La desidia de los “tenentes”
Desde un punto de vista ético, es inmoral la política y la legislación que prohíbe al ganadero cubano disponer de su rebaño según los preceptos económicos, jurídicos y de sanidad agropecuaria universalmente aceptados
LA HABANA, Cuba. – Prometí en el artículo Hambre y sed: la muerte inútil del ganado en Cuba, publicado el pasado miércoles en CubaNet, una respuesta a los lectores, al menos, desde el punto de vista ético y socioeconómico, sobre el porqué en Cuba, un país que debe importar la mayor cantidad de los alimentos que consume, mueren de hambre y sed miles de reses todos los años.
“Promesa hecha, promesa cumplida”, dice el viejo adagio, y aquí está, en medida de lo posible, la respuesta prometida, pero no en mis palabras, sino periodísticamente, como debe ser, en dicho de un entendido y sufrido vaquero camagüeyano a quien el periodista Tomás Cardoso dio mi teléfono el año pasado, y un buen día, luego de recorrer más de 300 kilómetros, por fin nos encontramos para conversar de árboles, maderas, pastos, ganado…, de Cuba, lo cubano y los cubanos.
Hoy en Uruguay el precio del “novillo gordo a faena” es de US$ 3,30 el kilogramo, que a la tasa de cambio de un dólar por 25 pesos CUP, son 82 pesos con 50 centavos. ¿Qué dirá Abel? ¿Cuánto debieron pagarle por sus toretes si en Cuba pagaran el ganado como en Uruguay o en Brasil…? Hoy la ternera se cotiza en Brasil entre US$ 1,35 y US$ 1,40. Pero en Cuba mueren demasiados terneros, no llegan a “novillo gordo a faena”.
“Sabe, al precio que el Estado compra el ganado en pie y luego vende la carne, mire… Yo tengo que vender un toro al Estado para luego comprarle cuatro libras de carne”, me dijo Abel, mitad en broma mitad en serio, mientras almorzábamos huevos pasados por agua.
Aquel día Abelito fue desgranando una ristra de precios aparentemente estupendos mediante los que el Estado paga el ganado a los criadores: “El toro de primera, a algo así como… a un poquito más de 15 pesos (CUP) el kilogramo; el de segunda como a 14 pesos y pico, 14,30 si no recuerdo mal; y el torete especial, oiga…, fuera de serie tienen que ser los toretes, a 16,70; ya le digo, tengo que vender un toro para comprar cuatro libras de carne”, dijo Abel.
De las palabras de Abel se desprende que desde el punto de vista socioeconómico, no parecen caber dudas que, aun careciendo los cubanos de carne y otras proteínas para el sustento diario, en Cuba mueren anualmente de hambre y sed cientos de cabezas de ganado destinado a la producción de carne y leche por falta de incentivos en los bien conocidos sujetos integrantes de cualquier mercado, ya sea un pulguero (fleamarket) o el de países exportadores de petróleo: el productor-vendedor y el comprador-consumidor.
“El deficiente cuidado que en Cuba suele prestarse al ganado vacuno, es en muchas ocasiones resultado de un desinterés rayano con la abulia, observándose esta apatía como si fuera una enfermedad mental producida en un medio hostil”, me dijo un médico que pedalea en su bicicleta muchos kilómetros los fines de semana para ir hasta la finca de un amigo a “conseguir un poco de leche para el desayuno semanal”.
La burocracia estatal llama “tenentes” a los poseedores de ganado mayor, sin distinguir si las reses son de propiedad particular, cooperativa o del Estado. La desidia de los “tenentes”, en lo que se refiere al “medio hostil”, según el médico, tiene su origen en la intervención del Estado en todo cuanto tenga que ver con la adquisición, uso, movimientos y precios del ganado.
En Cuba existe un férreo control estatal sobre los rebaños, aunque sean de propiedad particular, lo que ha conllevado a dueños de ganado a decir que, “tenemos vacas de nombre”, por carecer de autonomía para comprar, vender, e, incluso, trasladar su ganado de una finca a otra.
