falta de actividad de esos personajes a los que denomina “cibercombatientes o ciberclarias”. Se trata de las personas dedicadas a salirle al paso a cualquiera que cuelgue en las redes sociales algún comentario hostil al actual régimen castrista o sus políticas.
Pese a ser muchísimas más que los independientes a quienes combaten, esas personas “están casi desaparecidas”, constata Yoani. “Es como si hubieran apagado de pronto unos altavoces que estaban gritando en mi ventana”. E ironiza: “Confieso que me aburre un poco no ver esa avalancha de guapos o macarras de internet, que se escudan detrás de una foto falsa” (y de identidades inventadas) para arremeter contra quienes discrepen.
A los verracos que se pregunten qué tiene que ver la actual pandemia con ese inesperado aplacamiento de los “revolucionarios combativos de la red”, sólo hace falta señalarles otra coincidencia: También se han interrumpido las clases en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) y las actividades laborales de todos los funcionarios prescindibles.
Comenta Yoani al respecto: “No estábamos equivocados cuando señalábamos a la UCI y otros centros estatales como el origen de esa algarabía combativa e intolerante que prácticamente no dejaba tener ningún debate serio cuando de Cuba se trataba”.
O para decirlo de otro modo: En este país, donde la navegación en internet es cara y mala, esos miles de individuos recibían un acceso a la red sufragado por el erario público, sí, pero a cambio de su “instransigencia revolucionaria”. Como dice la Directora de 14yMedio, pagaban su privilegio “haciendo estos actos de repudio en la aldea virtual”.
No es ésta la primera vez que de un modo análogo se hacen evidentes los malos manejos del régimen dictatorial de los Castro. Éstos y sus paniaguados tratan de presentar las distintas facetas de su actividad como cosas normales e inobjetables. Pero cuando menos lo esperan, salen a la luz pública los burdos costurones que desfiguran los monigotes que intentan hacer pasar por finas muñecas.
Así sucedió también con los deplorables “actos de repudio”. Me refiero no a los de carácter virtual que menciona la colega Sánchez, sino a los originales, los de verdad. Aludo a esas muestras insuperables de arbitrariedad, imposición y atropello, en el curso de las cuales se transformaba a los miembros de una familia entera en “no-personas”, a las que resultaba lícito someter a cualquier vejamen o abuso.
O que a veces desembocaban también —¿por qué no!— en una agresión abierta; de ésas que, en los “buenos tiempos” del Éxodo del Mariel, no era raro que terminasen en lesiones a los que sufrían la “indignación revolucionaria del pueblo”. O incluso en la muerte, pues alguno que otro resultó occiso en aquellos detestables pogromos.
Pero he aquí que terminó el año 80 y, casi un decenio y medio después, tuvo lugar la llamada “Crisis de los Balseros”. Era evidente que, para cuando esta se inició, el régimen castrista había perdido su capacidad para obligar a los ciudadanos a convertirse en cómplices de sus arbitrariedades. Quienes intentaban huir del “Paraíso Comunista” en los noventa ya no se escondían.
Todo lo contrario: No era raro el espectáculo de grandes grupos de ciudadanos que, con absoluto desparpajo, cargaban sus balsas improvisadas por la vía pública, ayudados y acompañados por amigos, parientes y vecinos. Esos desfiles se hacían a la vista de todos, pasando por delante de “los factores”; o sea, de los más connotados gobiernistas. Y esto en cada cuadra del país.
Es probable que algún tonto útil de aquella época se preguntara: ¿Y qué se hizo de la “conciencia revolucionaria” de los cubanos! ¿A dónde fue a parar la “indignación patriótica” de todos los que contemplaban aquellas verdaderas procesiones de la “gusanera vendepatria y anexionista”, llevada por la desesperación a arriesgar la vida con tal de largarse del país?
La inacción que revelaron en 1994 los militantes del partido único y todo el resto de los “revolucionarios verdaderos” del régimen castrista puso de manifiesto que los “actos de repudio” de 1980 no eran una “manifestación espontánea de la ira popular”; todo lo contrario: ellos constituían una muestra más de la protervia del régimen, dispuesto a coaccionar a sus seguidores, reales o supuestos, para que actuaran de modo canallesco contra vecinos o colegas.
Sí, es en ejemplos como ésos —el que mencionaba Yoani o los de los éxodos masivos— que se hace evidente que la espontaneidad ya no habita en las filas de los oficialistas cubanos. Que estos sólo hacen lo que les orientan y cuando reciben indicaciones precisas al respecto.
Lo demás son manipulaciones. Y mentiras: De ésas que tienen las piernas cortas. O que permiten que se capture a quien las dice con más rapidez que a un cojo.
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