Es prerrogativa del Estado situar precios a todos los productos agropecuarios, y se encuentra expresamente prohibido a los cubanos comerciar con leche de vaca y con carne de cualquier tipo de res, sea vacuna, bufalina, mular o equina; encontrándose este comercio entre particulares severamente sancionado por el Código Penal.
Para entender por qué desde el punto de vista económico el ganadero cubano no presta mayor cuidado al rebaño, pongamos como ejemplo el precio de la carne de res en pie, ganado que sólo el Estado puede comprar y vender sus carnes en el comercio minorista. Situemos un precio de compra de 13,04 pesos (CUP) el kilogramo de ganado en pie, y luego, vea el lector los precios estatales de venta de carne (cuando encuentra carne) en las llamadas TRD (Tiendas Recaudadoras de Divisas).
El freno al suministro de carne vacuna y el acceso prohibido de los cubanos a las carnicerías, el lector puede distinguirlo cual señal de acceso prohibido en una calle, en este caso la calle es toda Cuba, confrontando los precios de compra de ganado en pie a los “tenentes” y los precios de venta de carne al consumidor.
En el vademécum de Actividades Ganaderas y Agrícolas del Dr. Valdés Hernández dice que, según cálculos realizados por especialistas en ganadería del ministerio de Agricultura, “por cada tonelada de carne de res deshuesada, se necesitarán 3,335 toneladas de carne de res en pie, con 7,9 cabezas de ganado con un peso promedio de 420 kilogramos”.
Luego… si 7,9 cabezas de ganado con peso promedio de 420 kilogramos suman 3 318 kilos, multiplicados por el precio de compra de 13, 04 (precio medio), significan 43 266,72 pesos CUP.
A excepción de las dietas médicas y otros destinos que nada tiene que ver con enfermos y sí con privilegios políticos, el comercio de la carne de res en Cuba es en moneda dura. Un kilogramo de carne de res primera, en las TRD, cuesta 9,50 CUC, esto es 237, 50 CUP.
Y, según el vademécum ganadero empleado en Cuba, una tonelada de carne de res deshuesada y desglosada por piezas rinde: filete, 25,8 kg; riñonada, 67,3 kg; bola, 49,2 kg; palomilla, 53,9 kg; boliche, 45,9 kg; cañada, 76,9 kg; stew, 135 kg; carne segunda, 303,9 kg; picadillo, 1ra: 91,9; picadillo de 2da, 150,0.
Así tendríamos que, con 7,9 reses por las cuales el Estado paga a los “tenentes” en moneda nacional no convertible unos 43 mil 266 pesos y 72 centavos, conseguirá 454 kilogramos de carne primera, que, vendidas en las TRD a 9,50 el kilo, importa 4 313 CUC, o 107 825 pesos CUP; más 303,9 kilogramos de carne segunda, la que comercializada en TRD a 6,50 CUC el kilogramo, importa 1 975 pesos y 35 centavos CUC, o 49 383.75 pesos CUP; y súmele 241,9 kg de picadillo, los que en clasificación de 1ra o 2da las TRD venden a 5,75 el kilo, serían unos 1 390 CUC, o 34 773,125 pesos CUP.
Esto sumaría 7 679, 275 CUC (191 981,87 pesos CUP). Al actual cambio de 25 CUP por un CUC, quedaría del lado estatal la bonita suma de 148 715 y, lo que es más importante: la propiedad real sobre el ganado, pues, es el propio Estado quien quita y pone precios mientras los “tenentes” hacen como si cuidaran el ganado.
Esas ficciones sobre propiedad del ganado y precios de compra de las reses en pie, mal pagando a los “tenentes” mucho tiempo después de la compra y no pocos reclamos, son principalísimas razones desde el punto de vista socioeconómico para que en Cuba muera de hambre y sed el ganado mientras el pueblo carece de carne para poner en la olla.
Desde el panorama de la ética, es inmoral la política y la legislación que prohíbe al ganadero cubano disponer de su rebaño según los preceptos económicos, jurídicos y de sanidad agropecuaria universalmente aceptados, propiciando con la talanquera totalitaria según viejos cánones estalinistas el mal manejo del ganado mientras la población sufre en Cuba insuficiencia alimentaria.
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